De la mano de Suárez a la locura de Abreu

Una mano celestial al minuto 120 del actual delantero del Barcelona que detuvo el gol de Ghana, el penal de los africanos que se estrelló en el palo, y en la definición desde los 12 pasos Uruguay logró el milagro con una picada magistral del "Loco".

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Thomas Blanco
04 de abril de 2018 - 02:02 a. m.
FIFA Getty Images
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Luis Suárez, viejo zorro, celebró con puño cerrado. Cuando la malicia, a veces necesaria en el ADN, paga. Y paga bien. Minuto 120: última jugada del alargue en el empate 1-1 entre Uruguay y Ghana en los cuartos de final del Mundial de Suráfrica 2010. Las 85.000 almas presentes en el estadio de Johannesburgo, todas africanas, no lo podían creer. El delantero uruguayo, recientemente expulsado, vio con rebeldía, sin permiso, en la entrada del camerino, cómo Asamoah Gyan estrellaba el balón de su penal en el palo. Suárez, unos segundos antes, con reflejos felinos, había utilizado sus manos para frenar un cabezazo de Dominc Adiyiah que se iba al fondo de la red. Los charrúas, coquetos con la muerte, salieron con vida. (Leer más: Historias de los mundiales: el perro que encontró la Copa del Mundo)

Todo se definiría desde el punto blanco. Y en los penales, la mentalidad y la psicología siempre juegan roles protagónicos. Los africanos, visiblemente golpeados por lo sucedido, llegaron con la moral abajo, mientras los suramericanos sabían que estaban al borde de la hazaña y de quedar grabados en los libros y periódicos, esos que escriben crónicas 18 años después. 

Ghana malogró su tercer cobro. Scotti hizo lo propio por los uruguayos. Otra vez todo empatado. Como si a este encuentro le faltaran más condimentos. 

John Mensah volvió a desperdiciar la pena máxima de los dirigidos por el serbio Milovan Rajevac. Si Sebastián Abreu anotaba, Uruguay se ganaba su tiquete a semifinales. El delantero tomó carrera, remató y el tiempo se detuvo. Historias de los mundiales: El milagro de Berna

La picó, se fue de guapo. Y en medio del mar de nervios, la pelota se revolcó en cámara lenta en el fondo de la red. Tal vez por esas cosas le dicen El Loco. El equipo de Óscar Washington Tabárez se ganó su tiquete a las semifinales de una Copa del Mundo y Uruguay, como en los viejos tiempos en los que era campeón del mundo (1930 y 1950), volvía a imponer presencia y ganarse el respeto de los más grandes, en un Mundial en el que entró por la ventana luego de quedar quinto en las eliminatorias suramericanas y vencer a Costa Rica en el repechaje. 

Algunos dirán que el camino de Uruguay no era nada rocoso. México, Sudáfrica y Francia en la fase de grupos; Corea del Sur en octavos y Ghana en cuartos. En semifinales se cruzaron ante Holanda, que con un golazo de larga distancia de Giovanni Van Bronckhorst y dos tantos más de Robben y Sneijder, sus figuras, se impuso 3-2 frente al equipo suramericano, que se ganó el corazón de todos los aficionados del fútbol a punta de garra.

“Decile algo a Uruguay, Diego, decile”, dijo el reportero visiblemente emocionado. “Es que estar entre los cuatro mejores del mundo no tiene palabras. Con cada penal te desmayabas. Antes de que Abreu fuera a cobrar, alguien dijo ‘La va a picar’. Y yo le dije: ‘No, no es el momento, no’. Qué locura de noche”, respondió Diego Forlán, quien fue el goleador del certamen con cinco tantos. Además, levantó el Balón de Oro, galardón que se le entrega al mejor jugador de una Copa del Mundo. 

(Historias de los mundiales: en Uruguay se abrió el camino)

El partido fue declarado por la FIFA como el encuentro más vibrante de 2010 y armó los cimientos del título de un año después en la Copa América de Argentina. La banda de Suárez, Forlán, Abreu, Lugano y el maestro Tabárez quedó grabada en la historia. Gracias a una mano celestial y un “panekazo” en el momento menos esperado. Un gol que entra en el podio de los momentos con más éxtasis del balompié charrúa: junto al título en 1930 que lo acreditó como el primer campeón del mundo y el Maracanazo, cuando venció a Brasil en la final de 1950 en Río de Janeiro.

Por Thomas Blanco

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