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No fue una voz cualquiera la que le dijo a Héctor Veira que El Mágico González era un jugador diferente. Aunque todo lo que se dijera de salvadoreño como futbolista era redundante, tanto si se elogiaban sus gambetas, sus disparos y su entendimiento del juego, como si se criticaba su profesionalismo y compromiso. Johan Cryuff se acercó a Héctor y le dijo al oído que ese era uno de los cinco mejores jugadores extranjeros que habían jugado en la liga de España, durante un partido entre el Barcelona y el Cádiz, y no era ninguna exageración.
El ‘padre del fútbol moderno’ se acercó a Héctor Veira con mucha modestia y le expresó lo que todos los presentes querían decirle a gritos desde la grada. El Mágico era especial, era único e imparable, y aun así, muy pocos lo recuerdan como tal. Lo que Cruyff vio esa noche en Barcelona era lo que el mundo había estado presenciando desde su debut en Antel F.C., en 1975.
El Mago, como también le llamaban a González, realizó la ‘elástica’ antes de que Ronaldinho se adueñara de ella, y marcó goles sorteando rivales desde la mitad del campo a la par de Diego Maradona. Cuando El Mago cogía el balón, su equipo sabía que algo grande vendría, por eso algunos solo se quedaban paralizados y lo seguían con la mirada. Cuando se apropiaba del balón, cosas extrañas sucedían, los arqueros parecían olvidar cómo hacer su trabajo y los defensas rivales tropezaban con sus propias piernas, que parecían pegarse entre sí.
No era casualidad que Johan Cryuff descubriera en él tanta grandeza; nadie, ni el propio Diego Maradona, lograba hacer enganches tan abruptos y desconcertantes. El Diego mismo, que jugó con El Mágico en la pretemporada de 1984 con el Barcelona, lo dijo en una rueda de prensa, en 1994. “Hay uno mejor que yo, es salvadoreño y juega en el Cádiz”, dijo en aquella ocasión con semblante risueño, pero sin dejar ningún hálito de duda. Así lo creía, y así se evidenció en ese partido de pretemporada que jugaron juntos. La forma en que ambos se conectaron, la complicidad que afloró en el aire, el romance futbolístico, la fluidez de los pases y la forma en que se buscaban en el campo, todo fue utópico, casi irreal.
“Nosotros siempre lo queríamos imitar, pero no podíamos. Si queríamos tirar el enganche de El Mágico, nos desgarrábamos todos. Está entre los diez mejores jugadores que yo he visto en mi vida”, aseguró Maradona en una entrevista en 2006.
Aunque solo coincidieron por un momento fugaz, Diego Maradona jamás dudó de las habilidades de El Mago, pero tampoco de su actitud despreocupada, igual que lo hicieron el F.C. Barcelona y el Paris Saint Germain. El club culé intentó ficharlo, pero su falta de compromiso lo impidió, y el PSG lo esperó para firmar el contrato por cinco horas, frente a un hotel, al que jamás llegó, así que desistieron.
Era imposible corregirlo porque él no jugaba por dinero, ni por fama, jugaba porque amaba el fútbol, jugaba por diversión. La misma razón que lo hacía tan único, frenó su progreso, que habría podido ser infinito. “Sé que soy irresponsable y un mal profesional, y que puede que esté desaprovechando la oportunidad de mi vida. Lo sé, pero tengo una tontería en el coco; no me gusta tomarme el fútbol como un trabajo. Si lo hiciera no sería yo. Yo solo juego para divertirme”, dijo Jorge El Mágico González cuando se le cuestionó las noches de baile, trago y mujeres.
Nunca llegaba a tiempo a un entrenamiento, era su peor defecto, aunque podía jugar sin haber entrenado un solo día de la semana y aun así terminar siendo el mejor de su equipo. Héctor Veira, su último entrenador en Cádiz, en 1991, contó que era imposible que El Mágico llegara a tiempo a los entrenamientos; no importaba si ponía la hora de inicio a las 8 de la mañana o a las 12 del medio día, él siempre se las arreglaba para llegar una hora después.
Cuenta Héctor, que le regaló un reloj despertador del Pato Donald gigante, que sonaba tan fuerte que pensó que no habría posibilidad de que El Mago no despertara, pero, aun así, llegó tarde al otro día. No tuvo otra opción que contratar a un grupo de músicos para que se plantara enfrente de la casa de El Mágico y le cantara una canción a modo de súplica. Cuando salió, argumentó que solo había dejado de dormir porque “le gustaba la música”. Y llegó temprano al entrenamiento. Feliz cumpleaños Mago, gracias por tanto fútbol.
Jorge Alberto González se retiró del fútbol profesional en el año 2000, tras ganar cinco ligas en El Salvador y una Copa de Campeones de la CONCACAF, y hace apenas unos días fue visto con Hérnan “Bolillo” Gómez en la concentración de la selección de El Salvador, a la que fue invitado, por el mismo colombiano, para decir unas palabras de ánimo al equipo.
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