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Ahmad Ahmad, el controvertido presidente de la Confederación Africana de Fútbol (CAF), parece empeñado en poner contra las cuerdas a la FIFA y su mensaje de tolerancia cero al manoseo y a la corrupción entre sus acólitos. Pese a las numerosas acusaciones de mala praxis, malversación de fondos y abuso de poder que penden sobre su cabeza, el sexagenario dirigente de Madagascar anunció entre bombos y platillos su candidatura oficial a la reelección del cargo que ostenta desde 2017.
Ahmad se lanzó a la carrera electoral escoltado por su séquito de fieles, entre los que se encuentran el marroquí Fouzi Lekjaa, el egipcio Hani Abu Raida y el congoleño Constantine Omari, todos ellos miembros prominentes del Comité Ejecutivo de la organización que preside con muchas más sombras que luces, algo no ha cambiado en absoluto con respecto al anterior inquilino de la silla presidencial, el camerunés Issa Hayatou, que tras 29 años de polémico mandato e incluso suplir por unos meses a Joseph Blatter como jefe supremo del fútbol mundial, fue depuesto de su cargo por el entonces presidente de la Federación de Madagascar aprovechando la estela corrupta que dejaron los contratos de derechos de televisión y patrocinio del fútbol en el continente negro, concedidos a dedo por el citado Hayatou a la compañía francesa Lagardère Sports hasta el año 2036. Unos contratos, que, por cierto, siguen estando vigentes, pese a que su sucesor anunció que su primera medida tras asumir el mando sería anularlos.
Luego de reiterar que las múltiples acusaciones hacia su gestión al mando del balompié africano son “totalmente falsas, maliciosas y difamatorias”, Ahmad argumentó su decisión de buscar un segundo mandato en el apoyo incondicional de la mayoría de las asociaciones nacionales. Cierto es que 46 de los 54 presidentes de las federaciones miembros de la CAF le enviaron días atrás una carta conjunta pidiéndole que se presentara de nuevo a las elecciones que tendrán lugar el 12 de marzo del año que viene en Rabat (Marruecos). Algo relativamente lógico teniendo en cuenta que esos mandatarios reciben en sus cuentas corrientes personales una subvención personal de 20.000 dólares anuales desde que Ahmad está al mando de la “familia” africana, como suele llamarla.
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Al dirigente malgache no parece quitarle un ápice el sueño el que la Comisión de Ética de la FIFA lo venga investigando desde hace más de un año de los numerosos hechos constitutivos de delito que se le imputan. Sin olvidar que uno de ellos, su implicación directa en el acuerdo de compra de material deportivo por más de 4 millones de dólares a la empresa francesa Tactical Steel, especializada en material para gimnasios, propició su detención por la gendarmería francesa el pasado año en París para ser interrogado por una sospechosa transacción realizada vía correo electrónico entre el propio presidente de la CAF y uno de los dueños de Tactical Steel, Romuald Seillier, a la sazón buen amigo del entonces agregado de Ahmad, Loic Gerand. El pago ulterior de los 4′4 millones se realizaría a tres empresas diferentes, una de ellas radicada en Emiratos Árabes, y sin mediar un solo contrato de por medio.
Lo curioso del caso es que, a falta de apenas cinco meses para que se hagan efectivas esas elecciones presidenciales al trono de la CAF, ni la citada Comisión ni la propia FIFA se hayan pronunciado sobre todas esas denuncias por corrupción y malversación de fondos presentadas contra Ahmad y sus hombres de confianza por dos ex trabajadores de su organización: el ex director financiero, Mohamed El Sherei, y el ex secretario general, Amr Fahmy. “Como política general, el Comité de Ética, al ser un órgano independiente, no comenta sobre posibles procedimientos en curso, ni si se están realizando o no investigaciones sobre supuestos casos”, comentó a principios de semana un portavoz de la FIFA tras ser consultado al respecto por la BBC.
Ambos altos cargos fueron despedidos a los pocos días de conocerse que se habían puesto en contacto con la Cámara de Investigación de la FIFA para dar cuenta de una serie de violaciones financieras y de comportamiento por parte del presidente de CAF. Entre las más graves, acosar sexualmente a cuatro empleadas de su organización, cobrar por partida triple las dietas del Mundial de Rusia (una de la FIFA y las otras dos de la CAF. Ver foto) o no reembolsar los 100.000 dólares que sacó de una de las cuentas de la Confederación Africana para realizar un viaje personal de peregrinación a la Meca con 18 personas, entre amigos y algunos miembros de su Comité Ejecutivo.
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También se conoció una carta (Ver foto) en la que el secretario general de la Federación de Tanzania reclama al Secretario General de la CAF el pago de los US$100.000 anuales prometidos por Ahmad para ayudas a cada Federación africana. De los cuales, US$80.000 son para la FED y US$20.000 para el presidente de la FED de Tanzania, como bien claro deja la carta: Se deben hacer dos pagos: uno a la cuenta de la FED; y otro a la cuenta personal del presidente. Ese dinero se lo prometió Ahmad a todos los presidentes como gratificación por ayudarle a llegar al cargo, y lo enmascara de aquella manera dentro de la ayuda al fútbol de cada país.
De igual modo, la FIFA contenía sin revelar los resultados de la misión encomendada a su secretaria general, la senegalesa Fatma Samoura, de supervisar entre agosto de 2019 y enero de 2020 las finanzas de la CAF. El resultado de dicha labor quedó reflejado en una auditoría realizada por la consultora británica PricewaterhouseCoopers (PwC), y que resultó ser demoledora para los intereses de Ahmad y su tropa de fieles seguidores.
La filtración de dicho informe evidenció con todo lujo de detalles que la CAF es una institución carente de un sistema administrativo y financiero como tal, que adolece además de las mínimas normas de transparencia e integridad requeridos para un organismo de su magnitud. PwC detectó igualmente una enorme cantidad de infracciones financieras y administrativas, muchas de ellas relacionadas con altas sumas de dinero en efectivo, que sacaban empleados de la organización sin ningún tipo de respaldo para su control.