Gabriel Barbosa: los altibajos del héroe
Conocido como 'Gabigol', el delantero brasilero logró darle a Flamengo su segunda Copa Libertadores. Un pasado violento en las favelas de Sao Paulo y varias dificultades en su paso por Europa como jugador hablan de los retos que ha tenido que asumir para crecer como futbolista y como persona.
Andrés Osorio Guillott
“Es que nuestro equipo era muy descontracturado, era alegre. Nosotros íbamos al campo pensando solamente en jugar al fútbol y en aquel plantel había mucha gente a la que le gustaba la música y principalmente el samba, entonces bailando también conseguíamos relajarnos para quitarnos la presión de encima. Es más, hacíamos eso en todos los partidos, no era una falta de respeto hacia el rival. No es bueno estar tenso en el hotel, tenso en el bus hasta el estadio y tenso en el vestuario. Teníamos a Junior comandando el batuque y el resto íbamos atrás acompañando. Después nos poníamos la camiseta y hacíamos nuestro trabajo. Cuando uno se prepara bien para una competición, tiene una tranquilidad total, nosotros éramos un grupo sumamente profesional, con jugadores conscientes de los objetivos. Uno no tenía que preocuparse por si un compañero había salido de noche, se llegaba al entrenamiento y todos trabajábamos duro. Y luego en los partidos todo el mundo corría” afirmaba Zico para el portal Panenka en una entrevista que le realizaron hace varios años.
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“Es que nuestro equipo era muy descontracturado, era alegre. Nosotros íbamos al campo pensando solamente en jugar al fútbol y en aquel plantel había mucha gente a la que le gustaba la música y principalmente el samba, entonces bailando también conseguíamos relajarnos para quitarnos la presión de encima. Es más, hacíamos eso en todos los partidos, no era una falta de respeto hacia el rival. No es bueno estar tenso en el hotel, tenso en el bus hasta el estadio y tenso en el vestuario. Teníamos a Junior comandando el batuque y el resto íbamos atrás acompañando. Después nos poníamos la camiseta y hacíamos nuestro trabajo. Cuando uno se prepara bien para una competición, tiene una tranquilidad total, nosotros éramos un grupo sumamente profesional, con jugadores conscientes de los objetivos. Uno no tenía que preocuparse por si un compañero había salido de noche, se llegaba al entrenamiento y todos trabajábamos duro. Y luego en los partidos todo el mundo corría” afirmaba Zico para el portal Panenka en una entrevista que le realizaron hace varios años.
A Gabriel Barbosa, ‘Gabigol’, lo comparan con la leyenda de Flamengo que había logrado que “el equipo más popular de Brasil”, según afirman los medios, ganara su primera Copa Libertadores en 1981, en un partido en cancha neutral que se disputó en el estadio Centenario de Montevideo, Uruguay.
Lo cierto es que Barbosa, al igual que Zico, la leyenda de la que hablamos, anotó los dos goles que le dieron a Flamengo su segunda Copa Libertadores el pasado 23 de noviembre contra River Plate en el estadio Monumental de Lima, Perú. Y, al igual que la identidad del jugador brasileño que reflejó Zico en la entrevista y que varios deportistas han plasmado en la cancha con la samba y la sonrisa de una finta, ‘Gabigol’ demostró que su lugar en el fútbol era con el estallido popular de Flamengo, con las batucadas de la Nação 12, la barra brava del ‘Fla’, con los carnavales que estallan en Brasil y que influyen en ese fútbol vistoso y rebelde de ese país.
Gabriel Barbosa nació en el municipio de Sao Bernardo do Campo, en Sao Paulo. Su cotidianidad estuvo arraigada a su familia, a una familia que se forjó en medio de la violencia que se desayunaba en las calles de la favela de Montanhao, uno de los sectores más peligrosos de la ciudad debido al crimen organizado que tenía controlado el territorio.
Toda acción provoca una reacción, es una ley de la física. Difícilmente una infancia en medio de un entorno tan complejo como el que se vivía hace varios lustros en Sao Bernardo do Campo no tendría secuelas. El fútbol, como allá en Brasil o como acá en Colombia, se convierte en el escape de muchas personas para alejarse de los conflictos sociales. Y para Barbosa los tiroteos que vio y sintió lo alejaron del miedo, lo fueron formando como una persona que no teme a las figuras de autoridad y que, por un posible instinto de supervivencia, se mantiene firme y retador.
En la mayoría de medios, el jugador brasileño cuenta rápidamente el episodio de los tiroteos que tuvo que vivir de niño. Por lo que es y por lo que su cuerpo comunica por medio de los tatuajes, Barbosa prefiere hablar con sus actos y con su juego.
Con 13 años, ya con cinco perteneciendo a la cantera de Santos, el equipo a blanco y negro que vio pasar a Araken Patusca, a Pelé y a Neymar, referentes del club en su historia, Gabriel Barbosa se había convertido en el goleador de todas las categorías hasta ese entonces. Sus goles han sido siempre los argumentos para defender su presencia en la cancha.
Claudinei Oliveira, entrenador de Santos en 2013, fue quien le permitió debutar al delantero brasileño. Fue justamente contra Flamengo, y en el partido de despedida de Neymar, su gran amigo y cuñado, que Barbosa disputó su primer partido oficial. Fue el 26 de mayo la génesis de una historia que ha tenido sus dramas y sus pleitos, y que en la actualidad pasa por una gran épica tras ser el héroe de la segunda Copa Libertadores del ‘Fla’.
Duró tres años en el equipo que le dio la posibilidad de surgir en el deporte más popular, de hacer de la pelota con la que nacemos muchos en América Latina su sustento, su sentido y su trascendencia. Ganó dos torneos locales, jugó 102 partidos y aportó con 29 goles en ese lapso. Por su desempeño, Rogério Micale, con el previo visto bueno de Tité, escogió a ‘Gabigol’ para comandar el ataque de la selección de Brasil en los Juegos Olímpicos de Río 2016. Neymar, Gabriel Jesús y Gabriel Barbosa conformaron el tridente que le dio a Brasil la medalla de oro en ese torneo.
Luego de la gloria alcanzada en casa, a Barbosa lo llamaron para tocar puerto en Italia. Con el 96, número que representa su año de nacimiento, ‘Gabigol’ llegaba al Inter de Milán, uno de los clubes más representativos de Europa pero que ha dejado extraviar los años dorados en el último tiempo y que ha intentado, con múltiples apuestas, volver a ubicarse en las epopeyas del fútbol en occidente.
El brasileño fue comprado por 25 millones de euros. Jugó nueve partidos y solo marcó un gol. Fue considerado como el peor jugador extranjero en la temporada 2016-2017 de la Serie A. Frank de Boer, extécnico del Inter y del brasileño, confesó que en Italia se burlaron del apodo que tenía el delantero y dedicieron llamarlo ‘gabi no gol’. Su mal rendimiento en la cancha y sus malas relaciones con De Boer o con Stefano Vecchi por haber abandonado un partido antes de que terminara empezaron a sugerir que el delantero era una persona problemática por su irreverencia.
Su paso por Benfica a modo de préstamo fue efímero. Allí también tuvo problemas con el equipo, pues llegó a tener una confrontación con Jardel, el defensa central del equipo portugués.
Los conflictos y los malos resultados le quitaron mérito a los esfuerzos de Barbosa por años. La respuesta era volver al lugar que lo vio surgir. Retornar a sus raíces y a los lugares donde se dice que todo pasado fue mejor era un acto sabio, no solamente para reencontrar su lugar en la cancha, sino para reafirmar su tranquilidad y sus habilidades.
Volvió a Santos en 2018 logrando seis goles y diez asistencias en 20 partidos jugados. Los rumores de ofertas de Europa retornaban a los oídos del artillero, sin embargo, un llamado del destino, de los llamados que toman sentido tiempo después, lo detuvo para llegar a la escuadra de Flamengo, del club que se dice que tiene más de 40 millones de hinchas, del más popular, del que vio pasar a Zico, Ronaldinho, Romario y Bebeto por sus filas.
En este año ya ganó el campeonato Carioca y la Copa Libertadores. Anotó los dos goles, rompió el mito que dicta que “ el que toca la copa no la levanta”, jugó un partido silencioso hasta el minuto 88 en que recibió el llamado “pase de la muerte” para marcar el empate y vaticinar los cinco minutos de gloria que necesitaba él y que necesitó el “Mengao” para reafirmar que el equipo que se comparaba con el legendario Flamengo de la década de los 80 merecía ganar el torneo más importante del continente.
A Barbosa lo expulsaron en el último minuto por provocar a los jugadores e hinchas de River Plate. Mostró su camiseta a la barra argentina, los observó con el orgullo que ha llevado siempre y en un poco más de 90 minutos demostró que podía derribar mitos, silenciar palabras condenatorias y alzarse con el júbilo de una Libertadores. Ya lo que venga será otro relato, pero, por lo pronto, como él mismo lo dijo minutos después “Este momento quedará grabado en la memoria de todos los flamenguistas y brasileños. He hecho historia”.