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La revancha de Leipzig

El fútbol alemán demuestra que la reunificación es un proceso inacabado: 31 años después de la caída del Muro de Berlín, el súbito éxito del polémico club representa la única esperanza del balompié de los estados orientales.

Andrés Balaguera- Especial para El Espectador
10 de noviembre de 2020 - 12:57 a. m.
En la última edición de la Champions, el equipo alemán llegó hasta semifinales.
En la última edición de la Champions, el equipo alemán llegó hasta semifinales.
Foto: AFP - Agencia AFP

No hay dudas de que en Alemania la historia transcurre al ritmo del balón. Con la caída del símbolo de la cortina de hierro en 1989, el sueño de la reunificación parecía ser una realidad.

Sin embargo, tres décadas después, la brecha socioeconómica entre los estados del Este y Oeste sigue vigente. El fútbol, aquel deporte en el que, según el inglés Gary Lineker los 22 jugadores disputan un balón y, al final, siempre gana Alemania, se ha encargado de retratar esa disparidad histórica.

Desde que los mejores equipos de la antigua República Democrática Alemana se sumaron a la tradicional Bundesliga, ningún club oriental ha quedado campeón. Peor aún, hasta 2016 el mayor logro había sido un sexto lugar de Hansa Rostock, que hoy ve rodar la pelota de la élite desde la tercera división.

Así fue hasta que un incipiente equipo de Leipzig, la ciudad insignia del grito de la Revolución Pacífica, quedó en la segunda posición y reavivó la llama del fútbol de los estados otrora comunistas.

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En 2009 Red Bull, la empresa de energizantes del hombre más rico de Austria, compró el modesto equipo de SSV Markranstadt y lo transformó en el RasenBallsport Leipzig. Burlando los límites de la tradicional regla germánica ’50+1′, por la cual se busca impedir que una persona o empresa tenga el control total de un equipo, el naciente club ha protagonizado en los últimos 11 años un verdadero vuelo estratosférico.

En tan solo siete temporadas, RB Leipzig ascendió de la quinta a la primera división. Durante su primer torneo en la cumbre nacional, consiguió quedar de segundo tan solo detrás del todopoderoso Bayern Múnich. Hace un par de meses, se convirtió en el club más joven en llegar a las semifinales de la Champions League y su entrenador, Julian Naggelsman, pasó a la historia como el más zagal en lograrlo.

El proyecto deportivo de los Toros rojos ha sido muy distinto al de los equipos que son adquiridos actualmente por grandes magnates o empresas. El club no se caracteriza por fichajes rimbombantes ni nada por el estilo. En cambio, ha hecho de las academias de los otros equipos de Red Bull su fortín. Por eso, el promedio de edad de sus jugadores no supera los 25 años.

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A pesar del éxito en las canchas, RB Leipzig no ha podido mantenerse alejado de la polémica. Por su trasfondo ha sido blanco de señalamientos y manifestaciones en su contra de los hinchas alemanes más conservadores.

Años atrás en un juego frente al Unión Berlín, el otro conjunto oriental que hoy disputa la Bundesliga, los hinchas rivales, vestidos de negro, exhibieron un cartel que rezaba: “La cultura del fútbol está muerta en Leipzig”. Consecuentemente, ha sido catalogado por muchos como el equipo más odiado del país.

Hoy por hoy, Leipzig se ha posicionado como la ciudad que reivindica el diezmado Este alemán. Aquella urbe en la que nacieron Leibniz y Wagner hoy alza la voz y recuerda que en su suelo también se gestó la Federación Alemana de Fútbol, ese suelo que hoy parece alcanzar el cielo balompédico…aunque sea con las alas de Red Bull.

Por Andrés Balaguera- Especial para El Espectador

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