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Los grandes jugadores que defienden que un gol contra su exequipo no se celebra

Pocas cosas son inevitables en el fútbol y una de esas es la ley del ex. La manera de festejar este tipo de tantos siempre han sido objeto de debate.

Juan Diego Forero Vélez
24 de mayo de 2024 - 12:12 a. m.
James Rodríguez no celebró cuando le marcó a Real Madrid, jugando para Bayern Múnich, en la semifinal de la Liga de Campeones 2018.
James Rodríguez no celebró cuando le marcó a Real Madrid, jugando para Bayern Múnich, en la semifinal de la Liga de Campeones 2018.
Foto: EFE

En 1950 las celebraciones eran todas iguales. Pequeños saltos de alegría incontenible, brazos levantados al cielo, sonrisas lacerantes y abrazos esporádicos. Los rostros amargos del equipo afectado se contraían con furia y enojo. Se filtraban en el ambiente signos de recriminación, insultos en voz baja y maldiciones.

Cuando Juan Alberto Schiaffino marcó el primer gol contra Brasil en el Estadio Maracaná, en 1950, un silencio abrupto se apoderó de las caras confundidas y confiadas de los brasileños. Augusto da Costa, con la cinta de capitán, se refugió detrás de sus compañeros y el partido continuó sin mayor sobresalto. Pero cuando Alcides Ghiggia marcó el segundo tanto, el miedo se apoderó del estadio entero. La celebración, sin embargo, fue febril. Si el Maracanazo hubiera ocurrido hoy, los fanáticos habrían invadido el campo y el goleador habría llevado a cabo una pirueta exótica en el aire, digna de un paratrapecista experto.

El gol es sagrado. Casi tan sagrado como la misma moral, como la ética o los valores. Cuando un jugador marca un gol alcanza la cúspide de su carrera. Por un momento el tiempo se detiene y afloran sus sentimientos más profundos e intensos. Las semanas de entrenamiento se resumen a ese único momento de brillantez y vacuidad; al que el futbolista es invitado de forma privada y secreta. Luego viene la celebración, algo tan humano como la sonrisa y tan natural como las lágrimas de tristeza. Pero celebrar contra el equipo del que se proviene es, por el contrario, un acto pagano.

Ninguna regla escrita prohíbe a un jugador celebrar ante las miradas de sus antiguos fanáticos, pero es un acuerdo que casi todo jugador cumple a cabalidad. Aquí les presentamos tres de los mejores ejemplos que se han recopilado en los últimos años.

James Rodríguez contra el Real Madrid

El colombiano jugaba para el Bayern Múnich tras haber sido desterrado del Real Madrid por Zinedine Zidane. Josef Heynckes lo recibió con los brazos abiertos y lo puso de titular frente al Real Madrid, el 1 de mayo del 2018, en el partido de vuelta de la semifinal de la UEFA Champions League, en el Santiago Bernabéu.

Transcurría el minuto 62. La pelota llegó a media altura desde la banda derecha, de la nada. James, con el dorsal 11, tuvo poco tiempo para planear su movimiento. En un solo segundo el nacido en Cúcuta lanzó un disparo al arco, sin dejar que la pelota tocara el suelo.

Raphael Varane se interpuso en la trayectoria y logró desviar el balón ligeramente, pero no lo suficiente para arrebatarle a James el instante de gloria. El ‘10′ de la selección de Colombia, al ver que el balón estaba muerto en el área, corrió hacia él con premura y, con la pierna derecha, se propuso terminar lo que había iniciado.

El balón pasó por el medio de las piernas de Keylor Navas, que nada pudo hacer ante la violencia del tiro. Y el colombiano miró a la tribuna, casi de forma automática, con rostro taciturno y confundido, pegando las palmas de sus manos en señal de rezo y pidiendo perdón por el tanto marcado.

Cristiano Ronaldo contra el Manchester United

Transcurría la cuarta temporada de Cristiano Ronaldo en el Real Madrid. El número siete ya se había vuelto parte de su identidad pero faltaban aún unos meses para que el luso inventara el ahora inefable “¡SIU!”. El promedio goleador del Bicho en el equipo merengue parecía sacado de una película de ficción de los años ochenta. 1.09 goles por partido en la temporada inmediatamente anterior.

El 13 de febrero del 2013 el Real Madrid visitó Old Trafford. Era el partido de ida de los octavos de final de la UEFA Champions League. Por primera vez, tras su salida, Ronaldo vería de nuevo a la cara a sus viejos compañeros, vería a los ojos a su viejo y olvidado hogar, cubierto por la neblina del pasado y a Sir Alex Fergusson sentado en el banquillo contrario.

Al minuto 20 el United abrió el marcador con gol de Danny Welbeck, y todo era alegría para los Diablos, hasta que, 10 minutos después, suspendido en el aire, a 2,93 metros de altura, apareció CR7 para marcar el gol del empate. Patrick Evra, que lo intentó detener, y Karim Benzema se vieron diminutos a su lado, como liliputienses. El gol fue impresionante. Cristiano corrió a abrazar a sus compañeros con las manos levantadas en señal de arrepentimiento y el gesto tranquilo y sereno.

Frank Lampard contra el Chelsea

Se dice que cuando llegó la hora de definir su futuro, en 2014, el veterano jugador inglés pidió un poco más de tiempo. Quería retirarse en el equipo y permanecer atado al Chelsea hasta su último esfuerzo, pero no quería reducir su salario, y el club simplemente no quiso someterse a sus exigencias. Las directivas decidieron que el momento del adiós había llegado y Frank dedicó una sentida carta a sus fanáticos, despidiéndose con el corazón arrugado.

El año siguiente Lampard llegó al Manchester City, y el 21 de septiembre del 2014 se enfrentó contra su ex equipo en el Etihad Stadium. Los citizens jugaban con un jugador menos y perdían por un gol, pero Frank Lampard empató el partido con una volea dentro del área.

Luego miró al suelo con el rostro completamente transformado y extendió su brazo izquierdo en señal de perdón. Pero el daño era reciente, y los hinchas del Chelsea levantaron pancartas que le quitaban su título de leyenda y le atribuían menos valor que el que merece el más vil de los traidores

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Por Juan Diego Forero Vélez

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