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Cuando Jackson Martínez marcó el tercer gol de Colombia frente a Japón, José Pékerman no celebró excesivamente. Casi de inmediato giró su cabeza hacia el banco de suplentes y le gritó a Faryd Mondragón las palabras claves que harían realidad su sueño: “Alistate que entrás”. Mondragón se preparó, sin importar que no hubiese estirado, tomó unos sorbos de agua, usó algunas gotas para humedecer sus guantes, abrazó y besó al técnico y corrió hasta la zona de cambios. El tablero del cuarto árbitro mostró los números 1 y 22. David Ospina salió pidiendo a los cerca de 25.000 colombianos que estaban en las tribunas del estadio aplausos para su sustituto, su maestro. Se dieron un abrazo y Mondragón corrió con paso firme y los ojos vidriosos hacia la portería sur. Su objetivo se había cumplido: ya era el más veterano en la historia de los mundiales. Ahora su misión era mantener el arco en cero en los cerca de ocho minutos que iba a jugar.
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Con la pierna derecha sacó el único balón que le llegó con peligro, el partido terminó 4-1 y después llegaron la fiesta y el festejo para él y para el equipo que terminó la primera fase con puntaje perfecto. Recibió aplausos de todo el estadio. Lucía tan emocionado que se le salieron varias lágrimas. Fue inevitable recordar la forma en que salió del estadio de Lens en 1998, cuando Colombia quedó fuera del Mundial de Francia a manos de Inglaterra.
Fueron 16 años de espera, en los que Faryd Mondragón estuvo cerca de colgar los guayos y dedicarse a otras actividades, como el modelaje o el comentario deportivo. Incluso en 2011, cuando fue a jugar a la MLS, lo hizo con el propósito de terminar su carrera en una liga tranquila y en un país en el que su familia pudiera estar cómoda. Sin embargo, como él mismo dice, “las cosas no siempre se dan como las pensamos”. Recibió una llamada para volver al Cali en 2012 y, por su cercanía con el club, aceptó la propuesta.
Cuando comenzaron las eliminatorias para Brasil 2014, lejos estaba Mondragón de la selección de Colombia. Incluso desde que atajó en un partido amistoso previo a la Copa América de Argentina, no había vuelto ni a sonar. Es más, para el partido entre Colombia y Argentina, en Barranquilla, Mondragón asistió como hincha junto con su familia. Sin embargo, cuando Pékerman asumió como técnico lo llamó y le dijo que estaba muy conforme con Ospina, quien sería su titular, pero necesitaba a un hombre de experiencia para afrontar un largo camino hacia el Mundial. “¿Cuento contigo?”, le preguntó. “Es un honor”, respondió él. Desde entonces se convirtió como en un miembro más del cuerpo técnico.
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Los fracasos que vivió en su primera etapa con la selección fueron puntos de referencia para esta nueva generación de futbolistas que lideró. David Ospina le contó a este diario en alguna entrevista previa al Mundial de Brasil que siempre le preguntaba a Mondragón cómo era estar en una Copa del Mundo, que se sentaba horas y horas en las concentraciones a oírlo contar anécdotas que lo han enriquecido. Ahora David va por su segundo Mundial, tendrá mucho más que contarle a su ídolo y amigo, a quien superó.
En el Mundial de Rusia 2018, que comenzará el próximo 14 de junio, el arquero Essam El-Hadary, de Egipto, superará a Mondragón, quien jugó con 43 años y tres días. El-Hadary actuará con 45 años, ampliando la diferencia por varios meses, seguramente dejando una marca que se hará insuperable. Claro que hasta que eso no ocurra, un colombiano podrá seguir siendo el más veterano de los Mundiales.