Viaje a la memoria del fútbol italiano: el grito que pide Marco Tardelli

Italia vive momentos críticos por el coronavirus. El excampeón mundial y exjugador del Juventus, Marco Tardelli, pidió un grito de liberación para alejar la pesadilla. Ese grito es el de muchas generaciones e incluye desde los primeros campeones en 1934 y 1938, hasta los que llevaron a Italia las copas de Europa.

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JORGE CARDONA ALZATE
03 de abril de 2020 - 10:21 p. m.
Celebración de los jugadores de Italia en el Mundial de España en 1982. Entre ellos están Marco Tardelli (14), Giuseppe Dossena (10) y Antonio Cabrini. / Tomada de www.Fifa.com
Celebración de los jugadores de Italia en el Mundial de España en 1982. Entre ellos están Marco Tardelli (14), Giuseppe Dossena (10) y Antonio Cabrini. / Tomada de www.Fifa.com
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“Me imagino un grito colectivo de liberación. Sueño con un grito como el del 82 que aleje la pesadilla”.  A sus 65 años, así escribió en sus redes sociales el exfutbolista del Juventus, campeón mundial en 1982, Marco Tardelli, como una forma de aliento a la sociedad italiana que por estos días resiste la embestida del coronavirus. Ya pasan de trece mil las víctimas mortales, la mayoría murieron solas, alejadas de sus familias. Desde las ventanas y balcones solo se invoca un “fuerza Italia”, y la invitación de Tardelli es la de una nación futbolera que despide a mucha gente que vibró en sus estadios.

Como homenaje a todos ellos, a esa Italia cuatro veces campeona mundial de fútbol, y para que el grito que pide Tardelli sea más prolongado y sensible, cabe recordar otros goles que hicieron saltar de sus sillas a los que ya no están o que se fueron antes de la crisis, porque la escuadra azzurra también resume la historia de Italia. Con una cronología que empieza en el mundial de 1934, con más exactitud el 10 de junio, cuando en el estadio de Roma, el equipo que conducía Victorio Pozzo se alzó con la victoria. No falta quien recuerda la mano amenazadora del Duce Mussolini, pero eso no borra el gol de Ángelo Schiavio.

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 La final se jugó contra Checoeslovaquia, que faltando quince minutos para el cierre se fue en ventaja. Cuando todo parecía perdido, a cinco minutos del pitazo final, el argentino nacionalizado Raimundo Orsi logró la paridad. Vino el alargue, y en el primer minuto, a pase de Enrique Guaita, también argentino de origen, llegó el gol de Schiavio. Donde más se gritó la conquista fue en Bolonia, donde este delantero no solo fue campeón, sino que siempre defendió los colores del equipo de casa. El marcador no se movió más y la Italia de Giussepe Meazza o Luis Monti fue por primera vez campeona del mundo.

 Cuatro años después repitió la hazaña. El mundial se disputó en Francia en 1938, a las puertas de la Segunda Guerra Mundial, y sólo acudieron quince equipos porque el régimen nazi ya había anexado a Austria. El equipo italiano barrió con todos. Después de la fase de grupos, dejó en el camino a Noruega, Francia y Brasil. Esta vez la final fue con Hungría en el estadio olímpico de París el día 19 de junio. El equipo de Victorio Pozzo no tuvo mayores dificultades para deshacerse de su rival y lo derrotó por 4 a 2. Pero de todos modos el juego tuvo su dramatismo y sólo se resolvió en los minutos finales.

Hasta el minuto 70, Italia ganaba cómodamente 3 a 1, pero los húngaros no se dieron por vencidos y apretaron el juego. El desahogo llegó cuando el reloj marcaba el minuto 82, cuando en respuesta a un pase de la muerte, llegó de atrás Silvio Piola y puso el 4-2 definitivo. Ese grito premió a uno de los goleadores más significativos del fútbol italiano Silvio Piola. Jugador del Lazio, Torino y Juventus que además dejó memoria de treinta anotaciones con la selección. Antes de que se iniciara el horror de la Segunda Guerra, el tercer goleador italiano de su historia se hizo presente y su gol se celebró en toda la nación.

Después de la oscura noche de la barbarie, cuando cesó la guerra que dejó más de un millón de italianos muertos, con el sello de la república, aunque nunca se fueron del todo, regresaron los goles repartidos. A falta de triunfos en los mundiales de Brasil 1950 y Suiza 1954, los equipos del Calcio empezaron a mostrar condiciones. El primero que se acercó fue Milan, subcampeón de la Copa de Campeones de Europa (hoy champions) en el torneo 1957-1958 que se llevó el Real Madrid, pero a la vuelta de la esquina, en los 60, el equipo rossonero tocó la gloria al quedarse con el mismo trofeo, pero en la edición de 1963.

 El momento crucial se vivió el 22 de mayo de 1963 en estadio de Wembley, cuando el equipo de Nereo Rocco se impuso 2 a 1 sobre el Benfica de Portugal. El equipo luso empezaba a vivir los ecos de la maldición de Bela Guttman, y el italiano fue su primer verdugo después de dejar en el camino a Galatasaray de Turquía y el Dundee de Escocia. El Benfica no era un rival fácil y llegaba de ganar sucesivamente la copa de clubes de Europa en sus ediciones de 1961 y 1962. Además, contaba con la figura estelar del momento en Europa, el delantero Eusebio, que se adelantó en el marcador al minuto 18.

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 Sin embargo, en la segunda etapa apareció el héroe de la jornada: José Altafini. El delantero brasilero pero triunfante en Italia, anotó en los minutos 58 y 68. Esa segunda anotación, a pase del bambino de oro Gianni Rivera, provocó un grito de victoria en toda Milán. El equipo de Cesare Maldini o Giovanni Trapattoni se llevó la copa de campeones y dejó en la memoria de los hinchas el recuerdo de un goleador de raza. Un delantero que se hizo en Palmeiras, pero que después se cansó de hacer goles en Milan, Napoli y Juventus, en una carrera deportiva de veinte años que se prolongó hasta 1966.

 Y para demostrar que era el momento para los clubes de Italia, enseguida llegó la doble hazaña del Inter, a la cabeza de uno de los técnicos más exitosos de la historia del fútbol: el cosmopolita Helenio Herrera. Al frente de un equipo de talentos con la capacidad de Tarcisio Burgnich, Giacinto Facchetti o Sandro Mazzola, primero se impuso en 1964 dejando en la fase previa a Mónaco de Francia, Partizán de Yugoeslavia y Borussia Dortmund de Alemania. La final la jugó en el Praterestadion de Viena (Austria) contra el Real Madrid el 27 de mayo. El marcador final fue 3 a 1 y el héroe fue Sandro Mazzola.

 Hijo del histórico jugador Valentino Mazzola, que perdió la vida junto a sus compañeros del Torino en accidente de aviación en mayo de 1949, Sandro Mazzola golpeó dos veces aquella jornada histórica. Abrió la pizarra al minuto 43, agonizando la primera fase, y cuando el Real Madrid de Miguel Muñoz, que aún contaba en sus filas con Di Stéfano, Puskas y Gento, se puso cerca a la igualdad, cerró Mazzola con un gol ruidosamente celebrado en el minuto 77. Él mismo contó después que, al final del encuentro, Puskas salió al paso para entregarle su camiseta y recordarle que era un auténtico digno hijo de su padre Valentino.

 Al año siguiente, la fiesta final fue en casa, en el estadio Giuseppe Meazza ante más de 80.000 espectadores. Esta vez el rival fue el Benfica, que volvió a cargar con su maldición. El único gol del encuentro lo logró el brasilero Jair Da Costa en el minuto 42 de la primera parte. Premio a un goleador, extremo derecho, que llegó del Portuguesa, pero que casi durante una década triunfó después en el fútbol italiano con las casacas de Inter y Roma, antes de cerrar su carrera en Santos. Ese 27 de mayo de 1965, al arquero Costa Pereira del equipo rival se le fue el balón entre las manos, y ese gol solitario se oyó en toda Italia y fue suficiente.

 Eran los tiempos del catenaccio y, a punta de táctica, los italianos fueron reyes del viejo continente. La prueba es que, en 1968, la escuadra azurra se llevó la Eurocopa en un partido de desempate contra Yugoeslavia el 10 de junio. Tras dejar en el camino a Rumania, Suiza, Chipre, Bulgaria y la Unión Soviética, la cita final fue en el estadio olímpico de Roma, repleto para ver como uno de sus ídolos, Luigi “Gigi” Riva, considerado por los expertos como el goleador de goleadores, abrió la cuenta en el minuto 12. Un gol que celebró toda Italia. El segundo lo hizo Pietro Anastasi. Y no se habían cerrado las victorias en los años 60.

 Antes de bajar el telón de la década, en 1969, concluyendo un ciclo dorado, Milan volvió a ser campeón de Europa. Dejó en el camino a Malmo de Suecia, Celtic de Escocia y Manchester United de Inglaterra. En la final, disputada en el estadio Santiago Bernabeu de Madrid el día 28 de mayo, se impuso sobre el equipo que años después iba a ser historia: el Ajax de Holanda, dirigido por Rinus Michels desde el banco, y Johan Cruyff en la cancha. Además, fue victoria por goleada, 4 a 1. El jugador de la final fue Pierino Pratti con goles en los minutos 7, 40 y 75. Honor a un goleador que dejó memoria en Milan, Savona, Roma y Fiorentina.

No fue gratuito que Italia llegara con credenciales de campeón al mundial de Méjico 1970. En fase de grupos empató con Israel y Uruguay y derrotó a Suecia. Después goleó a Méjico para protagonizar el partido más emotivo en la historia de los mundiales: la semifinal con Alemania que ganó 4 a 3. Sin embargo, en la final tuvo que vérselas con uno de los equipos más completos de la historia, el Brasil de Mario Zagallo, con toda la banda a cuestas: Carlos Alberto, Gerson, Rivelino, Tostao, Rivelino, Jairsinho y Pelé. Ganó Brasil 4 a 1 y el consuelo italiano fue el gol de Roberto Boninsegna en el minuto 37.

 Los años 70 en Europa, a nivel de selecciones y clubes fueron para Alemania y Holanda, con cierre inglés en el comienzo del primer ciclo dorado del Liverpool y la sorpresa del Nottingham Forest. Italia no logró un desempeño exitoso en los mundiales de 1974 en Alemania y 1978 en Argentina, y lo más cercano a la victoria fue el segundo lugar en la copa de campeones de Europa del Juventus de Turín en 1973, cuando cayó en la final con el Ajax de Cruyff, dirigido por Stefan Kovacs.  La gloria solo regresó hasta los años 80, pero valió la espera porque empezando la década restituyó su condición de campeona del mundo.

 El mundial de España 1982 no empezó cómodo para los italianos. En fase de grupos empataron tres veces con Polonia, Perú y Camerún, lo que lo ubicó en segunda ronda junto a dos de los favoritos: Argentina y Brasil. Primero se deshizo del equipo de Maradona por 2 a 1, y luego protagonizó uno de los juegos más recordados en la cronología del fútbol mundial. Contra todos los pronósticos, derrotó 3 a 2 al Brasil de Tele Santana con su “dream team” de jugadores: Zico, Falcao, Toninho Cerezo, Eder, Sócrates o Junior, entre otros. El pragmático e inspirado Paolo Rossi hizo los tres goles que cambiaron la película del torneo orbital.

 Después Italia se reencontró con Polonia y la derrotó 2 a 0. Esa victoria le dio el tiquete a la final contra Alemania que se disputó en el estadio Santiago Bernabeu de Madrid el 11 de julio de 1982. La cuenta la abrió Paolo Rossi iniciando la segunda etapa y luego vino el gol de Marco Tardelli. El reloj marcaba el minuto 69. Alemania atacaba con Rummenigge, pero llegando de atrás Rossi recuperó la pelota, se la cedió a Gaetano Scirea y este armó el contragolpe asociándose con todos. Con Bruno Conti que avanzó hacia el área chica alemana, otra vez con Rossi que entró a la triangulación, y con Giuseppe Bergomi.

Entonces llegó el recordado instante. El centrocampista Marco Tardelli llegó acompañando de atrás por todo el centro de la cancha, recibió de Bergomi y, antes de que la saga teutona lo neutralizara, empalmó un zurdazo que dejó parado al meta alemán Harald Schumacher. Al gol de Marco Tardelli, millones de veces repetido en videos y ahora en redes sociales, le siguió su emotiva celebración, considerada una de las más vibrantes en la historia de los mundiales. Tanto que ese es el grito que el exjugador de Pisa, Como y Juventus pide a sus compatriotas para alejar la pesadilla que viven por el coronavirus.

En el minuto 81, Alessandro Altobelli logró la tercera anotación y le bajó la persiana al juego. Aunque dos minutos después Paul Breitner consiguió el descuento, ya la suerte estaba echada. Italia logró su tercer título mundial, y fue la consagración de un equipo que dirigió Enzo Bearzot contra una lluvia de críticos, y que catapultó a la condición de héroes, además de los ya citados, a Dino Zoff, Claudio Gentile, Fulvio Collovati, Gabriele Oriali, Antonio Cabrini, Bruno Conti y Francesco Graziani, entre otros. Todos fueron honrados, pero el gol de Tardelli estremeció de norte a sur y viceversa la bota italiana.

La racha exitosa italiana continuó, aunque no con victorias, pero Juventus fue segundo en la Copa de Campeones de Europa de 1983 detrás de Hamburgo; y en 1984 repitió el segundo lugar en el mismo torneo detrás de Liverpool. La revancha llegó en 1985 con el partido que no debió jugarse ese día. Fue el día 29 de mayo en el estadio de Heysel (Bélgica). Antes del encuentro, los hooligans ingleses que acompañaban al Liverpool provocaron una tragedia. Sus desmanes en la tribuna causaron una avalancha que dejó 39 personas muertas y más de 600 lesionados o heridos. 32 de las víctimas eran simpatizantes del Juventus.

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 A pesar de lo sucedido en Bruselas, hora y media después de la tragedia se jugó la final y Juventus ganó con gol solitario de penalti de Michel Platini en el minuto 57. Por primera vez Juventus llevaba a sus vitrinas la orejona, como se le denomina a la Copa de Campeones de Europa, hoy Champions League. Con un equipo dirigido por el exjugador Giovanni Trapattoni y cuya columna vertebral -Cabrini, Scirea, Tardelli, Rossi- era la misma de la selección Italia. Una celebración agridulce porque Juventus venció y Platini fue balón de oro, pero hubo luto en 32 familias italianas, cuatro belgas, dos francesas y una británica.

 Después de la tragedia hubo sanciones a los clubes ingleses, procesos penales a los hooligans y cambios en la seguridad de los estadios, pero nada pudo borrar esa mancha en el fútbol. En cuanto al balompié italiano, uno de sus clubes no tardó mucho tiempo en volver a ser ungido como uno de los grandes. Lo hizo el Milan, conducido por el estratega Arrigo Sacchi, con sendos campeonatos en Europa. En 1989, aplastando en la final al Steaua  Bucarest de Rumania donde jugaba el histórico Gheorghe Hagi; y repitió en la temporada 1990 en la final contra el Benfica, al que derrotó por la mínima diferencia.

 En la primera de esas finales, disputada el 24 de mayo de 1989 en el Camp Nou de Barcelona (España), los goles del conjunto italiano fueron de dos de sus figuras holandesas: Marco Van Basten y Ruud Gullit. La del año 90 se libró en el Pratestadion de Viena el 23 de mayo, y el autor del único gol en el minuto 68 fue el holandés Frank Rijkaard aprovechando un balón filtrado. Doble premio a un equipazo italiano inolvidable que, además de los holandeses, contó en sus filas con los nacionales Giovanni Galli, Alessandro Costacurta, Franco Baresi, Paolo Maldini, Carlo Ancelotti y Roberto Donadoni, entre otros.

Dos semanas después de la segunda victoria en línea del Milan se inició el mundial de fútbol Italia 1990. Una fiesta en casa diseñada para que el local fuera el campeón. Pero ocurrió lo inesperado. Tras dejar atrás a Checoeslovaquia, Austria y Estados Unidos en la fase de grupos, a Uruguay en los octavos de final, y a Irlanda en cuartos, el 3 de julio empató con Argentina 1 a 1. Se fueron a penales, pero Roberto Donadoni y Aldo Serena fallaron sus cobros. El astro argentino Diego Armando Maradona, ídolo del Napoli, les dio el puntillazo. El equipo italiano se tuvo que conformar con el tercer lugar tras vencer a Inglaterra.

 La racha negativa siguió de largo. En 1992, el sorpresivo Sampdoria perdió la final de la Champions 1 a 0 ante el Barcelona de Johan Cruyff. Al año siguiente, por idéntico marcador, Milan sucumbió ante el equipo francés Olimpique de Marsella. Pero la derrota más dura ocurrió en el mundial de 1994 en Estados Unidos. La selección que dirigió Arrigo Sacchi arrancó con apremios. Entró a la segunda fase como cuarto mejor tercero. Luego venció a Nigeria, España y Bulgaria por el mismo marcador 2 a 1. Pero en la final con Brasil, el juego terminó 0 a 0, se fueron a penales y erraron Franco Baressi, Daniel Massaro y Roberto Baggio.

 Por fortuna, ese 1994 no se fue en blanco para los italianos. Semanas antes del mundial, Milan volvió a ser campeón de Europa, goleando al encopetado Barcelona de Joseph Guardiola, Romario, Hristo Stoikov y Ronald Koeman. Fue jornada soñada la del 18 de mayo en el estadio Olímpico de Atenas (Grecia). Todo le salió al equipo que orientaba Fabio Capello y fue la revancha del delantero Daniele Massaro. En los minutos 22 y 45 puso en ventaja al equipo rossonero y el Barcelona de Cruyff no pudo reaccionar. Dos goles más de Dejan Savicevic y el francés Marcel Desailly devolvieron la gloria a los italianos.

 Al año siguiente, Milan acarició la victoria en la Champions, pero se la arrebató Ajax de Louis Van Gaal por la mínima diferencia. Pero en 1996, de nuevo el éxtasis tocó a los italianos. Esta vez al Juventus de Marcelo Lippi. Después de dejar regados en el camino a Borussia, Steaua Bucarest, Rangers de Escocia, y Nantes de Francia, se encontró en la final con Ajax. El juego se disputó el 22 de mayo en el estadio Olímpico de Roma y finalizó 1 a 1. En la suerte de los penales, Ajax botó dos y Juventus hizo los cuatro. Las anotaciones de Ciro Ferrara, Gianluca Pessoto, Michele Padovano y Vladimir Jugovic se celebraron a rabiar.

 Aquel fue un Juventus para el recuerdo. Además de los referidos, estuvieron Antonio Conte, Alessandro Del Piero y Fabrizio Rabanelli. Sin embargo, contra los comentaristas que lo daban como invencible o favorito, al año siguiente 1997, ese mismo equipo reforzado con el francés Zinedine Zidane, Paolo Montero y Cristian Vieri, perdió la final con Borussia Dortmund 3 a 1. Y la volvió a perder en la edición de 1998, esta vez ante el Real Madrid que orientó Jupp Heynckes, y que tenía un soberbio equipo con Bodo Ilgner, Roberto Carlos, Fernando Hierro, Clarence Seedorf, Fernando Redondo y Raúl González, entre otros.

Todo iba bien en el mundial de 1998 en Francia, pero quedó por fuera ante el local en definición de penales en cuartos de final. En la cita orbital de 2002 en Corea y Japón, pasó la fase de grupos, pero se quedó en la segunda etapa en sorpresiva derrota ante Corea. Al año siguiente 2003, ocurrió lo impensado: a la final de la champions llegaron dos equipos italianos: Juventus y Milan. El primero a órdenes de Marcelo Lippi, el segundo en manos de Carlo Ancelotti. La final se jugó el día 28 de mayo en el estadio Old Trafford de Manchester (Inglaterra) y terminó sin que los equipos lograran romper la valla de sus contrarios.

 En la definición desde los 12 pasos, los equipos desperdiciaron la mitad de los cobros, pero el definitivo lo consiguió el ariete ucraniano Andriy Shevchenko. Milan volvió a cantar victoria y ese gol premió a un equipo renovado donde brillaron Genaro Gatusso, Andrea Pirlo, Rui Costa y Filippo Inzaghi. El arquero ganador fue el brasilero Dida y el perdedor el inagotable italiano Gianluigi Buffon. No obstante, este mismo equipo, pero con Kaká, Cafú, Hernán Crespo y Nesta, perdió la Champions dos años después, en 2005, en el juego que quedó marcado en la historia como “El milagro de Estambul”.   

 En el estadio Ataturk de Estambul (Turquía), al término del primer tiempo Milan ganaba holgadamente a Liverpool por tres goles. Pero entre los minutos 54 y 60, el equipo inglés alcanzó la paridad. Se fueron a penales y los héroes de 2003 pasaron a ser los verdugos. El Liverpool del español Rafael Benítez se quedó con la copa. La revancha del fútbol italiano se dio en el mundial de Alemania 2006. Sin mayores apremios, la escuadra azzurra superó la fase de grupos frente a Ghana, República Checa y Estados Unidos. Luego superó en octavos a Australia por la mínima diferencia.

 En cuartos de final derrotó a Ucrania 3 a 0 y en la semifinal a la local Alemania por 2 a 0. El último juego entre Italia y Francia se libró en el estadio Olímpico de Berlín el día 9 de julio. Los galos se fueron arriba en el marcador con gol de Zidane empezando el partido, pero al minuto 18 empató Marco Materazzi. Así terminó el juego y a la hora de la verdad, los italianos acertaron en sus cinco cobros. Por Francia erró David Trezeguet. Los héroes fueron Andrea Pirlo, Marco Materazzi, Danielle de Rossi, Alessandro Del Piero y Fabio Grosso. Cinco goles históricos y la Italia de Marcelo Lippi campeona del mundo.

 Al año siguiente, Milan se sacó la espina del milagro de Estambul, y, después de una brillante campaña en la que dejó atrás a Celtic, Bayern y Manchester United, derrotó en la final al Liverpool de Inglaterra. La final se disputó en el estadio Olímpico de Atenas el 23 de mayo de 2007. Con su olfato goleador, el jugador que puso a los rossoneros a celebrar fue Filippo Inzaghi. Sus goles en los minutos 45 y 82 regresaron a Milan al sitial de los campeones. El primero de tiro libre rasante al palo izquierdo del arquero José Reina, y el segundo en jugada personal, eludiendo al meta español y redondeando la victoria del equipo de Ancelotti.

 El mundial de 2010 en Sudáfrica solo dejó amargos recuerdos. Italia eliminada en primera fase y sin victorias. Por fortuna, ese mismo año, los aficionados al Inter volvieron a saborear la gloria. Después de 45 años, se llevó la Champions League en una casa favorable: el estadio Santiago Bernabeu de Madrid. Fue el día 22 de mayo y el héroe de la jornada en el encuentro definitivo ante el Bayern de Alemania fue el delantero argentino Diego Milito con goles en los minutos 35 y 70. El segundo con definición de crack. El equipo de José Mourinho se consagró con Julio César, Maicon, Lucio, Samuel, Zanetti y Cambiasso, entre otros.

Desde entonces, la gloria futbolística le ha sido esquiva a los italianos. En el mundial de 2014 en Brasil, no pasaron de la fase de grupos. En 2015, el equipo Juventus que orientó Máximo Allegri perdió la final de la Champions con Barcelona. En 2017, volvió a perder la final, esta vez con el Real Madrid de Zinedine Zidane. Al mundial de Rusia 2018 no clasificó y fue la selección campeona ausente. En 2019 el que más avanzó en la Champions fue Juventus que se quedó en los cuartos de final con Ajax de Holanda. En 2020, hasta cuando empezó la crisis del coronavirus seguían en competencia Napoli y Juventus.

El mundo deportivo, como casi todo, está hoy suspendido. Nadie sabe quiénes serán campeones o cuándo volverán las ligas. Pero la sociedad italiana, como la española, viven momentos críticos. Por eso, cuando Marco Tardelli pidió un grito colectivo de liberación a su gente, como el suyo del minuto 69 en la final contra Alemania en el mundial de 1982, no solo se lo solicitó a los del Juventus donde fue campeón, sino a los del Inter, Milan, Fiorentina, Napoli, Roma, Lazio, Atalanta, Cagliari, Parma, Sampdoria o Torino. Todos son Italia, todos merecen vivir. Fuerza Italia. Resiste Azurra, esta pandemia también pasará. 

Por JORGE CARDONA ALZATE

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