Ingrit Lorena Valencia Victoria nació hace 33 años en el municipio de Morales (Cauca). Creció en la vereda El Arenal, en medio de la naturaleza y las labores del campo, de la siembra de plátano y yuca. A pesar, de que vivía en una región agobiada por el conflicto armado y escuchaba a diario historias dramáticas que contaban sus abuelos, , tuvo que enfrentar la dura realidad de una sociedad violenta e intolerante cuando alrededor de los 13 años se trasladó a Cali.
Valencia sufría de bulling, que le hacían sus compañeros de colegio, por su acento y forma de vestir. Sin embargo, ella respondió por instinto, de la misma manera, con puños y palabras de grueso calibre. “En el colegio me la pasaba peleando. Les pegaba a los niños que me la querían montar. Sentía esa adrenalina y me ganaba muchos regaños y suspensiones”, recuerda Ingrit con algo de pena, pero también con una sonrisa pícara que confirma que no se arrepiente de haberlo hecho.
A pesar, del conflicto en el que vivía la boxeadora colombiana pudo darse cuenta de que era buena dando golpes y fintando, así que un día decidió presentarse a la Liga de Boxeo del Valle para tratar de pulir el talento. También pensó en dedicarse al fútbol, porque también lo hacía bien, pero apenas se probó unos guantes entendió que eran lo suyo.
Necesitó un par de entrenamientos para demostrar sus condiciones y fue escogida para la selección departamental, con la que pronto obtuvo buenos resultados. Alternaba sus prácticas con los estudios y algunos trabajos temporales en ventas, como cocinera en obras de construcción o minería.
Tuvo que retirarse temporalmente del deporte porque quedó embarazada. Después, su hijo, Johan Estiven, se convirtió en su gran motivación para seguir adelante. “Él ha sido mi maestro, me ha enseñado mucho de la vida, me ayudó a enfocarme en lo verdaderamente importante y a dedicarme con disciplina y tenacidad a mi deporte”, comentó la caucana.