Juan Pablo y Sebastián Montoya: De tal palo tal astilla

El hijo del mejor piloto colombiano de la historia debutará con el equipo Prema en la Fórmula 4 italiana, en el circuito de Monza. El joven, de 14 años, busca escribir su propia historia.

Juan Carlos Salgado Jaramillo
23 de febrero de 2020 - 02:00 a. m.
Sebastián Montoya, corredor de la F4 que le sigue los pasos a su papá, Juan Pablo Montoya. / Cortesía
Sebastián Montoya, corredor de la F4 que le sigue los pasos a su papá, Juan Pablo Montoya. / Cortesía

Aquello de poderles dar a los hijos lo mejor y que no sufran lo que vivieron sus padres le cae a la perfección a Sebastián, el primogénito de Juan Pablo Montoya, el campeón de la Fórmula 3.000 Europea, la serie Cart, las 500 Millas de Indianápolis en dos oportunidades y el ganador de siete Grandes Premios en la Fórmula Uno, además de ser el encargado de generar una fiebre de más de 40 grados en el país y de poner, en su momento, a hablar de automovilismo a los colombianos.

A sus 14 años, y tras haber hecho la escuela del kartismo, el hijo mayor de la familia Montoya-Freydell se dará el lujo de debutar el próximo 15 de mayo en la Fórmula 4 italiana, en uno de los templos de la velocidad, el de Monza, escenario en el que coincidencialmente su progenitor logró su primera victoria en la máxima categoría, en septiembre de 2001, con la escudería Williams, que en ese entonces equipaba motores BMW. Y lo hará en un equipo de punta, algo que es fundamental para pensar en victorias, y eso lo sabe muy bien Sebastián, quien considera que precisamente “siempre estar en un top team” es el consejo más sabio de su abuelo Pablo, quien tuvo la inteligencia y se dio mañas para llevar a Juan Pablo a lo más alto en el difícil mundo de la velocidad.

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La historia de Sebas, como lo llaman cariñosamente, es bien diferente a la de su padre, quien tuvo que esperar hasta los 17 años para dar el salto a los monoplazas, cuando contra viento y marea, y frente a la oposición de las figuras del momento en el país, pudo entrar a formar parte de la grilla de la Fórmula Renault colombiana, una categoría que se corría en el Autódromo de Tocancipá con chasises ingleses Van Dirmen y que eran propulsados por motores de 2,0 litros de la marca francesa.

Campeonato que tuvo como gestor a Adel Kassem, en ese entonces presidente del club Los Tortugas, y que en la época era el punto más alto de una pirámide que tenía como base la Copa Swift 1.0 y un segundo escalón en la Copa Swift GTi.

Un debut en el que el bogotano puso su impronta con la pole position, dejando en claro que quienes le decían a Pablo “más bien corra usted porque su chino es un peligro”, estaban muy equivocados.

Pero las puertas parecen abrirse con más facilidad para Sebastián, aunque obviamente antes de tocar las de la escudería Prema, “hubo mucho trabajo. Había cumplido todas las etapas en los karts y este era el siguiente paso”, dice el joven corredor.

¿Y por qué la Fórmula 4 italiana? Porque los tiempos han cambiado, y si bien en los de Juan Pablo el primer paso, antes de llegar a la Fórmula 3 y la Fórmula 3.000, era la Vauxhall Lotus inglesa, hoy es diferente, y como lo explica Sebastián: “La primera categoría de fórmulas es la F4 y varios países tienen su propia F4. La italiana es la más competitiva, seguida por la alemana”.

Y quién lo creyera, aunque de otra manera, los apellidos Montoya y Schumacher se vuelven a encontrar, pues el hijo de Michael Schumacher, Mick, y quien es seis años mayor que Sebastián, es la figura del equipo Prema en una categoría superior, la Fórmula 2, hoy en día la antesala de la Gran Carpa.

Los hijos de las grandes figuras del deporte son conscientes de que llevar el apellido de sus padres, aunque pesa y puede marcar diferencia, no es fácil. O si no que lo diga el canadiense Jacques Villeneuve (el hijo de Gilles), solo por mencionar un ejemplo. Y al respecto el nuevo integrante del equipo Prema en la F4 italiana considera que “tiene sus cosas buenas y malas. Ahorita soy el hijo de Montoya, pero espero que cambie y que él se vuelva el papá de Montoya”.

No hay dudas de que Sebastián lleva ese apellido. Se parecen en muchas cosas, incluso en lo parcos para contestar, pero sobre todo, como él lo reconoce, “en que nos apasionan los carros y la velocidad”.

La relación padre e hijo, podría decirse, se parece en parte a la que vivieron Juan Pablo y Pablo en su momento. Claro, son personalidades diferentes, pero hay similitudes, y eso se puede concluir tras escuchar al joven, que si bien nació en Miami, se siente muy colombiano. “Mi papá es mi papá, pero en la pista es mi coach. Nos costó entenderlo, pero ahora lo llevamos bien”.

Es su referente y por eso afirma con orgullo que admira “lo agresivo que es en la pista y lo que trabaja para ganar”. Además, piensa que Connie, su mamá, también ha sido muy importante en este recorrido, del cual apenas se han cumplido los primeros kilómetros. “Mi mamá ha sido un ejemplo y apoyo en todo lo que he hecho. Todo lo que sé hacer por fuera de la pista es gracias a ella”, reconoce.

Está ansioso con el debut, y de sus primeras sensaciones con el monoplaza dice que “han sido buenas. En algunas pruebas (test) he estado rápido, en otras bien y horrible en algunas. Esto no va a ser fácil, pero voy a trabajar muy duro”, pues este nuevo proyecto automovilístico en la familia Montoya está encaminado “a correr, tratar de ganar y pasar bueno. Si eso pasa quiero llegar a la Fórmula Uno, pero lo más importante, por el momento, es poder correr”.

Y bueno, pese a su juventud y gracias a las credenciales de su padre, ha tenido la fortuna de estar en el paddock de la máxima categoría del automovilismo mundial, que espera con ansias nuevas figuras y protagonistas. “Pude ver los carros y unos equipos, y es increíble todo, pero sería muy diferente cuando uno es el piloto”.

Y tiene todo para serlo, pero solo el tiempo dirá si Sebastián podrá superar a su padre y ponerle la cereza que le faltó al pastel. Y de suceder eso, poder escuchar “ahí va el padre de Sebastián Montoya, el gran campeón de la Fórmula 1”.

Por Juan Carlos Salgado Jaramillo

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