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Mi papá era futbolista aficionado y sus terceros tiempos eran bastante complejos. Comenzaba con una cerveza y se excedía en botellas hasta llegar a una tremenda borrachera. No era fácil para él controlarse. En mi familia también había antecedentes de drogadicción. Además, vivíamos en un barrio popular de Bogotá en el que el vicio era algo común y corriente. Así que fue mi madre la que me incentivó para que me interesara por dedicarle tiempo al deporte y así no tuviera la posibilidad de caer en desgracia. Comencé en montar en bicicleta de manera recreativa, pero poco a poco me fui engomando.
Compraba revistas de ciclismo, oía por radio las carreras nacionales y estaba pendiente de los grandes referentes de este deporte en el país y en el mundo. Sin embargo, me dijeron que si me decidía por el ciclismo me iba a morir de hambre, pues en Colombia era muy jodido vivir del deporte. Así que no me apoyaron más y me tocó dedicarme de lleno al estudio. Pero cuando me casé, fue mi esposa la que sí me comenzó a acolitar el tema de la bicicleta.
Cuando nació Esteban, nuestro primer hijo, teníamos claro que debíamos llevarlo por el camino del deporte, para mantenerlo alejado de las drogas, el trago y que tuviera mucha disciplina. Le enseñé a Esteban la pasión por el ciclismo, le regalé afiches, revistas, le mostré videos. Claro que a él lo que más le llamó la atención del deporte, en un inicio, fue el atletismo. Le encantaba correr y cómo no iba a apoyarlo.
Recuerdo ese día que lo inscribí en una competencia en Soacha. Llevaba dos o tres meses entrenando y me había dicho que quería competir, así que le di gusto. Eran más o menos 300 niños y no se me olvida que tras la primera vuelta el que primero pasó por la meta fue Esteban. Ahí dije en mi mente: “Ahí hay algo”.
Él me veía a mí montando bicicleta con mis amigos, así que un día nos acompañó y no se volvió a bajar de la bicicleta. Para mí fue muy especial, porque él estaba haciendo lo que más me gustaba, tenía talento y entendí que, si lo apoyaba, él sería quien cumpliría el sueño que yo tuve de ser profesional.
Siempre tuvo el chip de la importancia de la disciplina, así que a pesar de todas las tentaciones que existen en los colegios para desviarse del camino, él tuvo claro lo que quería y entendió que no podía trasnochar si quería entrenar al otro día. No podía hacer una serie de cosas que para sus compañeros eran normales, pues él tenía un sueño y un objetivo grande.
Nunca hubo un momento en el que él dudara de lo que quería. No se quiso bajar de la bicicleta. Siempre fue muy determinado y nunca lo vi cansado. Es más, no fue necesario preguntarle si quería otra cosa, pues lo veíamos feliz.
Prepararse ha sido clave. Desde que comenzó en el ciclismo, yo le decía que su gran objetivo debía ser el Tour de Francia. Pensando en eso él ha trabajado siempre. Cada carrera que ha ganado es un escalón. No hay tiempo para conformarse y siempre está la ilusión de mejorar. Y también viene el trabajo psicológico. Este año, si Dios quiere, va a correr su primer Tour, pero por más que sea su gran sueño, no necesariamente tiene que ganarlo ya. Le quedan siete u ocho años de carrera y en algún momento llegará ese día. Y bueno, si lo gana antes, pues se comenzará a pensar en ganar más.
El sueño de muchos
Trato de formar a mis alumnos de la misma manera. De enseñarles los mismos valores que a mis hijos, de alimentar la autoestima. Obviamente lo hago de una parte desde afuera, porque cuando llegan a su casa cada uno vive en su entorno. Pero hay algunos chicos que lo captan más fácilmente. Es difícil cuando los padres no apoyan de la manera que yo lo hice con Esteban y Bryan. Muchos se pierden a pesar del talento.
La idea del equipo Esteban Chaves y de la Fundación es no sólo sacar campeones, sino formar personas. Entendemos que la bicicleta es un medio de transformación social. La idea es que los pelaos entiendan que la vida hay que lucharla y que por más que se les puedan dar muchas comodidades y logística para que se tengan que preocupar sólo por correr, hay otros factores que se deben tener en cuenta.
El deporte es un transformador de sociedad, de país y de sueños. El deporte invita a muchas cosas y en nuestro país no le damos la importancia que merece. El Estado es represivo pero no formativo. Si el Estado pensara en una estructura deportiva, la sociedad colombiana sería otra.