‘Coco’ Gauff: la feminista que quiere retar el poder del tenis en Roland Garros

Con apenas 18 años, la estadounidense se metió en la final del segundo grand slam del año y espera vencer en la lucha por el título a la gran favorita, Iga Swiatek. Activista política, feminista, defensora los derechos de los negros en Estados Unidos y de la comunidad LGBTI, Gauff sueña con ser la número uno.

Fernando Camilo Garzón
04 de junio de 2022 - 01:43 a. m.
Coco Gauff hace un saque en Roland Garros // EFE/EPA/CHRISTOPHE PETIT TESSON
Coco Gauff hace un saque en Roland Garros // EFE/EPA/CHRISTOPHE PETIT TESSON
Foto: EFE - CHRISTOPHE PETIT TESSON
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Cori Gauff prefiere que la llamen Coco. Así lo advirtió en New York, en 2019, cuando alcanzó la tercera ronda del US Open: “Puedo ser la nueva, pero gane o pierda, llámenme Coco”. Apenas alcanzó la mayoría de edad, pero ya deslumbra al mundo. Es la tenista más joven en el Top 100 del circuito de la WTA y, con solo 18 años, se metió a la final de Roland Garros, el segundo grand slam del calendario.

La espera, en la lucha por el campeonato, la polaca Iga Swiatek; la número uno, la gran favorita, la que lleva 34 victorias al hilo, igualando las marcas de las hermanas Williams, y que, con solo 21 años y un ritmo avasallador, es la gran irrupción del circuito en los últimos años.

Gauff la admira. Es su referencia inmediata, como alguna vez para un joven Rafael Nadal, Roger Federer fue motivo de inspiración. Coco también ascendió a pasos agigantados hacia la cima, que vislumbra todavía con anhelo, y hoy es la promesa que amenaza la hegemonía de la polaca. Un duelo de envergadura que tendrá su primer gran asalto (ya se han medido en otras oportunidades) en uno de los escenarios más icónicos del tenis.

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Para Coco Gauff las rivalidades y las comparaciones ya son algo normal. Creció con ellas, con la frase que le repetían una y otra vez, que si ella iba a ser la próxima Serena Williams. Un peso heredado por sus semejanzas, su raza, su género, su habilidad y su físico dotado. La promesa de la grandeza y la presión de seguir los pasos de la leyenda que dejó huella. “Es un honor la comparación, pero nunca seré como ellas. Procuraré ser yo misma”, responde cuando le preguntan.

Y no es que la agobien las comparaciones. Todo lo contrario. Lo que pasa es que para Gauff es claro que su camino no depende de nadie más que de ella misma. Es consiente del impacto que quiere tener en el mundo, y que antes que triunfar en la cancha prefiere darle prioridad a su conciencia. En una entrevista para El País de España, Gauff aseguró: “Quiero que se me conozca como una gran tenista y también como una buena persona”. Eso, ante todo la humanidad, la define.

Por ahí van sus preocupaciones. Sorprendió a muchos cuando, después de que certificó su clasificación a la final de Roland Garros, Cori Gauff se manifestó en contra de los tiroteos indiscriminados que afectan actualmente a Estados Unidos. Ocurrió que, tras ganarle a Martina Trevisan, cuando le dieron el tradicional marcador para firmar en la cámara, en lugar de su nombre puso: “paz, acaben con la violencia de las armas”. Tomó posición.

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No es nuevo en ella. Solo que Gauff tiene 18 años y hasta ahora empiezan a conocerla. Desde joven reconoció en su tenis no solo su habilidad, sino también el impacto de su plataforma. Y por eso, desde que empezó a sonar en el mundo gracias a los golpes de su raqueta, también empezó a reflexionar sobre otras cuestiones. Por ejemplo, en 2020, en pleno furor del movimiento Black Lives Matter, que reivindicaba la lucha por la defensa de las negritudes en Estados Unidos a través de la protesta social, Coco Gauff, que ya había brillado en Wimbledon, Australia y el US Open, dio un potente discurso desde el patio de su casa que le dio la vuelta al mundo. Era una niña de 16 años.

“Es triste estar protestando por lo mismo que mi abuela hace 50 años... Tenemos que querernos unos a otros, sin importar nada más. Tenemos que hablar con nuestros amigos, aunque sea complicado, y tratar de enseñar a las personas que no son negras cómo pueden ayudarnos, porque pueden hacerlo. No nos quedaremos en silencio. Eso sería elegir el lado de nuestros opresores”.

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El tema no era ajeno para ella. Su papá, que también fue deportista y brilló en el baloncesto universitario, que la alentó para su camino de promesa, también sufrió del abuso policial por ser negro. Y también su mamá, otra atleta, y su abuela. Gauff sabe y es consiente de las desigualdades del mundo porque conoce la historia de sus raíces.

Le enseñaron desde pequeña la fortaleza. Que nadie era menos que nadie y que la igualdad debía ser una aspiración en su vida. “Soy feminista, sí. Todavía hay quienes piensan que las mujeres tendrían que quedarse en la cocina. Yo tengo que dar las gracias de que a mí siempre me criaron para que fuese fuerte e independiente, sin roles de género. Me considero feminista y creo que todo el mundo tiene derecho a prosperar independientemente de cuál sea su sexo”.

Así como se expresó contra la guerra, contra el racismo y el machismo, Coco Gauff también dio su postura contra las leyes discriminatorias que afectaban a la comunidad LGBTI en su país. Y cuando le preguntaron en una entrevista sobre la ley Don’t say gay (No digas gay), que prohibía la discusión en las aulas sobre la orientación sexual o identidad de género para niños desde el jardín de infantes hasta el tercer grado, Gauff fue certera: “Estoy en contra”.

“Creo que estas conversaciones son importantes, y yo, que tengo amigos en la comunidad LGBTI, no podría imaginar no poder hablar con ellos sobre su identidad. Siento que eso es algo normal. Todas las personas [LGBTI] que he conocido han sabido que eran parte de esa comunidad desde que eran jóvenes, así que creo que es importante que tengan esas conversaciones en la escuela, porque se supone que es un espacio seguro para hablar de todo”.

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Por cómo habla, por cómo juega, por su tranquilidad y madurez, es fácil prever que Coco Gauff está destinada a la grandeza. Es de esas historias que van encaminadas a la gloria. Y ella quiere llegar a ser número uno del mundo, pero no se afana. Paso a paso, “creo en mí, pero no tengo ninguna fecha para que eso ocurra”.

Debutó con 14 años en el circuito, amparada por la empresa de representación de Roger Federer, su majestad, y bajo la tutela Patrick Mouratoglou, el mismo maestro de Serena. En su primera vez en Wimbledon le ganó a Venus Williams en dos sets y después cayó en cuarta ronda. En Roland Garros tiene su oportunidad de oro, su primera final de grand slam, y dice que se siente lista para ganar un grande.

No obstante, tranquila se recuerda que le falta tiempo. Y en su paciencia se recuerdan aquellas palabras cuando irrumpió de lleno en el circuito: “me recuerdo a mí misma que tengo 15 años y que tengo el resto de mi vida para seguir mejorando y jugando al tenis”.

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