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Son 15 minutos de calentamiento, los patinadores se ubican uno detrás del otro, flexionando las rodillas levemente y con las caras disparadas hacia al frente, mientras las manos permanecen juntas, entrelazadas, por detrás de la cadera.
Los 15 minutos parecen estirarse en contra de su voluntad, el ruido de las pisadas de las ruedas generan una caricia en el asfalto, predispuesto para recibir tales zarpazos de pequeña agonía rítmica. El sonido imita al paso cansino de una mano sobre una sábana lisa e inmaculada, que roza intermitentemente un pequeño bulto imaginario.
“¡Sí hay curvas! ¡Sí hay curvas!” grita el entrenador, seguro en su esquina, mientras todos los oídos, hipnotizados por el ritmo secuencial de los patines, quedan aturdidos por la orden; la orden de imprimir un poco más de brío y rigor a los últimos minutos de calentamiento. A “apretar el ritmo”, aunque algunos ya tengan las caras largas y las manos en las rodillas en señal de abatimiento.
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En un parpadeo distraído, el suelo se llena de patinadores dispuestos a correr. Algunos miran a los entrenadores, expectantes, esperando órdenes, mientras otros curiosean con sus manos ociosas los patines, ahora en extraña quietud e independencia, acostumbrados al contacto de su portador.
100 metros duros, 500 metros de descanso. Luego 200 duros y 400 de descanso, luego 300 duros…” dice el entrenador, sabiendo que deberá repetir la instrucción. Sus discípulos asienten con la cabeza mientras unos preguntan de nuevo cuál va a ser el ejercicio.
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“Y quien pare acá, al ritmo que van a andar, de una vez que se vaya a sentar”, termina diciendo el entrenador, con la sonrisa exhausta y la mirada reprobatoria. La selección de Bogotá y la selección de Colombia se ubican en un solo grupo, pequeño, y empieza a navegar a través de la pista de forma veloz e intensa, haciendo que el ruido se torne más ecuánime, y que produzca una calma intransferible, un sueño prestado.
Por un momento se escuchan gritos de los entrenadores que marcan el ritmo y cuentan los minutos transcurridos en cada vuelta, se oyen algunas respiraciones agitadas mientras el cielo amenaza con terminar todo de forma súbita.
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Cuando llueve no hay entrenamiento, ni cuando se está enfermo. Las nubes negras dejan filtrar algunos rayos de sol, que marcan las variaciones de la pista, y algunos patinadores empiezan a quedarse atrás, ante el exigente ritmo, “recupera y sigue con la vuelta” le dice en voz apenas audible el entrenador a una patinadora que se ha separado de su pelotón, mientras todo a su alrededor parece no percatarse de su ausencia.
Para un espectador distraído todo parecería un bucle perenne, el braceo se vuelve intenso cuando los deportistas imprimen la máxima velocidad, y la postura se expande un poco hacia el exterior. Las caras ya tienen un leve tono rojizo. Y así seguirá siendo, tres días a la semana, hasta que empiecen los Juegos Deportivos Nacionales del 2023.
Las patinadoras que representarán al equipo Bogotá en los JJNN en el eje cafetero serán Gabriela Rueda Rueda, Karol Eliana García, Laura Alejandra Perdomo, María Ximena Alzate, María Camila Carmona y Ana Sofía Ruiz, mientras que al equipo masculino lo conforman Andrés Felipe Gómez, Juan David Rodríguez, Juan Pablo Cusba, Mateo Rico García, Nicolás Ramos y Andrés Felipe Bello, que harán el viaje el 8 de noviembre. Los días de actividad para el patinaje de velocidad se llevarán a cabo en Manizales entre el 16 de noviembre y el 20 de noviembre.
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