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El Masters que tardó 11 años en llegar: Rory McIlroy volvió a la gloria

Pasó más de una década desde su última victoria en un torneo grande para que el golfista norirlandés pudiera volver a celebrar una victoria en un major. Su sexto triunfo es también el primer Grand Slam de carrera en 25 años.

Álvaro Hernández García
14 de abril de 2025 - 10:00 p. m.
El estadounidense Scottie Scheffler (der.), campeón el año pasado, le coloca al golfista norirlandés Rory McIlroy la chaqueta verde que reciben los ganadores del Masters de Augusta.
El estadounidense Scottie Scheffler (der.), campeón el año pasado, le coloca al golfista norirlandés Rory McIlroy la chaqueta verde que reciben los ganadores del Masters de Augusta.
Foto: EFE - CJ GUNTHER
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Trascurría el 10 de agosto de 2014 y en el mundo del golf un nombre sonaba en lo más alto: Rory McIlroy. Era ya la tarde del domingo y en una ronda de golf que tuvo drama hasta el último minuto, y que acabó en medio de la oscuridad, el joven norirlandés de entonces 24 años buscaba en Valhalla su segundo PGA Championship y empezar a escribir historia de la grande en este deporte.

Venía de ganar de gran manera el Open Championship y la potencia, precisión y dominancia de su juego hacían a más de uno acordarse de los mejores años de Tiger Woods.

Esa tarde, la victoria se dio para Rory, una que lo pondría en lo más alto del golf en ese momento y que empezaba a crear distintas preguntas entre periodistas, fans y gente del deporte: ¿cuántos majos más va a ganar?, ¿romperá el record de Nicklaus?, ¿podrá ganar los 4 en el mismo año?

Pero dentro de todas esas preguntas, había una que parecía cuestión de tiempo en resolverse, un trámite dentro de la carrera de aquel joven y que solo era cuestión de esperar a que sucediera: ¿Cuándo se pondrá la chaqueta verde?

Parecería broma pensar que 11 años después, Rory McIlroy llegaría a Augusta National sin el ansiado título del Masters, y aún más difícil de creer, sin haber ganado un campeonato major desde aquella tarde en Valhalla.

En el camino, McIlroy ganó todo. 5 Ryder Cups, 2 Players Championships, 8 títulos anuales del DP World Tour y el PGA Tour y millones de dólares. Finalizó nueve veces entre los cinco mejores de los cuatro majors, con cuatro subcampeonatos, pero parecía ilógico que el jugador que más dominante de su generación no tuviera un campeonato grande desde hacía más de 10 años.

En el camino, vimos como Tiger Woods ganaba su major número 15 en 2019 y cómo Phil Mickelson hacía historia al ganar el PGA Championship de 2021 a los 50 años, pero Rory seguía siendo una sombra. Dolorosas fueron las derrotas en el Open de 2021, donde todo pintaba para que se alzara con la copa en el aniversario 150 del evento, y en el US Open del año pasado, donde el errar un putt muy corto lo dejó con las manos vacías.

Año tras año los fanáticos de McIlroy terminaban con el corazón roto, viendo como cada campeonato mayor terminaba en tragedia, en decepción y haciendo que todas las preguntas que años atrás alentaban, se trasformaran en una que se volvía más un acto de fe: ¿volverá a ganar?

Luego de fallar ese corto putt en Pinehurst el año pasado, Rory parecía haber entrado en un hoyo sin salida, en su rostro ya no había decepción, ni angustia, era más una especie de resignación ante un resultado que siempre era el mismo. De nada valía ser el que mejor pegara, el más largo, el más preciso o al que la gente más alentaba, Rory no ganaba majors

Dentro de las muchas cosas que rodean al Masters, Augusta tenía para Rory dos particularidades que hacen que sea tan difícil para él ganar allí: el peso que tiene la historia del Torneo, que con su chaqueta, cena de campeones, salidas honorarias y demás le recordaban lo importante que era esa victoria para su carrera; y el hecho de completar allí el Grand Slam de carrera (ganar los cuatro torneos mayores), una hazaña que solo Tiger Woods ha logrado en los últimos 50 años. A eso, se le suma el peso que año tras año iba introduciendo la sequía de majors, un peso que parecía iba a terminar consumiendo su carrera.

A pesar de un gran inicio de año, los sustos que el monstruo llamado Augusta National causaba en Rory no desaparecían. El jueves, tras 15 hoyos perfectos que lo tenía 4 bajo par, terminó con 2 doble bogeys su ronda para firmar 72 goles (par de campo), parecía que otra vez el torneo terminaría en decepción.

Sin embargo, jueves y viernes vimos lo mejor de Rory, dos rondas consecutivas de 66 golpes que otra vez lo ponían líder de un major tras 3 rondas, incluyendo un final impresionante el sábado donde se convertía en el primer hombre en anotar 3 golpes en cada uno de los primeros 6 hoyos del campo; algo que revivía los fantasmas del pasado y la pregunta de si finalmente esta vez sería.

Y al no poder ser de otra manera, el sufrimiento del domingo se vivió del primer al último hoyo: inició con un doble bogey que le quitó el liderato en solitario sin haber siquiera terminado el primer hoyo su más cercano perseguidor. Pero luego de birdies en el 3, el 4, el 9 y el 10, parecía que otra vez todo estaba encaminado. Tenía 4 golpes de ventaja con 7 hoyos por disputar y todo parecía tener calmar por fin.

La suerte de campeón lo acompañó en el hoyo 11 donde por poco tira la pelota al agua con el segundo golpe y luego de pasar el difícil 12 sin inconvenientes y de parecer tener todo bajo control, tiraría su tercer golpe al agua en el 13 para anotar un doble bogey que hacía envejecer varios años a más de uno de sus fanáticos

Unos hoyos más adelante, Justin Rose anotaba su décimo birdie del día en el hoyo 18 y firmaba 66 golpes para liderar el torneo con 11 golpes bajo par. Otra vez todo parecía esfumarse para el norirlandés.

Pero luego de un fantástico segundo tiro en el hoyo 15 que terminaría en birdie y sumar otro más inmediatamente en el hoyo 17, McIlroy tenía la chance que esperaba desde 2011, cuando lideró por última vez la cuarta ronda el torneo: llegar al hoyo 18 necesitando par para ganar El Masters. ¿Sería finalmente aquí?, ¿Se terminaría el sufrimiento? ¿Cerrará finalmente un major sin drama?

La respuesta, otra vez, sería la misma: No. Después de un drive increíble que lo dejaba en excelente posición, tiraba su segundo golpe al bunker de la derecha del hoyo y no podía realizar el par necesario. Otra vez parecía sucumbir en el último hoyo, pero esta vez tenía un playoff por delante, ante un Rose que venía haciendo bien las cosas.

No sabemos qué pasó por la cabeza de McIlroy desde que falló ese putt para forzar el desempate hasta el primer tiro del mismo, pero ni los nervios, ni la presión ni ningún adjetivo negativo pueden colocarse para describir ese último hoyo, uno que Rose lo jugó muy bien, pero que Rory supo ganar en todo momento y coronó con un segundo tiro perfecto que lo dejó con el putt que tantas veces ha dado la vuelta al mundo: el de ganar el saco verde.

El paso del tiempo recordará lo memorable que fue el festejo en el green del hoyo 18, arrodillado ante el campo y llorando una frustración que finalmente había terminado. Como Ben Hogan en 1950, Nicklaus en 1986 o el propio Tiger seis años antes, Rory regresaba a la gloria y lo hacía de la mejor manera: finalmente era el campeón del Masters.

Dentro de las cosas maravillosas que tiene el deporte, está el ver cómo los sueños que un día parecían lejanos se vuelven realidad, ahora la pregunta es: ¿quién será el próximo Rory McIlroy?

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Por Álvaro Hernández García

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