La agridulce historia de los deportistas colombianos en la política
De Silvio Marino Salazar y Francisco Maturana, pasando por Willington Ortiz y María Isabel Urrutia, hasta Caterine Ibargüen y Paulo Villar. Ídolos nacionales que han intentado ganar en cancha ajena.
Con la polémica salida de María Isabel Urrutia del Ministerio del Deporte se cierra un capítulo más de la larga historia de los grandes atletas colombianos que han incursionado sin éxito en la política. Quedó claro una vez más que una cosa es conocer el medio, entender las necesidades de sus protagonistas, y otra bien diferente administrar, gestionar y negociar con los demás actores de la actividad física.
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Con la polémica salida de María Isabel Urrutia del Ministerio del Deporte se cierra un capítulo más de la larga historia de los grandes atletas colombianos que han incursionado sin éxito en la política. Quedó claro una vez más que una cosa es conocer el medio, entender las necesidades de sus protagonistas, y otra bien diferente administrar, gestionar y negociar con los demás actores de la actividad física.
Y eso que Urrutia no es una novata en el ámbito del servicio público. Luego de una brillante carrera deportiva, con múltiples títulos internacionales en lanzamiento de disco y bala, además de levantamiento de pesas, coronados por la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Sidney 2000, se dedicó a la política.
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Entre 2002 y 2010 fue representante a la Cámara por las negritudes y desde el Congreso impulsó proyectos para mejorar las condiciones de deportistas y entrenadores. Lideró las iniciativas de incentivos y pensión para medallistas internacionales así como exigió mayores recursos para la realización de eventos multideportivos.
En agosto pasado asumió como ministra del Deporte con el objetivo de promover la actividad física en todos los rincones del país y desarrollar programas que beneficiaran a todos los sectores de la sociedad, no solamente a los atletas de alto rendimiento.
Llegó a administrar recursos y a tomar decisiones importantes, pero también a negociar con dirigentes con más de 40 años de trayectoria en el deporte. Puso condiciones, aunque en algo también tuvo que ceder. Hizo las cosas a su manera, de acuerdo con sus principios y conocimientos.
Sorpresivamente, para ella, el lunes 27 de febrero el presidente Gustavo Petro anunció su salida. Aún así, la semana pasada María Isabel Urrutia suscribió 206 contratos, 25 de ellos por un valor cercano a los $16 mil millones, según informó a El Espectador el secretario de Transparencia de la Presidencia de la República, Andrés Idárraga.
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Este martes 7 de marzo, el primer mandatario la declaró insubsistente horas antes de posesionar a su sucesora, Astrid Bibiana Rodríguez Cortés. “Da un poco de sorpresa, pero a veces se informa mal de las cosas. Malos manejos no hubo. Trabajé con cabeza y corazón. Con amor y respetó traté de combatir la corrupción. Conocí la parte administrativa del deporte, el tiempo dirá la verdad”, señaló Urrutia luego de explicar que “todos los contratos que se han firmado no tienen nada de irregulares, se trata de documentos que estaban listos y solo tenían pendientes la firma. Todavía faltan por firmar 400 de 2.500 contratos que tiene la entidad”.
Insistió en que se va tranquila, porque no hizo “nada indebido” y advirtió que seguirá trabajando por el deporte colombiano. “Esa ha sido mi carrera en el servició público, desde el Congreso, desde mi fundación o desde donde toque lucharé por los deportistas y cumpliré con los compromisos que he adquirido”.
Ella ha sido probablemente la deportista colombiana con mayores logros y vigencia en la política. Antes, pero sobre todo después de ella, muchas figuras han tratado de acceder a cargos de elección popular o de servicio público.
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El primero fue Francisco Maturana, quien era una de las grandes personalidades del país en 1990, cuando fue elegido como uno de los 70 elegidos por votación popular para integrar la Asamblea Nacional Constituyente como miembro de la Alianza Democrática M-19. Tres meses le duró al técnico y exfutbolistas la paciencia. No se acostumbró a los “gajes” dela política, pero sobre todo a las maneras de quienes la practicaban.
Tampoco le fue bien a quien para muchos ha sido el mejor futbolista colombiano de la historia, Willington Ortiz Palacios. Fue representante a la Cámara por las comunidades afrodescendientes entre 2002 y 2206, pero perdió la investidura. En el Congreso no puso eludir los problemas como lo hacía en las canchas y terminó inhabilitado. En una entrevista para El Espectador aseguró que hizo “las cosas al revés. Me fui a Europa sin haber jugado acá, o mejor dicho, en vez de haber comenzado en la política en mi pueblo, como concejal o alcalde, me arriesgué de una vez a nivel nacional, sin hacer el curso”.
Pero “Pacho” y el “Viejo Willy” al menos llegaron. Muchos otros exfutbolistas que “quemaron” intentando acceder a cargos de elección popular, como Hárold Lozano, René Higuita, Hernán Darío “Bolillo” Gómez, Vladimir Marín, Bonner Mosquera, Martín Arzuaga, Andrés “Michi” Sarmiento e incluso los árbitros Óscar Julián Ruiz e Ímer Machado.
Otros deportistas también se han dejado seducir por la política. Los exatletas Norfalia Carabalí y Silvio Marino Salazar en los departamentos de Cauca y Nariño, respectivamente, así como la luchadora Jackeline Rentería y el ciclista Járlinson Pantano en el Valle. Hasta a los exciclistas Lucho Herrera y Martín Cochise Rodríguez les ofrecieron encabezar listas en sus regiones, así como al boxeador Rodrigo “Rocky” Valdés.
Recientemente la saltadora Caterine Ibargüen fracasó en su intento por conseguir una curul en el Senado de la República por el Partido de la U, mientras que para las próximas elecciones regionales el exatleta Paulo Villar intentará conseguir un lugar en el Concejo de Bogotá con el movimiento Vamos.
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El hecho de ser figuras públicas, tener reconocimiento y recibir el cariño de la gente les hace sentir a algunos la necesidad de seguir vigentes. Muchos se preparan y estudian carreras profesionales, se capacitan para ejercer nuevas funciones.
Cambian calles, estadios, pistas y coliseos en los que recibieron aplausos y ovaciones, por recintos, auditorios y oficinas en los que discuten y negocian. Igual necesitan preparación y estrategia. Sus rivales, sin embargo, tienen mucha más experiencia y la saben aprovechar, así como lo harían ellos si de competencias deportivas se tratara.
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