La evolución del rugby en Colombia

Sucesos que bordaron el progreso de este deporte en el país, por medio de la historia de hombres que se enamoraron de él y lo llevaron a un nivel que, en principio, parecía inalcanzable. 30 años de historia.

Sebastián Arenas - @SebasArenas10
22 de abril de 2019 - 11:36 a. m.
La selección colombiana de rugby, Tucanes, durante el partido contra Canadá en el reciente Sudamérica Rugby Sevens, en Viña del Mar (Chile).   / Fecorugby
La selección colombiana de rugby, Tucanes, durante el partido contra Canadá en el reciente Sudamérica Rugby Sevens, en Viña del Mar (Chile). / Fecorugby

El primer antecedente que se tiene del rugby data de 1823, cuando William Webb Ellis, durante un partido de fútbol y como desobediencia de las reglas de este deporte, tomó el balón con las manos y corrió hasta la portería rival. Desde el siglo XIX el número de adeptos al rugby fue creciendo, en mayor medida, en las islas británicas, Australia, Nueva Zelanda, Sudáfrica y Francia. En cuanto a Suramérica, el país más desarrollado en esta disciplina es Argentina, que ha demostrado su calidad con las actuaciones de Los Pumas, su selección nacional. (Germán Ezequiel Cano, goleador de talla mundial)

A Colombia, el rugby llegó a finales de la década del 80, cuando expatriados ingleses, franceses y holandeses, entre ellos diplomáticos y trabajadores de empresas petroleras, comenzaron a practicarlo en la capital de la república en el Bogotá Sports Club. Antes de que eso sucediera, un hombre que sería clave en el desarrollo de este deporte se fue del país para terminar su bachillerato en Estados Unidos. Se trata de Hans Rausch, quien después de estudiar en el colegio Los Alcázares, de Medellín, partió, en 1982, a una academia militar norteamericana.

Rausch ingresó, en 1985, a estudiar administración de empresas en la Universidad Estatal de Pittsburg, Kansas. “En 1986 una novia que tenía y que tomaba fotos para el periódico de la universidad me invitó a un partido de rugby. Cuando vi el juego me enamoré y el siguiente fin de semana empecé a entrenar”, le confesó a El Espectador. Ingresó a Gorillahead, el equipo de la universidad, y en su primer partido se lesionó. Las dos rodillas le quedaron al revés y debió utilizar muletas por un mes. Sin embargo, ese amor que sintió cuando vio por primera vez aquella actividad que, en principio le fue extraña, no se esfumó, creció. Dejó el cigarrillo, se recuperó y estuvo en ese conjunto hasta 1989, cuando se fue a terminar su carrera en la Universidad de San José, California, en la que continuó practicando rugby.

En 1991, Hans regresó a Medellín, donde ejerció su profesión. Por su cabeza transitó la idea de montar un equipo de rugby, pero pensó: “¿Para qué, si no hay con quién jugar?”. Un año después leyó una noticia sobre Bogotá Sports Club y no lo analizó más. “Llamé a la Embajada británica y no me dieron razón sobre si alguien jugaba rugby. En la francesa me contactaron con Fabio Velandia, quien lideraba ese equipo y les dije que a final de ese año podría llevar una escuadra de Medellín a jugar contra ellos”.

Gracias a sus contactos con la gente del rugby en Bogotá, Rausch conoció a Carlos Andrés Montañez, un colombo-chileno que también realizó importantes contribuciones para que este juego fuera evolucionando de gran manera en Colombia. “Al principio utilizábamos botellas de dos litros de gaseosa llenas de agua como pelota”, contó Hans, un visionario que compraba guayos y pantalonetas para utilizarlos en el momento en que los jóvenes llegaban a observar a los entrenamientos. Los convencía de que entrarán a la cancha y así ganó adeptos. Durante la década del 90 creó diferentes escuadras universitarias en Antioquia y la difusión de este deporte no paró.

Mientras tanto, en Bogotá, en 1998, Alfonso Castañeda, un colombiano que vivió en Argentina, Italia y Chile, y había jugado con Bogotá Sports Club, fundaba el club Carneros después de poner afiches en la Universidad de los Andes y de que aproximadamente veinte personas atendieran el llamado a la convocatoria. “Yo había jugado baloncesto y fútbol, y me gustaba el fútbol americano. Del rugby me llamó la atención que es exigente en el aspecto físico, la lealtad que tiene y la amistad que se forja”, le dijo a este diario Andrés Arenas, uno de los primeros que se inscribió en Carneros, que fue uno de los conjuntos incipientes de la Liga de Rugby de Bogotá y del cual hoy en día es entrenador. (Colombia y Argentina: unidos por el fútbol)

Arenas resaltó, además, que el rugby colombiano atraviesa por un buen momento gracias al auge desenfrenado que parece tener. “La Federación está haciendo un buen trabajo a nivel formativo y ya hay personas en el país que viven del rugby. Han fortalecido la relación con la Sudamérica Rugby (ente que rige el deporte en esta parte del continente) y el crecimiento se nota. Quizás el hecho de que esté tan centralizado en Medellín limita a otras regiones, pero se está laborando en eso. Faltan canchas, porque hay que competir en las de fútbol”, agregó.

Andrés dirige en la actualidad a Camilo Navarro, quien se ha destacado en Carneros y ha hecho parte de Tucanes, nombre de la selección de Colombia de rugby. Navarro conoció la disciplina cuando tenía 16 años y estudiaba en el colegio Liceo Francés, de Bogotá. Tuvo un profesor que llegó desde Sudáfrica y que era tan amante del deporte en mención que creó un equipo de la institución educativa. A Camilo le había ido bien en karate, natación, patinaje, hockey y fútbol, pero cuando se dejó convencer por su maestro para que fuera a entrenar rugby un miércoles al Gimnasio Moderno le fue mal. Lo tomó como un reto y desde entonces no ha dejado de practicarlo.

“Es un deporte en el que siempre hay algo por mejorar. Nunca llego a un punto en que me sienta conforme de cómo estoy jugando. También es rico en valores y no solo forma deportistas sino personas, porque es muy incluyente. Es un deporte para todos. Muchos gorditos llegan al rugby y cuando se va a armar un equipo de 15 son los primeros que escogen. Hay una posición para cualquier persona, independientemente de su biotipo. Eso demuestra que no hay hechos imposibles”, manifestó Navarro, un jugador que reconoció que en “este momento hay un equipo de rugby en cualquier lugar y se ven muchas personas jugando, incluyendo a las mujeres”.

Y es que las femeninas han aportado importantes logros en los triunfos suramericanos de las selecciones colombianas. Las mujeres que representan el rugby del país clasificaron a los Juegos Olímpicos de Río 2016 y a los de la Juventud Buenos Aires 2018. “Se están creando los espacios para entrenar rugby. La Federación, por necesidad, está creciendo para cumplir con todos los compromisos internacionales que vienen apareciendo”, recalcó Camilo, quien es amigo del hombre que propagó el rugby en la costa colombiana: Gustavo Rocha. Lea: Entrevista con Wuilker Faríñez

Gustavo supo del rugby gracias a un documental que vio por televisión cuando era niño. No le atrajo por la agresividad que, le parecía, tenía el rugby. Años más tarde, sus amigos de la Universidad de los Andes lo inscribieron en Carneros y pensó en si asistir o no al primer entrenamiento. Lo meditó en su cama. Decidió ir y desde entonces no se ha separado de ese deporte, a pesar de que en 2009 se fue para Barranquilla. “Recuerdo que llegué un viernes de guacherna, en un carnaval. En Bogotá tenía una rutina de cada semana jugar y acá estaba desesperado”, relató Rocha. Montó un equipo y también ayudó a la difusión de la disciplina en Santa Marta, Cartagena y Riohacha, lo cual fue el origen de la Liga del Atlántico.

El rugby en Colombia ha progresado notablemente, hecho que le genera un compromiso mayor a Andrés Roberto Gómez Castaño, presidente de la Federación Colombiana de Rugby, quien le aseguró a este medio: “En la actualidad tenemos 19.000 practicantes de rugby, de los cuales la cuarta parte son mujeres y más de la mitad ya son de menos de 18 años. En un principio era un deporte muy universitario y ya hoy en día todos los clubes y torneos nacionales y departamentales han elevado el nivel de juego”.

El ente que regula el rugby en el país maneja $1.600 millones de presupuesto anual, de los cuales el 65 % proviene de cooperación internacional; el 30 %, de Coldeportes y el Comité Olímpico Colombiano, y 5 %, de autosostenimiento. Según Gómez Castaño, la estabilidad económica se encuentra garantizada en el tiempo para un deporte que cada día toma más importancia, cuyos campeonatos mundiales ya generan interés en Colombia y que hace treinta años era apenas una pasión naciente por parte de los foráneos. En la actualidad, ese amor ya germina de corazones nacionales.

@SebasArenas10 (sarenas@elespectador.com)

Por Sebastián Arenas - @SebasArenas10

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