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María Angélica Bernal: disciplina sin barreras

La vida de una deportista que hizo del rigor su identidad y de la silla una aliada para llegar a ser la referente de jóvenes en el tenis adaptado.

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Juan Carlos Becerra
05 de diciembre de 2025 - 10:14 a. m.
Tenista, una de las grandes referentes del tenis en silla de ruedas en Colombia y el mundo
Tenista, una de las grandes referentes del tenis en silla de ruedas en Colombia y el mundo
Foto: Mauricio Alvarado Lozada
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La disciplina es un valor que en el deporte muchas veces se da por sentado, pero en medio de las actuales distracciones —como las redes sociales y las formas de entretenimiento modernas— tan al alcance de la mano, cultivarla se convierte en una distinción clave. Este es el caso de María Angélica Bernal, quien ha cimentado su carrera con esfuerzo y trabajo duro desde, literalmente, el primer segundo de vida. Porque incluso antes de empuñar una raqueta, su historia ya exigía carácter.

Nació en Bogotá con focomelia, una condición congénita que impidió el desarrollo completo de su pierna derecha, por lo que comenzó a adaptarse a una prótesis desde pequeña. Sin embargo, su padre, Miguel Ángel, la invitó desde temprana edad a moverse, explorar y no quedarse quieta, aunque los intentos por correr solían terminar en tropiezos.

El tenis fue apareciendo como un territorio propio. Era el plan que la unía con su papá, esos momentos en los que la técnica importaba menos que la alegría de jugar. Pronto comenzó a golpear la pelota con intención, aunque todavía lo hacía de pie, sin imaginar que aquel deporte la pondría frente al mundo. Ya veía partidos por televisión y se quedaba embobada observando a Maria Sharapova. En ella veía la fuerza y elegancia que le enseñaron que se podía competir sin perder brillo.

A los once años, asistió a una clínica de la Federación Internacional de Tenis en Bogotá. Allí le explicaron que existía el tenis en silla de ruedas, la categoría paralímpica y la puerta real hacia el alto rendimiento. Para ella y su familia, que nunca habían considerado la silla desde un enfoque deportivo, sonaba extraño, incluso duro. La silla era vista como un símbolo de dependencia y estaba cargada de miedos.

No obstante, una tía la animó a intentarlo, y ese gesto lo cambió todo. Dos meses después viajó a Argentina para disputar su primer torneo internacional. Lo ganó y regresó a Colombia con la certeza de querer ser tenista.

Al principio no sabía nada sobre sillas deportivas. La primera que usó era prestada y demasiado grande para su cuerpo. Sin embargo, su familia, con orgullo, unión y generosidad, no dudó en financiar una silla adecuada para que emprendiera su camino en el tenis adaptado. Ese día entendió que la silla sería una herramienta tan importante como la raqueta.

Con el tiempo llegaron viajes, madrugadas, cansancio, derrotas que le pesaban en el pecho y victorias que le confirmaban que iba por buen rumbo. Tras años de crecimiento en el circuito competitivo, un punto de quiebre llegó en los Juegos Panamericanos de Lima 2019, en los que ganó la primera medalla de oro para Colombia en tenis de silla de ruedas. No fue solo el título, sino la certeza de que todo lo recorrido valía la pena, de que aquellas horas de entrenamiento en la sombra por fin cobraban sentido.

Este año, en el que María Angélica fue elegida Deportista del Año en la categoría paralímpica, vivió uno de sus momentos más especiales en Wimbledon, el templo del tenis mundial: el césped impecable, el blanco obligatorio, la historia suspendida en cada rincón y los mejores tenistas del mundo compitiendo con la ilusión de inscribir su nombre en la historia.

La bogotana formó pareja con la francesa Ksenia Chasteau y comenzó la preparación con buenas sensaciones, consiguiendo victorias sobre césped en torneos previos. Ya instaladas en Wimbledon, iniciaron una travesía hacia la final gracias a su entrega en cada pelota disputada.

Fuera de la cancha, María Angélica tiene un modo particular de relacionarse. Es disciplinada, pero cercana; exigente, pero sensible. Su familia recuerda tardes lluviosas en las que insistía en entrenar y momentos en los que su convicción contagiaba a todos. También recuerdan cómo se arregla antes de cada partido, entra a la cancha y su concentración, mezclada con calma, se convierte en su ritual.

Hoy no solo compite entre las mejores del mundo, sino que también impulsa a nuevas generaciones con Semillas sin Barreras, un proyecto que acompaña a niños y niñas que sueñan con seguir sus pasos. Ella nunca tuvo una referente colombiana en la élite mundial; ahora quiere serlo para quienes vienen detrás.

En 2025, es nuestra Deportista del Año en la categoría paralímpica. Un reconocimiento que no llegó por azar, sino que representa constancia, resultados, impacto y una forma de competir que inspira.

Su mirada está puesta ahora en los Juegos Paralímpicos de Los Ángeles, donde quiere competir con todo lo construido y seguir soñando, porque, a pesar de sus 19 años de carrera, María Angélica renueva constantemente su ilusión y lucha por alcanzar nuevas metas.

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Juan Carlos Becerra

Por Juan Carlos Becerra

Periodista de la Universidad de Palermo de Argentina. Escribo sobre Tecnología y deportes, especialmente Futbol, Baloncesto y Fútbol Americano. Apasionado por la Música.@JuanBecerra24jbecerra@elespectador.com

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