
Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Novak Djokovic tiene todo a favor para, con los números en la mano, convertirse en el tenista más grande de la historia. Este domingo en Wimbledon igualó el récord de 20 títulos del Grand Slam de Roger Federer y Rafawl Nadal, aunque el serbio todavía tiene como asignatura pendiente conquistar los corazones, por motivos diversos y no siempre evidentes.
Lo tiene todo para ser un ídolo de masas: afable, respetuoso, disponible, gracioso, patriota, buen padre de familia, inteligente, cultivado, políglota... Cuesta encontrar motivos objetivos para justificar ese cierto desamor que le acompaña con respecto al público.
Hold it. Lift it. Kiss it. Djok it.#Wimbledon | @DjokerNole pic.twitter.com/f5Q7lQUaPK
— Wimbledon (@Wimbledon) July 11, 2021
Una minoría llegó incluso a abuchearle, como le ocurrió en el Abierto de Estados Unidos de 2019. ¿Es quizás porque es demasiado mecánico? ¿Demasiado previsible? ¿Demasiado defensivo? ¿Sobreactúa mucho quizás? ¿O puede que sea percibido como arrogante? Puede ser, simplemente, que sea demasiado fuerte para el resto.
La raíz de todo ello puede deberse a que el gran público lleva muchos años sintiendo debilidad por el suizo Roger Federer, y también siente simpatía por el español Rafa Nadal. Precisamente los dos ‘enemigos íntimos’ de Djokovic en su carrera en el circuito ATP.
Lea también: Por fin terminó la espera, Argentina campeón de América
A un periodista que le preguntaba tras su semifinal cómo se tomaba ser considerado el “malo” (“bad guy”) en la persecución de Federer y Nadal, Djokovic respondió: “Yo no me considero el malo. Esa es su opinión”.
Djokovic, a sus 34 años, está en plena forma. ¿Cuál es su secreto? Un régimen sin gluten que sigue desde hace diez años y que le ha hecho, según defiende él mismo, más resistente. Una paradoja teniendo en cuenta que su padre era propietario de una pizzería.
También sigue otros métodos de preparación más o menos extraños: una cámara de oxígeno para la recuperación, un gurú para los aspectos mentales, visitas a una misteriosa “pirámide” en Bosnia (que en realidad es una colina natural) para impregnarse de energía, etcétera.
Lea también: La fórmula de Inglaterra para recuperar su grandeza futbolística
En la pista, Djokovic está en un momento en el que parece invulnerable. Nadie parece poder competir en estos momentos con su cuerpo elástico, su fuerza o su precisión con la raqueta. En Roland Garros, donde se coronó en junio, se expresó en un francés que es cada vez mejor. Habla además inglés excelentemente, y alemán e italiano.
En la ‘campaña seducción’, Djokovic invierte tiempo y esfuerzo. Bromea con los espectadores, firma muchos autógrafos y posa incansablemente para fotos con niños. Tras su primer título en Roland Garros, en 2016, dibujó un gran corazón con su raqueta sobre la tierra batida de la central. Este año regaló la raqueta de la victoria en la final a un niño, loco de alegría.
Lea también: Rigo pelea el podio y Nairo la montaña en el Tour 2021
Pero también ha generado polémicas. Por ejemplo, la de su posición antivacuna contra el covid-19 o el hecho de haber organizado a mediados de 2020, en plena pandemia, un torneo en los Balcanes (Adria Tour) que se transformó en un foco de infecciones y no pudo concluir.
Su ambición viene de muy largo y con apenas 7 años de edad ya afirmó a la televisión serbia que quería ser el número uno del mundo. Nació en Belgrado en 1987 y pasó su infancia entre la capital de Serbia y la pequeña estación de esquí de Kopaonik, donde su padre regentaba el restaurante familiar, cerca de una pista de tenis.
Lea también: Juan Sebastián Muñoz lidera el John Deere Classic
Allí fue ‘detectado’ por Jelena Gencic, una mentora a la que permaneció muy unido hasta su fallecimiento en 2013. No solo le inculcó conocimiento sobre tenis, sino cultura general, iniciándole en la música clásica y en la literatura de Pushkin.
Cuando las estructuras del Partizán de Belgrado no fueron suficientes, la familia Djokovic realizó enormes esfuerzos financieros para enviarle a una escuela de tenis de Alemania. Allí estuvo tres años, antes de pasar a ser profesional.
Entre tanto, el joven Djokovic quedó muy marcado por la experiencia de la guerra de Kosovo, en la que su ciudad se vio inmersa en 1999, cuando él tenía apenas 12 años.
Lea también: Galería, las mejores imágenes del título de Argentina en la Copa América 2021
Para escapar a los bombardeos de la OTAN pasó dos meses y medio por la noche en refugios antiaéreos... y por el día en una pista de tenis, ya que la escuela normal estaba cerrada.
Muy patriota, aunque prefiere tener su residencia en Mónaco, Djokovic acostumbra a defender la imagen de Serbia y se preocupa por tender lazos con los países de la antigua Yugoslavia.
🤗#Wimbledon | @DjokerNole pic.twitter.com/BAkVtq81mK
— Wimbledon (@Wimbledon) July 11, 2021
Por eso sus éxitos, como el de este domingo, se celebran especialmente en Serbia pero también en otros territorios balcánicos, donde sí consigue el amor y cariño que a veces le son esquivos en otras partes del mundo.