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Los aplausos caían en el campo como punzadas delgadas de alfileres, cubriendo cada pequeño espacio vacío con una benevolente compasión. Shintaro Mochizuki ganaba un partido en el Torneo de Tokio, frente a sus compatriotas, que lo ovacionaban con aplausos cálidos; como ofreciéndole caricias paternales.
El japonés de 20 años logró su primera victoria en el circuito ATP, y respondía con una actitud comprensible, sumisa y cándida. Alzó los brazos y por un momento pareció como si tocara el cielo, tan bajo y mezquino al mismo tiempo, tan bizarro.
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Shintaro Mochizuki is in tears as he wins his first ever tour-level match.
— The Tennis Letter (@TheTennisLetter) October 17, 2023
Currently ranked #215.
Just beat the world #31 in front of his home crowd.
A beautiful moment he’ll never forget.
🇯🇵🥹
pic.twitter.com/fq1RLeP3rp
El villano, derrotado, Tomás Echeverri, demostraba caballerosidad, mientras todo a su alrededor parecía derrumbarse. Salía evadiendo un poco la vergüenza falsa y líquida que presenta la derrota, esquivando infructuosamente las banderas de argentina que lo rodeaban, ahogándolo, exigiendo un saludo; tras chocar la mano con Shintaro y con el juez de silla.
Mochizuki no podía evitar las cámaras invasoras, ni las miradas oblicuas y morbosas. El público no dejaba de aplaudir y de alguna forma lo envalentonaban para ser fiel a sus sentimientos más porosos.
El japonés jamás había ganado ningún partido ATP, en todas sus presentaciones, el número 215 del ránking, terminó perdiendo; gracias a la gallardía de sus rivales o a su poca experiencia.
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Estos momentos son todo. 🥹🫶
— ESPN Tenis (@ESPNtenis) October 17, 2023
🇯🇵 Shintaro Mochizuki llora tras conseguir su primera victoria ATP.#Tokio pic.twitter.com/Bw31bFxKen
Hoy, tras tres años jugando como tenista profesional, frente a un Tomás Echeverri apagado, el japonés logró romper esa racha famélica y raquítica. Y mientras todas las miradas lo empujaban hacia dentro de sí mismo, él flotaba en un aura de perplejidad y felicidad.
No podía correr; no debía; no lo hizo; sucumbió a la exigencia de su victoria inédita, y rompió en llanto dentro de la cancha que había inmortalizado la primera cita con la escurridiza victoria.
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Se llevó la toalla a los ojos, para esconder la muestra inequívoca de su felicidad, mientras las lágrimas, acorraladas, se escapaban por sus mejillas sudorosas, dándole la espalda a los gritos de apoyo y las banderas de Japón y Argentina que se alzaban indiscretas en el fondo.
Ahora tendrá que enfrentar a Taylor Fritz, primer preclasificado del torneo y que sin duda será muy difícil de vencer, en lo que significarán sus primeros octavos de final en un torneo ATP.
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