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España 1982: Las derrotas de los dictadores hispanos

El tricampeonato de Italia por primera vez sin la influencia de Benito Mussolini y en una tierra que empezaba a dejar atrás la influencia del Generalísimo Francisco Franco. Nueva entrega de “Disparos a gol”, del especial de El Espectador sobre Catar 2022; la relación entre el balompié y la política.

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09 de noviembre de 2022 - 01:54 p. m.
Italia eliminó en cuartos de final a Brasil, una de las mejores selecciones que se recuerde en la historia de la verdeamarela.
Italia eliminó en cuartos de final a Brasil, una de las mejores selecciones que se recuerde en la historia de la verdeamarela.
Foto: Archivo particular
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El Generalísimo Francisco Franco, dictador que lideró el Golpe de Estado en España en 1936, pasó las últimas horas de su vida postrado en una cama de hospital. El jefe de Estado, pálido y maltratado, compartía su habitación con aparatos que lo monitoreaban, sueros intravenosos que se enredaban con sus brazos y un respirador artificial que atravesaba su laringe. A sus 83 años, no superó la guerra que el tiempo libró contra su cuerpo.

Desde años anteriores, el estado de salud de Franco desmejoró a raíz de un parkinson agresivo y diversas hemorragias internas. Dolencias que lo obligaron a callar esa voz que dirigió todo un país por casi 40 años. Con el objetivo de darle espera a la muerte, los mejores médicos españoles lo intervinieron tres veces en menos de un mes. A pesar de esto, murió el 19 de noviembre de 1975, a las 11:00 P.M. Según Vicente Pozuelo, médico personal del dictador, en su libro Los últimos 476 días de Franco, las autoridades españolas dijeron que la muerte sucedió el 20 de noviembre para coincidir con el fallecimiento de José Antonio Primo de Rivera. El homenajeado, José Antonio, había fundado la Falange Española en 1933, un partido político de ideología fascista como en la Alemania de Hitler, del cual Francisco Franco fue jefe nacional una vez se instaló en el poder.

El año anterior a su muerte, durante el Mundial de Alemania Federal en 1974, el Generalísimo pasó días enteros aplastado en un sillón viendo la fase final del certamen. La rutina sedentaria que Franco desarrolló durante ese verano desembocó en una tromboflebitis que le inflamó diversas áreas de su cuerpo. Y aún peor, le creció un absceso bajo un callo que, sumado al trombo en su sistema circulatorio, lo mandó directo para un hospital en Madrid que llevaba su mismo nombre.

Durante la época en que Franco estuvo a cargo en España, el país ibérico fue escogido sede de la Copa del Mundo de 1982. Debido a la muerte del Generalísimo, de quien se especula era hincha del Real Madrid, el proceso de organización del certamen se desarrolló en plena transición política a la democracia. Cuando el abogado Adolfo Suarez tomó las riendas de España, apoyado por el Rey Juan Carlos I, se creó un comité mundialista encargado de celebrar el evento como solo este lo merecía.

Mire nuestro especial: ¿A qué jugamos?: La identidad del fútbol colombiano

Pronto, se inauguró la torre de comunicaciones Torrespaña en Madrid, costando un aproximado de 3.500 millones de pesetas en aquel momento. Además, se construyó el Estadio José Zorrilla en Valladolid y se remodelaron casi todos los demás escenarios –entre ellos el Camp Nou y el Santiago Bernabéu–. Tan buen momento vivía la España postfranquista, que el gobierno español aportó 17 campos de fútbol al Mundial, lo cual significo el mayor número registrado hasta la fecha.

Durante el sorteo de grupos, en enero de 1982, se emplearon bombos y cabezas de serie por primera vez. Delegaciones de las 24 selecciones clasificadas, de todas las confederaciones de la FIFA, vieron uno de los espectáculos más sospechosos de la historia de los Mundiales: la máquina que sacaba las balotas, en cuyo interior contenían el nombre de los países, dejó de funcionar en repetidas oportunidades justo cuando más se le necesitaba. Algunas balotas fueron devueltas a la misma máquina, mientras otras se rompieron y tuvieron que ser sacadas con la mano. Las llaves del Mundial pudieron haber sido amañadas, pero nunca se probó nada. Por su parte, los niños del colegio de San Ildefonso, cuyo trabajo era transportar las esferitas, se rieron y no hicieron mucho más que mirarse el uno al otro.

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Los 20 salvadoreños

El reglamento para la Copa del Mundo de España estableció que todas las delegaciones podían inscribir 22 futbolistas. Por lo menos, un sustituto en cada sector del campo. Sin embargo, la selección de El Salvador llegó el 9 de junio con una nómina de 20 jugadores nada más. Según lo relatado por Luciano Wernicke, en Historias Insólitas de los Mundiales de Fútbol, el técnico salvadoreño Mauricio Rodríguez respondió con tristeza lo siguiente: “Vinimos así simplemente por dificultades económicas”.

Y tenía razón el entrenador. Desde el año anterior, el país centroamericano se encontraba en una sangrienta guerra civil. El 10 de enero de 1981, fuerzas insurgentes del Frente Farabundo Martí para la Liberación del El Salvador –FMLN– atacaron diversas guarniciones militares y poblaciones civiles en todo el territorio. El Salvador había sido gobernado casi todo ese siglo por militares que atesoraban riquezas y grandes tierras, lo que provocó que grupos guerrilleros como el FMLN decidieran alzarse en armas buscando, según sus ideales, igualdad en el país.

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El gobierno de El Salvador, ocupado en la lucha contra sus mismos compatriotas, al parecer no tenía los recursos suficientes para cumplir el sueño mundialista de dos futbolistas más. Desde luego, el equipo dirigido por Mauricio Rodríguez llegó a España sin muchos ánimos, pues fue el peor equipo del torneo con 0% de rendimiento y 12 goles en contra.

Argentina derrotada en la guerra y en el fútbol

La Copa del Mundo de España 1982 se inició el 13 de junio en el Estadio Camp Nou de Barcelona. Alrededor de 95 mil personas asistieron a la ceremonia inaugural, seguida en directo por televisión por casi un tercio de los habitantes del planeta. Aunque el espectáculo inaugural tuvo marchas y banderas como en la edición anterior, por lo menos esta vez un niño pelinegro de sudadera blanca se atrevió a hacer algo diferente. El joven deportista, quien cargaba en sus manos la bandera española, corrió por la mitad del campo, le dio un par de vueltas al círculo central y se quedó de pie, siendo admirado por todos.

El partido inaugural fue protagonizado por Bélgica y Argentina. Los sudamericanos contaban con favoritismo, pues en su once inicial se encontraba el debutante Diego Armando Maradona, quien ya había firmado por el Barcelona FC y se perfilaba como uno de los mejores jugadores del mundo. Sin embargo, la selección de Bélgica dio la sorpresa y ganó con un gol solitario de Erwin Vandenbergh al 62′. El delantero belga definió solo frente al portero Fillol, quien llevaba el número siete en su espalda y fue incapaz de detener el potente remate del rival.

La selección albiceleste perdió en su debut mundialista, tras coronarse campeón cuatro años antes. Sin embargo, esa derrota no se comparó con la sufrida tan solo un día después. El 14 de junio, la Junta Militar de Gobierno, en Argentina, firmó la rendición en la Guerra de las Malvinas, tras ser masacrado por Inglaterra y su poderoso armamento. “El combate de Puerto Argentino ha finalizado. Nuestros soldados lucharon con esfuerzo supremo por la dignidad de la nación. Los que cayeron están vivos para siempre en el corazón y a historia grande de los argentinos… enfrentaron con más coraje que armamento la abrumadora superioridad de una potencia –Inglaterra– apoyada por la tecnología militar de los Estados Unidos de Norteamérica, sorprendentemente enemigos de la Argentina y su pueblo”, dijo Leopoldo Fortunato Galtieri, entonces presidente del país sudamericano, en la televisión pública.

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El archipiélago había sido invadido por las Fuerzas Armadas de Argentina dos meses antes del Mundial de España. La Junta Militar reclamaba soberanía sobre las islas porque se ubican a menos de 500 km de la Patagonia y pertenecían a España antes de la Independencia Argentina en 1816, lo cual significaba su anexión al nuevo gobierno autónomo. Sin embargo, Inglaterra defendió sus Falkland Islands con mano firme, pues habían instalado colonias allí desde 1763 y tenían ciudadanos apodados Belongers, que son descendientes de galeses y escoceses asentados desde hace más de dos siglos.

Cuando la guerra comenzó, el Gobierno totalitario argentino quedó tan solo como un náufrago en altamar. Primero, el Consejo de Seguridad de la ONU pidió la retirada sudamericana del conflicto. Dos días después, la Comunidad Económica Europea impuso sanciones sobre la Argentina. Luego, en menos de un mes, el mediador estadounidense Alexander Haig traicionó la alianza norteamericana con la Junta Militar y facilitó apoyo logístico a Inglaterra. Los mismos británicos atacaron con más de un centenar de buques y aviones de guerra, asesinando 649 argentinos en menos de 74 días.

En la segunda fecha de la fase de grupos del Mundial de España, la selección de Argentina se enfrentó a Hungría y lo goleó 4-1. El resultado vino de la mano de un brillante Maradona, quien marcó sus primeras dos anotaciones mundialistas. Los albicelestes, por supuesto, enviaron un poquito de alegría a su pueblo desde Europa, tras la derrota en la Guerra de las Malvinas. Por su parte, el delantero Osvaldo Ardiles, quien marcó el último gol argentino contra Hungría, perdió la guerra como ciudadano argentino y a un primo que se desempeñaba como piloto de la Fuerza Aérea: José Ardiles.

El buen jeque Al-Sheik Fahad Al-Sabah

En el Estadio José Zorrilla de Valladolid, recién construido para el Mundial de España, se vivió una de las anécdotas más curiosas de la historia del fútbol. En la segunda fecha de la fase de grupos, Francia derrotaba con comodidad a la debutante selección de Kuwait. Los galos, comandados por la magia de Michel Platini, ganaban 3-1 y quedaban a puertas de la clasificación a segunda ronda.

Faltando 10′ para el final del partido, el francés Alain Giresse recibió un pase cerca del área, avanzó en conducción con comodidad y definió al palo derecho del portero Al Tarabulsi. La defensa de la selección de Kuwait se quedó parada, argumentando que algún atrevido hizo sonar un silbato desde la grada.

Cuando el jeque Al-Sheik Fahad Al-Sabah, presidente de la federación de fútbol de su país, vio que el árbitro central concedió el gol, realizó gestos desde la tribuna invitando a su equipo a salir del campo. Como eso no sucedió, el jeque de turbante rojo y bigote espeso bajó al campo y amenazó al árbitro con una daga asiática. Entonces, tras la inédita emergencia, el mismo juez Miroslav Stupar reversó su decisión y anuló el gol legitimo francés. El técnico de los franceses, Michel Hidalgo, quiso retirar a su equipo del partido. Sin embargo, el encuentro siguió y anotaron otro gol para sentenciar el partido de una buena vez.

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La selección de Kuwait quedó eliminada de la fase de grupos del Mundial, fue multada con 25.000 francos suizos y nunca más se clasificó a otro certamen de tal magnitud. Por su parte, el juez Miroslav Stupar arbitró el último partido profesional de su vida.

El tricampeonato de Italia

La selección Italiana, tan temida a principios del siglo XX, no volvió a una final mundialista sino hasta España 1982. Los tanos empezaron el Mundial de forma regular, pues empataron sus tres partidos de la primera ronda. En la fase siguiente, vencieron a los argentinos 2-1 y a los brasileros 3-2, con hat trick de Paolo Rossi, en uno de los partidos más vibrantes de la historia de los Mundiales. En semifinales, Paolo Rossi siguió apuntándole bien al arco y marcó dos goles para la clasificación italiana frente a Polonia.

La final se jugó en el Estadio Santiago Bernabéu, adornado con más de 90 mil hinchas –con gran cantidad de banderas italianas que se ondeaban con intensidad–. A pesar de que el técnico italiano, Enzo Bearzot, ubicó cinco defensas en el once titular, los italianos le marcaron tres goles a Alemania Federal y se llevaron su tercera Copa del Mundo. Los rivales teutones apenas pudieron descontar faltando pocos minutos para el final del partido.

El Mundial de España 1982 significó, desde luego, el primer Mundial legitimo para Italia, tras lo conseguido por las maniobras amenazantes de Mussolini en 1934 y 1938. Cuando la selección de Italia se devolvió a su país, para celebrar con su gente el tricampeonato, el presidente Sandro Pertini acompañó a los futbolistas en el avión. Junto al técnico Bearzot y los jugadores Dino Zoff y Franco Causio, el jefe de Estado Italiano jugó a las cartas en una mesa, cuyo adorno principal era nada más y nada menos que la dorada copa del mundo.

*Capítulo del libro Disparos a Gol

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Por Jhoan Sebastian Cote

Comunicador social con énfasis en periodismo y producción radiofónica de la Pontificia Universidad Javeriana. Formación como periodista judicial, con habilidades en cultura, deportes e historia. Creador de pódcast, periodismo narrativo y actualidad noticiosa.@SebasCote95jcote@elespectador.com

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