Éider Arévalo y toda una vida marchando

El atleta bogotano sigue los pasos del múltiple ganador en este deporte: el ecuatoriano Jéfferson Pérez. Con experiencia va aprendiendo las claves para rendir en situaciones extremas de calor y humedad como lo hizo en Barranquilla.

Jesús de La Hoz / enviado especial a Barranquilla
03 de agosto de 2018 - 03:00 a. m.
 El atleta huilense fue campeón del mundo el año pasado en el evento que se llevó a cabo en Londres, Inglaterra. / AFP
El atleta huilense fue campeón del mundo el año pasado en el evento que se llevó a cabo en Londres, Inglaterra. / AFP
Foto: AFP - LUIS ROBAYO

Cuando tenía 11 años, Jéfferson Pérez (único deportista en ganar una medalla olímpica en la historia de Ecuador) era el más grande ejemplo a seguir para Éider Arévalo, su referente. El ecuatoriano lo ganó todo en la marcha atlética de 20 kilómetros y Arévalo se veía reflejado en él, pues era el camino por el cual soñaba transitar. Ya había iniciado su andar bajo las órdenes de Edward Chiquito.

Con él empezó a entrenar y de inmediato mostró un sentido de responsabilidad y entrega que poco se veía en jóvenes de su edad. Sabía que en este deporte podía marcar la diferencia, porque antes lo había intentado en diferentes pruebas de atletismo, incluso en el fútbol, pero solo era veloz mas no tenía buen control de balón y mucho menos la técnica. Así que de a poco se fue acoplando a la marcha y su estilo pulcro se fue adaptando a la regla de oro de este deporte: nunca tener los dos pies en el aire de manera simultáneamente (siempre debe haber contacto con el suelo). Muchas veces sufrió bullying por la manera en la que se practica esta disciplina.

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“Al comienzo me trataron de gay, por la técnica que se utiliza para marchar y me gritaban improperios cuando salía a practicar”, recuerda con algo de amargura. Sin embargo, esto no fue impedimento para que mantuviera vivos sus sueños y continuara luchando y trabajando arduamente por ellos. “Todos los días me levantaba feliz para practicar mi deporte, lo hacía con mucha dedicación y eso se veía reflejado en diferentes competencias infantiles”.

En 2007 mostró su calidad en un evento nacional que se llevó a cabo en La Virginia, Risaralda, y posteriormente lo hizo en Cartagena, lo que le abrió paso a competir fuera del país en un campeonato suramericano en La Serena, Chile, en el que ni los nervios le impidieron lograr su primera victoria internacional. Fue una alegría sin igual, desmedida. Cuando regresó a Pitalito, Huila, lo recibieron como a un héroe: con carro de bomberos y carrozas. Fue un día festivo, emocionante para él y su familia. Pero para mantener este ritmo sabía que tenía que cambiar de ciudad. Quiso competir para Neiva, pero el presupuesto era poco. “Decidí irme para Bogotá, porque allá iba a encontrar más posibilidades, pero una vez llegué me di cuenta de que mi nombre no era nada. Y me encontré con atletas que ya habían sido campeones suramericanos e incluso centroamericanos. Así que me tocó empezar de cero”.

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La idea siempre fue la misma: entrenar con pasión y con alegría sin importar la adversidad. Conoció entonces a Fernando Rozo, quien fue la persona que más lo marcó, no sólo en su carrera deportiva, sino en su vida. “Si no quieres sufrir, no puedes ganar”, le repitió constantemente. Esas palabras quedaron grabadas y se convirtieron en una forma adicional para encontrar la inspiración necesaria y así seguir logrando resultados. Y, de hecho, no demoraron en llegar, pues ganó en los cinco kilómetros marcha en unos juegos intercolegiados, en Armenia, y desde entonces su ascenso deportivo fue notable. Pero antes de lograr los grandes triunfos que ha obtenido en los últimos años, Eider Arévalo tuvo que sufrir mucho.

La mayor parte de lugares en los que compite son de calor y humedad extrema, lo que lo obliga a ir al límite. “Para lograr una victoria se tienen que perder muchas carreras, porque la dificultad del clima esta siempre atrás. En el Suramericano de Cartagena de marcha en 2013, quedé segundo; en el Mundial de Moscú sufrí una lesión, duré hasta el kilómetro 10 y me retiré; en los Juegos Centroamericanos y del Caribe en Veracruz me dio un choque energético en los últimos kilómetros por el calor; el año pasado en los Juegos Bolivarianos también tuve problemas estomacales por las altas temperaturas, al igual que me sucedió en el Mundial de Marcha en China este año”.

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No obstante, de estas derrotas aprendió, por lo que su preparación para estos Juegos Centroamericanos y del Caribe fue diferente. Trabajó mucho en el tema de la temperatura del cuerpo en climas extremos y el hecho de estar mucho tiempo antes en la ciudad le sirvió para que en Barranquilla lograra el oro anhelado. La experiencia de toda una vida practicando la marcha atlética lo ha hecho tocar el cielo con las manos y de a poco va siguiendo los pasos ganadores del ecuatoriano Jéfferson Pérez, el hombre que lo motivó cuando apenas era un niño y que lo sigue impulsando.

Por Jesús de La Hoz / enviado especial a Barranquilla

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