Japón y su lucha por hacer los Olímpicos de Tokio 2020

Aunque el gobierno nipón ha hecho hasta lo imposible para que las justas se celebren del 24 de julio al 9 de agosto próximos, la suspensión es inminente. El coronavirus es el último y más grande contratiempo de una larga cadena de percances que han afectado la organización del máximo evento deportivo en el mundo.

Gonzalo Robledo *
22 de marzo de 2020 - 02:00 a. m.
A pesar de la pandemia, la llama olímpica hace el recorrido entre Atenas y Tokio. / AFP
A pesar de la pandemia, la llama olímpica hace el recorrido entre Atenas y Tokio. / AFP

La suspensión de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 a causa de la pandemia del nuevo coronavirus, ha dejado de ser una hipótesis pesimista y se empieza a convertir en una realidad. 

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Una encuesta reciente de la agencia de noticias Kyodo reveló que el 70 % de los japoneses opina que los Olímpicos no tendrán lugar en la fecha prevista (del 24 de julio al 9 de agosto próximos) pese a que tanto el primer ministro, Shinzo Abe, como el presidente del COI, Thomas Bach, han reiterado su convicción de que el brote viral no implicará retrasos.

El número de casos positivos de COVID-19 en Japón es relativamente bajo debido a una estrategia de pruebas enfocadas en casos extremos, muy criticada por los ciudadanos pero que, según las autoridades sanitarias, evita las aglomeraciones y previene el colapso del sistema médico.

Las escuelas están cerradas, ferrocarriles y aerolíneas redujeron sus viajes y muchas empresas e instituciones practican el teletrabajo. La liga de fútbol japonesa se canceló y otros deportes como el béisbol y la lucha tradicional del sumo han celebrado eventos sin público o posponen torneos.

A la reducción de las infecciones contribuyen costumbres arraigadas como el saludo con reverencia en vez de darse la mano, el uso habitual de tapabocas para no contagiar a los demás cuando se está resfriado y quitarse los zapatos al entrar a casas, escuelas y muchos lugares públicos.

En la tabla del contagio de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Japón figura como el decimoséptimo país, justo detrás de Dinamarca, con 1.007 enfermos hasta el 21 de marzo. A mediados de febrero, debido a la crisis del crucero Diamond Princess, en la que se registraron unos 700 casos, Japón era el lugar con más contagiados después de China.

Pero algunos observadores señalan que aunque Japón detenga sus contagios, los cuatro meses que quedan para la inauguración de los Olímpicos son pocos dado el desigual calendario de la aparición del coronavirus en países con diferentes sistemas de salud y políticas de control igualmente dispares.

Mientras Italia y España demuestran la imposibilidad de aplanar la curva de contagio con la misma mano férrea del régimen chino, en muchos países del mundo se teme el efecto social de la epidemia agravado por sistemas médicos insuficientes o que excluyen a millones de personas sin seguro de salud.

El gobierno japonés quiere que los Juegos de Tokio 2020 sirvan para mostrar al mundo la recuperación después de la triple tragedia de terremoto, tsunami y accidente nuclear de marzo de 2011.

El desastre de Fukushima confirmó la vulnerabilidad de los reactores atómicos en un archipiélago volcánico propenso a los terremotos y obligó al cierre para inspecciones de las más de 50 centrales nucleares que aportaban una tercera parte de la electricidad del país.

El primer ministro Abe desoyó el llamado de muchos japoneses para abolir la energía nuclear y, aunque promovió las energías renovables, como la eólica y la solar, se propuso reactivar cuanto antes los reactores apagados.

La candidatura olímpica de Tokio fue aprovechada para promocionar la política nuclear y, como parte de su discurso para ganar la sede en 2013, Abe afirmó que la situación en la central accidentada de Fukushima estaba “bajo control”.

Tal afirmación produjo clamor entre los miles de damnificados que nunca podrán volver a sus casas por la radioactividad y sorprendió a los responsables de la central Fukushima Dai Ichi que, nueve años después del accidente, no saben dónde se verterán los cientos de miles de toneladas de agua contaminada con residuos radioactivos que resultan del enfriamiento de los reactores y que se acumulan en tanques cada día.

Los comentaristas políticos afirman que las olimpiadas de Tokio serían el legado ideal para Shinzo Abe, en el poder desde 2012, y un político nacionalista en cuya agenda destaca el deseo de devolver a Japón el prestigio militar que tenía antes de la Segunda Guerra.

Abe fijó una meta de 40 millones de turistas para 2020 y el gasto de infraestructuras que ha generado el evento produjo un fuerte espaldarazo a una economía que lleva décadas a la baja.

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Pero, a partir de la adjudicación, los Juegos de Tokio empezaron a sufrir serios percances. El primero fue la polémica retirada del contrato para el estadio principal que había sido asignado en un concurso internacional a la arquitecta británica de origen iraquí Zaha Hadid. Un grupo de célebres arquitectos japoneses se unieron para atacar el espectacular proyecto de Hadid y uno de ellos, Kengo Kuma, fue elegido para hacerlo más pequeño y más barato.

El logotipo olímpico para Tokio 2020 fue anulado luego de que su diseñador fuera acusado de plagio. El presidente del Comité Olímpico Japonés, Tsunekazu Takeda, tuvo que renunciar a su cargo por su implicación en un escándalo de supuesta compra de votos para asegurar la victoria de la candidatura nipona.

La preocupación por las altas temperaturas de Tokio durante las justas obligó al COI a programar el maratón en Sapporo, ciudad al norte de Japón, con temperaturas más benévolas. Una entrada en Wikipedia titulada “Preocupaciones y controversias de los Olímpicos de verano del 2020”, recopila 13 infortunios a los que ahora hay que incluirle el más importante, la llegada del coronavirus.

“Los JJOO de Tokio están malditos”, afirmó el miércoles 18 el ministro de Finanzas y número dos del gobierno, Taro Aso, tras recordar que cada 40 años la olimpiada sufre graves reveses como anulación por guerra (Tokio 1940) y boicot por motivos políticos (Moscú 1980).

Como es de esperar, la pregunta ¿Qué hacer con Tokio 2020? acapara la atención de los foros políticos, deportivos y empresariales de la capital japonesa. Aunque el gobierno japonés y el COI defienden la premisa de que el virus será neutralizado a tiempo para la inauguración del 24 de julio, la perspectiva de reunir 11 mil atletas y público de todo el mundo durante dos semanas genera más dudas que adhesiones.

Tanto la cancelación definitiva como las diferentes fórmulas para posponer los juegos varios meses o años, conllevan retos legales y logísticos de alto costo. El COI tiene una cláusula que lo exime de responsabilidad en casos de emergencia sanitaria y, según informó el diario local Asahi, le exonera de tener que devolver, entre otros, el dinero de las entradas vendidas para los juegos. 

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Aunque compradores de derechos televisivos, como la cadena estadounidense NBC, tienen asegurado con pólizas cada dólar que invierten, tendrían que responder por los 1.250 millones de dólares de publicidad ya vendida para Tokio 2020.

La cuatro veces campeona olímpica de hockey sobre el hielo, Hayley Wickenheiser, actual miembro del COI, pidió pensar en los atletas e hizo un llamado para suspender los juegos de Tokio.

Su frase: “La crisis es más importante que los Olímpicos”, empezó a hacer carrera en las redes sociales y podría dar inicio a la ola que frene la insistencia oficial para seguir adelante.

* Periodista y documentalista colombiano radicado en Japón.

Por Gonzalo Robledo *

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