Miguel Ángel Rodríguez, el hombre que triunfó en la catedral del squash

El colombiano hizo historia este fin de semana al ganar el British Open, uno de los eventos más importantes del mundo y el equivalente a Wimbledon en esa disciplina.

Camilo Amaya
21 de mayo de 2018 - 11:46 p. m.
El colombiano de 32 años y su trofeo luego de vencer al número uno del mundo, el egipcio Mohamed Elshorbagy. / Twitter Miguel Ángel Rodríguez
El colombiano de 32 años y su trofeo luego de vencer al número uno del mundo, el egipcio Mohamed Elshorbagy. / Twitter Miguel Ángel Rodríguez

La vida de Miguel Ángel Rodríguez Forero siempre ha roto con la rutina, incluso antes de nacer cuando a Constanza, su madre, le dijeron que su bebé tenía el cordón umbilical alrededor del cuello, es decir, un embarazo de alto riesgo, para ella, para su hijo, para toda la familia. También cuando a Constanza le dio apendicitis a los siete meses de gestación y tuvo que pasar por el quirófano. La inflamación de ese órgano en forma de tubo terminó con el parto prematuro y con ella asustada al no verse la enorme barriga luego de la intervención.

“El niño se vino antes, doña Constanza”, le dijo un médico sereno que intentó transmitir esa calma a la paciente acostada en la camilla. La acumulación de sucesos, que podrían haber terminado en algo más que un infortunio, siguió cuando Miguel Ángel tenía ocho años y, en uno de esos viajes que hacía con sus papás de Bogotá a Cali, el carro se fue por un abismo y terminó en un río, volcado, como un cucarrón tratando de recuperar su posición original. Miguel Ángel no tiene claro si fue en el trayecto de ida o en el de regreso, tampoco si fue el cansancio lo que generó que su padre, Ángel, no tomara a la derecha y siguiera derecho en un desvío mal señalizado.

Era de noche, estaba lloviendo y el auto patinó en un asfalto resbaloso. Y solo hasta las seis de la mañana un grupo de lugareños los rescató con una cuerda, subiendo por el risco a su papá con la frente ensangrentada y a su mamá con una costilla rota. A él, por fortuna, no le pasó nada.

Ese hecho puede que sea el origen de su miedo a las alturas, o tal vez, como él mismo dice, el haber sido un piloto con un final trágico en una vida pasada. También lo más cerca que ha estado de la muerte, pues cuando ocurrió el atentado del Club El Nogal el llanto de su sobrina y el afán de su hermana  lo hicieron salir media hora antes de que explotara la bomba que dejó 36 muertos y más de 200 heridos. El 7 de febrero de 2003 las canchas de squash estaban llenas y por eso no pudo jugar con el actor Jorge Enrique Abello, tampoco se duchó como siempre lo hacía. Ese día todo se combinó para que evitara los 200 kilogramos de C-4 que puso las Farc, para que no hiciera parte de la calamidad

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“Mucha gente me llamó porque pensaba que estaba allá”, diría luego Miguel Ángel con un tono de alivio, también de preocupación por las personas cercanas que no lograron sobrevivir.

La bala de cañón

Así es conocido Miguel Ángel en el circuito de la PSA. Así le dicen por la agilidad que tiene en la cancha, por su modo único de buscar la pelota, de lanzarse contra el maderamen sin importarle su integridad física, por desafiar la manera ortodoxa de jugar squash. Pequeño (1.70 centímetros de altura), delgado (69 kg) y potente, este bogotano de 32 años, hincha de Atlético Nacional, ganó este fin de semana el British Open, el equivalente al Wimbledon en el tenis.

Las cinco comidas al día, las dos horas de preparación física en las mañanas, las tres en la cancha, los partidos y correcciones tácticas en la tarde y la hora de gimnasio cuando entra la noche, la rutina de un hombre perfeccionista con su trabajo, al que le gusta el reggaeton y la salsa, que siempre entra con el pie derecho a cualquier cancha en el mundo y que se define a sí mismo con la palabra pasión.

Es común, desde que empezó a competir en el circuito élite, ver fotos suyas suspendido en el aire, en plena elongación, o videos en los que, con reflejos felinos, gira en su mismo eje para golpear la pelota por el otro costado, o a abrir tanto sus piernas para impactar la pelota que más parece un gimnasta olímpico que un jugador de squash. Rodríguez es uno de los dos  latinoamericano entre los 20 mejores de su disciplina (el peruano Diego Elías es 12), un deporte al que llegó por personificar el sueño de su padre, el pionero del squash en Colombia, y para demostrar que en actividades que parecen elitistas, el talento y el esfuerzo ayudan para abrir el camino.

 

Por Camilo Amaya

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