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La Fiebre Amarilla: más que la sede, lo que importa es la hinchada

El debate sobre la ciudad donde juega la selección de Colombia suscita regionalismos, y en realidad lo que importa es la gente que la apoya. Esta es la historia de La Fiebre Amarilla, la barra que ha estado alentando al combinado nacional en el torneo que culmina hoy en Bogotá.

Andrés Osorio Guillott
12 de febrero de 2023 - 12:00 p. m.
Imagen de la barra La Fiebre Amarilla, que nació en 2016 y desde entonces ha creado filiales en todo el país para apoyar a la selección de Colombia.
Imagen de la barra La Fiebre Amarilla, que nació en 2016 y desde entonces ha creado filiales en todo el país para apoyar a la selección de Colombia.
Foto: Jose Vargas Esguerra

Esta es nuestra idiosincrasia, nuestra identidad. Es el fútbol de Colombia, el de América Latina. Puede que los orígenes del barrismo nos remitan a los “hooligans” en Inglaterra en la década de 1970, pero fue en Argentina y luego en el resto de la región donde el barrismo empezó a coger fuerza. Nació en el país donde también nació el fútbol, pero aquí lo hicimos tan propio que los cánticos de las hinchadas provienen de nuestras músicas, los tangos, el rock, las cumbias, los vallenatos, los porros, el carnaval, la murga, las batucadas... Una forma de resistencia, porque decir que aquí somos alegría es excluir de forma muy simple todo lo que somos, pero las verbenas en las tribunas no son otra cosa que un escape a todo lo que nos aqueja, es un momento para ser felices, para ser apasionados, para darnos el derecho de pensar en otra cosa que no sean los afanes cotidianos. El fútbol sin los hinchas es poco. El fútbol sin los bombos, las trompetas, los repiques, los redoblantes, los trapos (banderas), el papel picado y los extintores pierde color, emoción y esencia.

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Se ha suscitado un debate en las últimas semanas sobre cuál debe ser la sede de la selección de Colombia. Barranquilla, Bogotá, Medellín, Cali... todos defienden su ciudad. En la capital del Valle del Cauca y en la del país se jugó el sudamericano sub-20 que termina hoy. El apoyo de los hinchas ha sido uno de los factores a destacar, pues el promedio de asistencia y el ambiente han sido claves para los resultados que ha obtenido Colombia en el torneo.

En Cali, según cifras de la Secretaría del Deporte, asistieron cerca de 94.000 personas a los partidos de la selección en la fase de grupos. En Bogotá, contando el partido del jueves contra Brasil, en el que se vendieron las 35.000 boletas disponibles, ya se registran un poco más de 125.000 entradas en los cuatro compromisos que ha disputado la selección sub-20 en el estadio El Campín, logrando así un promedio cercano a los 31.000 asistentes en el hexagonal final, que termina hoy con los partidos Ecuador vs. Paraguay, Colombia vs. Venezuela , ambos a las 4:00 p.m., y Brasil vs. Uruguay (6:30 p.m.). Estos últimos definirán al campeón del certamen.

“La idea de La Fiebre Amarilla surge en un momento en que vemos que la selección de Colombia no tiene el apoyo que merece ni existe la presión necesaria para que nuestro rival no se sienta cómodo. Al igual que el tema de perder amigos por los colores, y en el caso de los fundadores casi que perder la vida, nos llevó a decidirnos a hacer un cambio de chip por nuestras familias, nuestros hijos, y estar más tranquilos sin perder nuestra pasión por el fútbol. Esta idea surge el 16 de enero de 2016, cuando nos encontramos en un torneo aficionado muy conocido en el sector del Restrepo, el hexagonal del Olaya, donde nos reunimos varios hinchas (cinco) que empezaron con nosotros, pero en el camino fueron dando un paso al costado y continuamos con el proyecto los dos que hasta ahora seguimos fundadores y líderes de La Fiebre Amarilla con un grupo de trabajo que se ha añadido y le ha dado más y más fuerza a nuestra organización”, dijo Cristian Orozco, quien fundó la barra con Juan Felipe Garay y siguen liderándola. “La idea de La Fiebre Amarilla surgió porque teníamos unos grupos donde trabajábamos en cosas sociales y pensamos en formar un colectivo para la selección de Colombia, ya que había hinchas de muchos equipos. Uno trabaja en paz, tolerancia y convivencia con los líderes de las barras, en los clásicos, por ejemplo, pero el único escenario en el que se puede involucrar a toda la gente es la selección”, complementó Garay.

Laura Rojas Torres, quien se encarga de las actividades sociales y las redes de la barra, también dijo que “sí hacía mucha falta una barra que apoyara a la selección. En primera instancia, para que los muchachos se sientan acompañados, para que vean que tienen el respaldo de una hinchada que los alienta 90 minutos para seguir, para ganar un juego, disputar un título. Segundo, para generar presión en el rival. Todos los que hacemos parte de una barra sabemos que es de suma importancia estar alentando, pues eso también desestabiliza a los jugadores contrarios. Y un tercer punto es ver muchas personas unidas alrededor del fútbol”.

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Es bien sabida la frase de que la hinchada es el jugador número 12. Y ese dicho se confirmó incluso en la pandemia. En 2020, Carlos Cueva, investigador del Departamento de Fundamentos de Análisis Económico de la Universidad de Alicante, demostró con estadísticas cómo la ausencia de público influyó en el rendimiento de los equipos. “Antes del cierre de estadios al público, el equipo local ganaba un 45 % de los partidos frente a un 29 % del visitante, una diferencia de 16 puntos porcentuales. Tras el cierre de estadios, pasa a ser un 41 % de victorias locales y un 33 % de visitantes, una diferencia de ocho puntos porcentuales. Con público, al equipo visitante le pitan un 3 % más de faltas y le sacan un 17 % más amarillas y un 33 % más rojas que al local”, dijo Cueva, autor del artículo “Espíritus animales en el hermoso juego: probando la presión social en el fútbol profesional durante el covid-19”.

Orozco cuenta su experiencia y deja un mensaje implícito que se convierte en una de las enseñanzas que deja ser hincha del fútbol: que la terquedad y la lealtad otorgan siempre satisfacciones por haber persistido y encontrado, en múltiples puntos del camino, la satisfacción de haber sabido defender aquello en lo que uno cree o ama: “Esta fue una idea terca que se nos metió en la cabeza por apoyar al equipo de un país, por hacer sentir presión al equipo que venga a jugar contra nuestra patria; aquí queremos invitar a los niños a que se enamoren de nuestro fútbol, de nuestra selección, de nuestras canciones de cancha; crear una cultura futbolera y que no estigmaticen al barrismo, que es un estilo de vida en el cual tenemos barristas ingenieros, diseñadores, músicos, artistas y emprendedores que le aportan al país e hinchas del común que les gusta el fútbol y alentar a la selección; aquí mi experiencia ha sido como una montaña rusa desde 2016 con esa idea terca de hacerlo por la selección, de altas y bajas, de recibir burlas, de decir qué están haciendo, para qué hacen esto, seguimos y seguimos dándole hasta que explotó en este Sudamericano Sub-20. Una de las mejores experiencias fue en la Copa América 2019, donde compartimos más de 34 horas en un bus barristas, hinchas y papás. Una niña de nuestro líder de La fiebre Medellín, creo que en ese entonces tenía cuatro años y aguantó ese viaje de unas 140 horas, más o menos, en los recorridos que hicimos por tierra desde Río a Salvador de Bahía-São Paulo-Salvador de Bahía-Río. Ver a todos compartiendo una cerveza, una comida y ver que se formó esa amistad, esa camaradería ha sido de lo mejor”.

Había que dejar de lado el “sí se puede, sí se puede”. Muchas cosas se pueden rescatar del barrismo, que desde hace años se ha convertido en un concepto llamado barrismo social, pues los mismos hinchas se dieron cuenta de que como colectivo pueden realizar actividades que ayudan a los integrantes y a comunidades de escasos recursos. Una de ellas, antes de hablar de lo social, es rescatar la cultura por medio de la música, de los cánticos. Así, por ejemplo, Garay explica: “Tenemos un grupo que se dedica a eso. Se inspiran con facilidad. Estamos intentando sacar temas exclusivamente de la música colombiana. Sabemos que la riqueza de nuestra música es absoluta. Nos queda fácil componerlos, pero es difícil distribuirlos, pues la gente que va al estadio son familias y personas que cantan una o dos veces y bajan el ritmo, por eso estamos entonando coros sencillos para que las voces de todos retumben en el estadio”.

“Somos hinchas de diferentes equipos de fútbol. Nuestro objetivo en temas sociales es contribuir a las nuevas generaciones a que el barrismo no tiene que vivirse con violencia, no tiene que ser matar por un color, sino que tiene que ser una pasión sana, bonita, y que nos podemos unir bajo una sola bandera; finalmente todos somos colombianos y es un tema que debe primar dentro de todo el tema de la barra. A nivel social, generamos espacios para que la gente venga, toque los instrumentos, se integre con el tema de la música y haga parte del carnaval, de la murga como la llamamos nosotros. También hacemos actividades que ya están muy marcadas, una es Halloween. En esa fecha vamos a poblaciones vulnerables en varias partes del país para llevar dulces, regalos, disfraces; en diciembre damos regalos, nos disfrazamos de papá Noel y llevamos refrigerios. En pandemia ayudamos a los habitantes de calle. Hemos hecho chocolatadas, les llevamos tamales. Hemos hecho donaciones a geriátricos. Siempre mostramos que somos una barra unida. Con todas las filiales logramos esto en varias ciudades del país. Obviamente en esos espacios lo que buscamos es hablarles a los niños y jóvenes de la importancia del fútbol unido y en paz”, señaló Laura Rojas.

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Esa es nuestra cultura del fútbol, la del país y la de América Latina. Más que hablar de 4-4-2, de grandes fichajes, goles y jugadas, este deporte también implica hablar de quienes lo siguen, pues su rótulo de popular justamente viene también de las costumbres que lo rodean La selección es el país y, por ende, la gente que la sigue. Poco a poco las barras reducen la violencia que años atrás era imposible de frenar. Ha sido difícil, pero justamente las actividades sociales y el pretexto de la tricolor funcionan para seguir demostrando que esos miles de personas que se ubican en las laterales con trapos, rollos de papel e instrumentos son vitales para que el fútbol sea esa alegría que muchos anhelamos casi que con desespero cada fin de semana. “Tenemos códigos. Evitamos que la gente lleve banderas o camisetas del rentado nacional y eso nos ayuda a disminuir el malestar entre los hinchas. Cuando todos tenemos la misma camiseta nos damos cuenta de que funciona mejor la tolerancia”, concluyó Garay.

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