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“Se trabaja la vida entera para momentos como este”, admitió entre lágrimas el periodista Ricardo Orrego en la transmisión por televisión luego de que Linda Caicedo llevara a la selección de Colombia a la final del Mundial Femenino Sub-17. En el juego planteado por las colombianas quedó reflejada la identidad del fútbol que se da en este continente, que viene trastocado por las canchas de barrio; además, se evidenció lo que ha logrado el fútbol femenino, pero sobre todo como la 11 de la tricolor ha entrelazado las sorpresivas jugadas con su segundo apellido: Alegría.
Mientras Linda Caicedo se encuentra en Catar cumpliendo otro de sus sueños: estar en el máximo certamen del fútbol y, además, ver a Lionel Messi, uno de sus ídolos, disputar una nueva final mundialista; sus padres estuvieron en Bogotá recibiendo los premios a Revelación del Año y a la Deportista elegida por el público, durante la ceremonia del Deportista del Año. Su méritos, haber sido la figura de la Copa América, que se disputó en Colombia a mediados de este año, y, recientemente, conseguir el subcampeonato del Mundial de India Sub-17, certamen por el que se llevó la distinción de la segunda mejor jugadora.
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El amor entre el fútbol y la delantera oriunda del Valle del Cauca comenzó a muy corta edad. Su padre, Mauricio Caicedo, quiso regalarle de Navidad una muñeca que vio en una de las tiendas de su pueblo, Candelaria. Con tan solo cuatro años, le dijo a su papá que prefería que le diera un balón y unos guayos para así poder jugar al fútbol. Desde entonces, siempre ha tenido la pecosa entre sus pies. Fue tanta su pasión y su fuerza, que ningún par de zapatos aguantó, razón por la que su madre, Erlinda Alegría, se las ingeniaba para hacerles remindos o refuerzos de caucho.
El piso de su casa y la tierra de la cancha de fútbol El Tronco fueron los primeros lugares en registrar las gambetas, los pases y las jugadas que fue realizando Linda Caicedo. Su papá, Mauricio Caicedo, contó que desde su regalo de Navidad su hija no lo dejó ni un segundo y que en cada rincón de la casa en el que podía practicar, allá estaba con el balón. Y que, además, se pegaba del televisor cuando jugaba el Barcelona u otro equipo que le gustaba, ya fuera nacional o internacional.
Luego de acabar con sus primeros guayos, a los cinco años, apareció el club Villagorgona, en el que empezó a formarse rodeada de niños, quienes no la discriminaron por ser la única mujer y donde el apoyo de sus padres por ejercer este deporte se reafirmó. Después jugó para el Real Juanchito.
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“Lo más importante de los procesos es creer. Yo crecí con hombres y fue un proceso hermoso que me ayudó en mi juego. El fútbol femenino y las mujeres tienen condiciones inigualables, pero necesitamos que nos apoyen. Es de estar ahí y de día a día fomentar esa pasión, es de creer en el proceso y apoyarnos siempre”, dijo Caicedo en el reconocimiento que le realizó Colombia tras su llegada del Mundial Sub-17.
Tuvo que recorrer largos caminos para poder jugar, un tiempo después, en el Club Deportivo Atlas, ya que para llegar a los entrenamientos debía tomar bus y luego caminar largo tiempo. Esa circunstancia potencializó la disciplina y el espíritu que muestra Caicedo durante cada partido. Esto se complementó con los valores que sus padres le inculcaron y le recuerdan a diario: “Hay que ser siempre humilde, hay que respetar a los demás y el trabajo del día a día es la mejor herramienta para destacarse y cumplir los sueños”.
Gracias a esto, a sus 14 años debutó como profesional en 2019 en la Liga Femenina, siendo la goleadora y campeona del certamen con la camiseta del América de Cali. Antes, había sido la máxima anotadora de los torneos nacionales juveniles de 2017, 2018 y 2019; así como del Torneo Conmebol Paraguay 2018 y de la Liga Vallecaucana 2019.
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En 2021, cuando vestía los colores del Deportivo Cali, se coronó campeona de la liga local, título que terminó de impulsar su carrera, pues por su protagonismo en el cuadro azucarero empezó a ser llamada a las diferentes selecciones de Colombia, en las que ahora es una de las capitanas.
Los pases, las gambetas y las jugadas sorpresivas que han hecho que los comentaristas alcen la voz y se emocionen, o que sus rivales se sientan intimidades, no se dan solo por su talento e intuición, sino también por las horas extra que entrena, pues varias de sus compañeras de selección y del cuadro verdiblanco han contado que Linda Caicedo es la primera en llegar y la última en irse de las prácticas. “A Linda siempre le ha gustado ver las jugadas de otros futbolistas, como Messi, Cristiano y Alexia Putellas. Luego de ver esas acrobacias las repite muchas veces hasta que le salen y, en algunas ocasiones, se graba para ver en qué debe mejorar”, agregaron los papás.
A su corta edad, Linda Caicedo tiene una madurez y una tenacidad que la han llevado a ser una realidad del fútbol colombiano. Las derrotas, aunque dejan un rastro de nostalgia, la ha impulsado para ser mejor cada día. Hoy se habla de cómo conquistó el corazón de un país que no creía en el fútbol femenino, de la alegría que contagia, del baile que tiene con la pelota y del gran referente en que se ha convertido y que seguirá siendo para las próximas generaciones de futbolistas.
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