BASF: una compañía tan invisible, como omnipresente

El caleño Alberto Zúñiga lleva 30 años en BASF. / Cristian Garavito - El Espectador

“Colin Powell decía algo que a mí me pareció bien fuerte: ‘El liderazgo es solitario’. Entonces para mí lo más duro al final del día es tomar las decisiones de una organización que uno cree que son las mejores. A eso me refiero con que el liderazgo es solitario”, cuenta Alberto Zúñiga, quien lleva treinta años en BASF, el gigante industrial de origen alemán que este año cumple ochenta años de estar en Colombia.

Zúñiga, caleño y graduado en administración de empresas, arrancó en la compañía en 1989 como practicante. Hizo carrera hasta el año 2000 en Colombia y continuó en la empresa, pero en sedes de América Latina: se trasladó a Ecuador, luego se fue a Brasil y volvió a Ecuador. Después fue a México y Costa Rica y, tras quince años de haber trabajado en diferentes divisiones y cargos, regresó como director general de la compañía en Colombia. En 2019, asumió el cargo de country cluster head para Colombia, Ecuador, Chile, Perú y Venezuela (un mercado que cayó 97 % por la crisis).

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“Somos una empresa que vende diferentes tipos de productos, algunos más cercanos al usuario final, otros son materias primas para diferentes tipos de industrias. Por ejemplo, para la industria de cuidado personal vendemos insumos para champús, bronceadores y maquillaje. Pero también tenemos materias que se utilizan en la fabricación de combustibles o de suelas para zapatos”, cuenta Zúñiga.

BASF fue fundada por Friedrich Engelhorn en 1865 en Ludwigshafen (Alemania). En un principio fue una fábrica de colorantes para textiles, bicarbonato de sodio y anilina, de ahí viene el nombre de la empresa: Badische Anilin und Soda Fabrik (en alemán). Extrañamente, quizá, del foco inicial no queda nada.

Zúñiga dice, con orgullo, que BASF desarrolló el índigo, el colorante que se utiliza para teñir el denim; aunque la empresa ya no está en ese negocio. Y fue precisamente por ese sector que la empresa llegó a Colombia. En 1939, la compañía arrancó operaciones con el nombre Química Proco S.A., en Medellín, la cuna del sector textil y de moda del país. Luego, en 1971, abrió oficinas en Bogotá, bajo el nombre BASF Química Colombiana S.A. En 1999, la sede en Antioquia fue cerrada y Bogotá se convirtió en la plaza principal de la empresa en el país.

Actualmente, la compañía importa productos y tecnologías de Alemania, Estados Unidos y Brasil; está presente en los cinco continentes y maneja doce unidades de negocio y más de 8.000 productos. Exporta principalmente a Ecuador. El sector agrícola, el cuidado personal y la fabricación de espumas son sus renglones más relevantes en términos de tamaño.

Ahora bien, hablar de químicos necesariamente abre una conversación sobre sostenibilidad y responsabilidad ambiental. La empresa tiene cuatro categorías para clasificar sus productos: aceleradores de sostenibilidad, biodegradables, en transición y desafiados.

“Con la nueva estrategia que se implementó, el nuevo presidente global dice: ‘Quiero que nosotros, como compañía, dupliquemos nuestra producción, pero que no crezcamos en emisiones de carbono’. Eso es un desafío enorme. Entonces si un proyecto tiene una huella ambiental negativa, no va”.

Desde 1999, la compañía trabaja en economía circular, un tema que en Colombia está en auge. Es decir, la empresa busca utilizar el subproducto de un proceso químico como materia prima de otro.

En Colombia, algunas de las iniciativas que buscan mitigar su huella ambiental y mejorar su relación con comunidades tienen que ver con el reaprovechamiento de aguas, la utilización de plásticos biodegradables y proyectos para mejorar las prácticas de agricultores locales.

En 2018, la empresa fue reconocida como la más innovadora de Cundinamarca y Bogotá y la séptima del país en el ranking de innovación de la ANDI. Para 2020, planean seguir teniendo un crecimiento de dos dígitos. “Lanzaremos nuevos productos para el sector agrícola, introduciremos tecnologías en el sector del banano, y seguiremos contribuyendo con las vías terciarias y las obras de 4G. Siempre hay oportunidades que nos van a permitir permanecer en el país”.

Actualmente, BASF tiene un laboratorio para el cuidado personal y del hogar en Cali y una planta en La Calera. Además, ganó una negociación con aditivos de construcción que fabrica para fortalecer el macizo en Hidroituango, el megaproyecto energético cuyo futuro sigue en veremos.

Con motivo de los ochenta años, la compañía abrió un laboratorio de insumos de pinturas y asfaltos en Fontibón, en Bogotá.

“La diversidad trae creatividad, porque son diferentes visiones y la creatividad nos trae innovación y, al final del día, eso es lo que los clientes están esperando: que nosotros seamos creativos e innovadores para poder entregarles soluciones que les permitan defenderse mejor en el mercado”, cuenta Zúñiga al reflexionar sobre cómo se ha mantenido la compañía a través de las crisis políticas, económicas y sociales por las que ha atravesado Colombia durante los pasados ochenta años.

Sobrevivir implica, necesariamente, adaptación. Zúñiga concuerda con esto y finaliza diciendo: “De eso se trata, de podernos transformar y ver las oportunidades que ofrecen, porque las crisis no son eternas. Los clientes y los consumidores siempre estamos ahí”.