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El 2014 ha sido un buen año para el sector cafetero. Todo marcha mejor que en el último cuatrienio, colmado de paros de agricultores y con una productividad estancada entre ocho y diez millones de sacos. En los últimos 12 meses, finalmente, la producción ha aumentado 18% y se ha ubicado en 12,2 millones de sacos de 60 kilos. Entre noviembre de 2012 y octubre de 2013 la cosecha dejó 10,3 millones de sacos.
Pero aun con buenos resultados hay insatisfacciones sectoriales, la mayoría de vieja data, respecto a los estatutos de la Federación Nacional de Cafeteros y, más recientemente, a los resultados de la Misión Cafetera, el estudio al sector ordenado por el presidente Juan Manuel Santos. En este contexto, Gobierno, productores, exportadores y empresarios del café se darán cita en esta primera semana de diciembre para el LXXX Congreso Nacional Cafetero.
Para Óscar Gutiérrez, coordinador del Movimiento por la Dignidad Cafetera, organización que llevó la bandera durante las protestas de agricultores de los últimos años, “las diferencias subsisten”, pero hay expectativa por una discusión franca y abierta con los demás. “Que los diversos sectores que existen en el seno de los cafeteros realmente puedan expresar sus opiniones. Sé que ese no es un asunto fácil porque los estatutos de la Federación son profundamente antidemocráticos”.
Ve como un contrasentido el carácter poco participativo que le atribuye a la Federación. Seleccionar a los 90 delegados que participan en el congreso y que representan a los más de 500.000 caficultores del país tendría que implicar un proceso “muy democrático”. “Se necesita una reforma estatutaria a fondo, que permita que las diversas corrientes no solamente se expresen, sino que puedan estar en los organismos de dirección y en la toma de decisiones del seno de la Federación”.
La Dignidad Cafetera no es la única que encuentra defectos en la forma en que la organización está constituida. Los hallazgos de la Misión Cafetera, presentados hace cerca de un mes, hacen un llamado a repensar la institucionalidad con la que el sector cafetero funciona. Cabe recordar que en 2013, en el marco de las protestas de los agricultores, el presidente Santos creó la Misión de Estudios para la Competitividad de la Caficultura para que se hiciera un estudio del sector a profundidad, que identificara las principales debilidades de éste y que condujera a la formulación de políticas públicas que las resuelvan.
Juan José Echavarría, quien dirigió la Misión, cuyos informes consolidados y con comentarios serán presentados en enero de 2015, explicó que una de las recomendaciones que se desprenden del estudio es “que se separe la actividad comercial de la actividad de la Federación como proveedora de bienes públicos”. Es decir, que hubiera una compañía, una nueva federación, que se encargara de los bienes públicos: de impulsar la investigación y promoción del café en el exterior. Tendría que haber otra “totalmente autofinanciada” que se dedicara a exportar.
En cuanto a lo normativo, para la Misión es claro que la Federación no puede ser juez y parte: “Decimos que no debe regular y exportar al mismo tiempo”. La Federación Nacional de Cafeteros es la responsable de cerca del 25% de las exportaciones. Es más, Echavarría cree que nadie debería regular. “Que cualquier persona que quiera exportar lo haga. Eso sí, la Federación podría dar garantía de que es cierto tipo de café”. Pero es justamente ese tipo de propuestas las que han levantando ampolla entre las dignidades y muchos otros caficultores.
Para el director de la Misión, hay puntos en los que no cree que “haya gran discordia”, como que si al sector cafetero le va bien, al país también; que si el café no es rentable no se va a erradicar la pobreza o que la competitividad se debe trabajar y debe venir de las regiones.
Hay otros que han generado malestar. “La aplicación de políticas neoliberales, de libre comercio, de apertura económica, de libertad de importación, enmarcados en lo que llaman ‘la globalización’, ha generado demasiado daño a los productores no sólo del café, sino en general a los productores, tanto de bienes agrícolas como industriales”, opina Óscar Gutiérrez.
Gutiérrez cree que lo planteado por la Misión manifiesta “una cantidad de opiniones que son más de un ideólogo que de un investigador serio de la realidad”. Dice que se está creando una contradicción que no existe “entre los subsidios directos y los bienes públicos, diciendo que los subsidios directos son odiosos porque benefician a las personas en particular y que lo que hay que hacer es crear bienes públicos porque arropan a toda la población”. Según él, si no hay subsidio, se golpea la producción, a los productores, el ingreso y, por lo tanto, a toda la economía de los municipios.
Como lo escribió el rector de la Universidad del Rosario, José Manuel Restrepo, en su columna de hace un mes en este diario, “lo que es común a todo el sector agrícola y ahora también al cafetero es que este modelo de poca provisión de bienes, públicos y paternalista, terminó por minar la competitividad, aparte de construir una institucionalidad que monopolizó todas las funciones, en un típico ejemplo de una regulación perversa desde el punto de vista de economía política”. Al cierre de esta edición, los integrantes de la Misión Cafetera no habían recibido invitación para participar del Congreso Nacional Cafetero, que comienza el miércoles.
Asoexport, los exportadores de café, si bien no tienen voz en el congreso, irán a hacerse partícipes, pues, según su presidente ejecutivo, Carlos Ignacio Rojas, lo que se decida allí tiene incidencia en la competitividad de la cadena productiva, que toca a todos. De acuerdo con él, Colombia no está siendo competitiva. “El número más reciente (de productividad) es de 14 sacos de café verde de 60 kilos por hectárea total. Brasil produce 24 por hectárea”. Por demás, uno de los frenos para la competitividad y la innovación es la regulación.
“En Colombia sólo se puede exportar a partir de cierto tipo de café”, explica Rojas, uno muy selecto. Sin embargo, en el país se queda una parte de la producción, de una calidad menor, que podría encontrar consumidores en el exterior. Países como Alemania, acostumbrados al sabor del café colombiano selecto, de cara a la crisis económica en Europa, estarían dispuestos, según el presidente de Asoexport, a beber otro tipo de café que se ajuste al bolsillo en este momento. De nuevo, que la Federación funcione como “regulador y a su vez como convertidor de la exportación no permite que se explore toda la dinámica de los mercados internacionales”.
El papel de los privados es importante, tanto para la producción como para la exportación. Una de las quejas de los productores es que el crédito para el campo es más costoso que el crédito comercial. De uno de los estudios que se encargaron para la Misión se desprende que es necesaria la inserción de la banca privada en el campo. Eso, para Echavarría, sólo sucederá en condiciones de mayor competitividad y rentabilidad.
Asoexport cree que los privados tienen la experticia para asumir la exportación. De acuerdo con Rojas, el que sus afiliados hayan superado crisis cafeteras durante las décadas de trayectoria que tienen mucho de ellos, los hace depositarios de confianza para quedarse con el comercio exterior, algo que de hecho sucede. El 90% de la exportación de café a EE. UU. la hacen los actores privados.
Lo ideal es que el Congreso Cafetero sea el escenario en el que todas estas inquietudes y recomendaciones se encuentren. Sumadas a comentarios de expertos internacionales y a las necesidades de los productores que cuentan con representación, robustecerán el temario para la formulación del plan estratégico para el café durante los próximos cinco años.
Fuentes cercanas a la Federación afirman que “no hay reticencia a cambiar y a mejorar”. Allí, según la organización, se discutirá sobre “los desafíos del cambio climático, la gestión de los costos de producción, el relevo generacional y la comercialización con generación de valor agregado”.
mmedina@elespectador.com
@alejandra_mdn