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Suele ocurrir que cuando escucha la palabra África, lo primero que la gente piensa es en una multitud de desgracias. Guerras, hambrunas, corrupción, enfermedades, gobiernos inestables... La lista es interminable. Es el imaginario que el mundo ha construido sobre esa región desde los años 60, cuando sus habitantes se alzaron contra los poderes coloniales, los derrocaron y se pusieron a la tarea de construir democracias.
Pero aquella imagen ha cambiado en los últimos diez años. Entre el tumulto de países en desgracia con el resurgimiento de conflictos civiles, graves sequías y atraso económico, se encuentra un grupo de diez economías que aprovecharon el alza internacional de los precios de las commodities (materias primas) para impulsar su desarrollo. Es el caso, entre otras, de Nigeria, Angola y Guinea Ecuatorial, que en los últimos años se han convertido en aliados claves de las potencias occidentales en el suministro de petróleo ante la inestabilidad política que afecta a Oriente Medio.
Gracias a este factor, impulsado en un principio por las petroleras chinas y brasileñas que vieron grandes negocios en medio de la inestabilidad, las cifras del continente han cambiado: según la revista The Economist, la productividad crece a un ritmo de 2,7% cada año, el comercio con el resto del mundo se expandió en un 200% desde el inicio de la década pasada y su deuda externa, que causó el empobrecimiento crónico en los años 90, pasó del 22% al 8% en el curso de 20 años.
Los primeros en comprobar el cambio son sus antiguos acreedores. “África puede estar al borde del despegue económico, al igual que China hace 30 años e India hace 20”, aseguró el año pasado un reporte del Banco Mundial, mientras que el Fondo Monetario Internacional espera para 2012 una expansión del 7,5% en las economías subsaharianas.
Esas cifras, que revelan que el crecimiento africano es muy similar al de Asia Oriental (Japón incluido), se ha convertido en la principal razón para que Colombia busque hacerse partícipe de la bonanza.
“Uno no puede quedarse con las imágenes de la África de los años 80, de un territorio convulsionado y de pobreza, porque sería casi tan estúpido como cuando nos miran a los colombianos afuera y dicen que somos un país inviable. El continente cambió y está creciendo”, señala Sergio Díaz-Granados, ministro de Comercio, Industria y Turismo, quien desde su despacho ha fijado a los mercados africanos como uno de los objetivos más ambiciosos para la política comercial.
Proexport será la entidad encargada de liderar aquel proceso. Para este año se ha fijado como meta programar 15.000 citas de negocios donde los empresarios colombianos puedan sentarse a negociar con sus contrapartes y fijar volúmenes de exportaciones, plazos de entrega y formas de pago. Y aunque buen número de estas reuniones se enfocará en los mercados con los que hay acuerdos comerciales en vigor (México, Canadá o Chile, por ejemplo) o aquellos a punto de estarlo (principalmente Estados Unidos y Canadá), África guarda un lugar especial.
Tal como lo explica María Clara Lacouture, presidenta de Proexport, durante la presentación de la estrategia, una modalidad es aprovechar el auge petrolero de Angola para exportar productos agroindustriales y manufacturas.
Los mercados objetivos van desde las costas del mar Mediterráneo hasta las del océano Índico: Marruecos, Argelia, Túnez, Egipto, Ghana, la propia Angola, Kenia y Sudáfrica son los destinos indicados por los estudios de inteligencia de mercado para iniciar la conquista africana (ver infografía).
Diez años atrás, este plan habría sido considerado una locura, pero hoy en día podría calificarse de tardío. Según un estudio del Standard Bank, un grupo financiero que opera en todo el continente, la clase media de África crece a una tasa superior que la de Asia y América Latina. En sus cuentas, 60 millones de hogares tienen ingresos anuales superiores a US$3.000, y esperan que para 2015 esa población aumente a 100 millones. En total, 300 millones de personas ganan más de US$700 al año.
Aquel poder de compra está siendo aprovechado especialmente por los operadores de telefonía móvil, que hoy en día facturan 600 millones de cuentas. A diferencia de Colombia, donde se trabaja en su implementación, servicios como banca móvil y consejos agrícolas por medio de celular son los más demandados. Precisamente éste sería uno de los campos a los que la industria colombiana mira con mayor interés.
“El año pasado Kenia ocupó el segundo puesto en la región en cuanto a demanda de aplicaciones móviles, justo detrás de Sudáfrica, por lo que es de nuestro interés desarrollar productos para su mercado”, afirma Paola Restrepo, presidenta ejecutiva de la Federación Colombiana de la Industria del Software y Tecnologías Relacionadas (Fedesoft), quien considera que las aplicaciones financieras, educativas y del sector salud serían la carta de presentación más efectiva del país.
Sin embargo, el éxito todavía no está asegurado. “Aún tenemos que trabajar fuertemente en bilingüismo, para así desarrollar aplicaciones en inglés y conquistar mercados como el de África y Estados Unidos. Y es necesario que contemos con una estrategia de país, porque unidos conseguimos más y mejores negocios que promocinándonos como empresas particulares”, agrega.
Esa es precisamente una de las más importantes carencias que el Gobierno ha identificado en su plan africano. Desde Presidencia, la orden es una sola.
“La Cancillería va a aumentar la presencia diplomática en África, y detrás de ellos vamos nosotros con el esfuerzo comercial”, revela Díaz-Granados, quien en octubre próximo liderará una visita oficial al sur del continente, concretamente a Sudáfrica, Zambia, Zimbabue y Kenia. Ése será apenas el primer paso para conquistar un mercado en ebullición.