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Cuando Gonzalo Méndez se refiere a las abejas, habla de ‘abejitas’, con afecto, como quien habla de un pariente o un amigo. No en vano por ellas abandonó los trabajos de escritorio, en los que contaba con una secretaria y todos los días tenía que cumplir compromisos tediosos. Desde hace cuatro años todo eso quedó atrás, con la satisfacción de que, hoy, en sus propias palabras, “las abejas me han dado todo lo que 20 años de trabajo como ingeniero metalúrgico no me dieron”, y ese “todo”, abarca desde la seguridad material hasta la satisfacción personal.
Gonzalo Méndez tiene 46 años y nació en Cogua, un pueblo de Cundinamarca ubicado a 70 kilómetros de Bogotá, conocido por su oferta ecoturística. Creció bajo el régimen de un padre para quien la educación de sus ocho hijos no era prioritaria, y por ello desde muy joven aprendió que trabajar era la única forma de conseguir lo que quería. Así, por su propio interés y con sus propios medios terminó el bachillerato, estudió más de cuatro cursos técnicos en el SENA, se graduó como ingeniero metalúrgico y hoy es dueño de cerca de 70 apiarios, que suman cerca de 1.200 colmenas ubicadas en Cundinamarca, Valle del Cauca, Antioquia, Arauca, Santander Córdoba y Cesar.
La hoja de vida de Gonzalo es extensa, pero más que todo, diversa. Ha pasado por grandes empresas de fundición, una empresa de transporte de pasajeros, su propia finca, en la que desde siempre le ha gustado cultivar frutas y hortalizas, y varios negocios de soldadura y fundición, uno de ellos propio. Ha desempeñado desde tareas operativas hasta administrativas. Incluso, mientras adelantaba sus estudios como ingeniero metalúrgico en la Universidad Libre de Bogotá, fue profesor en la misma institución de los estudiantes de primer semestre.
Sin embargo, una pasión ha atravesado transversalmente su vida profesional: las abejas. Y todo comenzó, hace más de 30 años, cuando aún era un adolescente, y dos hombres tocaron la puerta de su hogar buscando que les alquilaran un terreno para instalar unas colmenas. A pesar de la renuencia del padre de Gonzalo, los apicultores lograron que les rentaran un espacio. Periódicamente los dos hombres visitaban las colmenas para extraer miel y revisar que todo estuviera en orden, mientras Gonzalo los observaba, se dejaba picar y preguntaba ansioso por aprender de ese mundo que lo había conquistado.
“El ABC de las Abejas” fue el primer libro que tuvo Gonzalo sobre apicultura, libro que obtuvo como obsequio de uno de los dueños de las colmenas al ver su interés en el tema y que fue el punto de partida de una pasión que alternaría con sus trabajos de ingeniería y que lo ha llevado a viajar por todo el mundo en busca de nuevas técnicas sobre la apicultura.
Invirtió todos sus ahorros en varios viajes que hizo mientras aún trabajaba en la industria metalúrgica para aprender de apicultura: Argentina, Brasil, Bolivia, Paraguay, España e Inglaterra son algunos de los países a los que ha viajado en busca de aumentar sus conocimientos sobre las abejas. Sin embargo, a pesar de conocer más lugares que cualquier persona promedio, en su actitud y su forma de hablar sólo deja ver conocimiento y experiencia, sin ningún rasgo de vanidad.
Hace cuatro años, cuando se cansó de estar entre metales y sopletes, decidió dedicarse de lleno a la apicultura. En ese entonces sólo tenía 10 colmenas. Y empezó. “De las abejas nada se desperdicia”, señala Gonzalo mientras enumera los productos que se derivan de estos animales: apitoxina, cera, jalea real, propoleo, polen y miel.
La apitoxina, es el veneno que inyecta la abeja a través de su aguijón y que se utiliza en la industria farmacéutica en el tratamiento de trastornos de la locomoción y el sistema nervioso. Por su parte la cera, es una secreción de las escamas que tienen las abejas entre el tórax y el abdomen, y es el principal insumo de construcción de las celdas de los panales. Del mismo modo, la jalea real, producto de las glándulas hipofaríngeas de las abejas nodrizas, es una sustancia calificada por Gonzalo como responsable de la longevidad: “El ciclo de vida de una abeja es de 90 días, el de los zánganos de seis meses antes de fecundar a la reina, pero la reina, que sólo se alimenta de jalea real, produce más de 1.500 huevos diarios y alcanza a vivir siete años”.
Otro producto, igualmente utilizado en medicina es el propoleo, que no es otra cosa que la resina de árboles como el Pino y el Eucalipto que las abejas recogen en sus patas. “Es el mejor antibiótico del mundo y se usa para el tratamiento de las afecciones de las vías respiratorias”. Gonzalo no comercializa este producto, ni los que anteriormente se mencionan, aunque de vez en cuando hace jarabes para amigos y conocidos. El kilo de propoleo puro vale $120.000.
Y aunque el interés de Gonzalo es extenderse a todos los eslabones de la cadena de la apicultura y trabajar con cada subproducto, Apiarios Rodamonte, como se llama su empresa, está centrada en la producción de la miel y el polen. La miel es el néctar de las flores que las abejas transportan de celda en celda al interior de la colmena, y que, a su vez, sirve como alimento a las abejas: “tiene que tener máximo el 20% de humedad, un máximo el 6% de sacarosa, un 50% de glucosa y por ahí un 20% de fructosa, aunque ese porcentaje es variable”, explica Gonzalo.
Y aunque suene pretencioso, Gonzalo asegura que la miel que se produce en Colombia es una de las mejores del mundo, y su teoría se fundamenta en la experiencia que tuvo al participar, hace un par de años, en una feria exclusivamente de miel en Valladolid, España.
Por invitación de un amigo, Gonzalo viajó con 800 kilos de miel al evento: "yo acostumbrado a participar en los mercados campesinos que se ubican en Bogotá cada 15 días, en donde el promedio de venta es de $200.000, tuve una gran sorpresa cuando llegué a Valladolid y veo que allá llegaban camiones con miel. El que menos lleva, llega con siete toneladas de miel". Pero como si la magnitud del evento fuera poca, la compra de mieles tenía como factor determinante el concepto que dieran los catadores de mieles, que, al detenerse en el puesto de Gonzalo, empezaron no sólo a aprobar la calidad de su producto sino a comprar frascos para su consumo personal.
Por eso no escatima en calificativos para hablar de su miel, que tiene diferentes calidades, colores y sabores de acuerdo con el lugar en el que se ubican los apiarios, teniendo en cuenta qué tipo de flora es la que genera el insumo para las abejas. Mensualmente Apiarios Rodamonte produce una tonelada de miel que tiene un valor de $24 millones. Sin embargo, en época de floración Gonzalo ha llegado a producir hasta 6 toneladas de miel.
Sin embargo, la cantidad de miel que le han pedido del exterior a Gonzalo es de mínimo 20 toneladas, por eso está en busca de otros que, como él, sientan una conexión con el campo y quieran incursionar en el negocio. Clientes españoles y el programa Bogotá sin Hambre, de la alcaldía de la capital, son algunos de sus compradores más destacados.
El otro producto importante en su negocio es el polen, el germen masculino de las flores, que las abejas transportan a través de las vellosidades de sus patas, para luego, con su saliva formar pequeñas esferas que almacenan en las colmenas. El kilo de polen vale $15.000 y la capacidad de producción de Rodamonte es de una tonelada al mes, que es lo que Argentina genera anualmente: “Argentina produce al año 1'500.000 toneladas de miel, pero sólo una tonelada de polen, debido a que las estaciones impiden que las floraciones duren tanto tiempo como en el clima del altiplano cundiboyacense”, de ahí que en Colombia haya un alto potencial. Gonzalo divide la producción de polen entre un cliente en Japón y otros apicultores nacionales que lo comercializan en las tiendas naturistas.
Sin embargo, Gonzalo reconoce que “la apicultura en Colombia todavía está en pañales” y denuncia que el 90% de la miel que se produce es adulterada, por lo que la credibilidad en el producto es mínima. Asegura que en esas condiciones es muy difícil crecer.
Sus conocimientos de fundición los ha aplicado para hacer más competitivo su negocio. Actualmente intenta patentar un deshidratador que él mismo fabricó y que permite secar entre 10 y 12 veces más la cantidad de polen que se seca en uno convencional, con un 90% menos de contaminación debido a que funciona con gas y no con electricidad como los comerciales.
De otra parte, participa activamente en la mesa departamental de competitividad como integrante de la agrocadena de apicultura. Este coguano ha invertido cerca de $500 millones en su negocio, recaudados a través de crédito bancario y las utilidades de las ventas de productos de abejas, y no piensa parar. Para ser más competitivo, Gonzalo busca ampliar su infraestructura y su recurso humano, pues hasta ahora él ha hecho las veces de biólogo, ingeniero de alimentos, nutricionista, contador y hasta abogado de su propia empresa. Seguir adelante es su plan, por eso, invita a todos los colombianos interesados en el tema a que lo visiten y le permitan transmitir un poco de su pasión.