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Los datos que reveló la cuarta entrega del Censo Nacional Agropecuario son un eslabón más en la larga cadena de factores que han hecho que hoy el campo colombiano continúe en precarias condiciones. Esta vez, supimos que 12 de cada 100 personas en el área rural dispersa del país no saben leer, escribir ni comprender un texto corto y sencillo, que es la definición de la Unesco para el analfabetismo.
Mauricio Perfetti, director del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), aseguró que la cifra de ciudadanos que no saben leer ni escribir ha disminuido, pues, de acuerdo con el censo poblacional de 2005, 19 de cada 100 personas en el rural disperso eran analfabetas. Sin embargo, ese número, el 19 %, sigue siendo la proporción de analfabetismo en los colombianos que se autorreconocen como pertenecientes a algún grupo étnico: afro, indígena, rom, palenquero o raizal.
Por supuesto, eso tiene sus raíces en vacíos educativos desde la primera infancia. De acuerdo con el DANE, el 78 % de los niños menores de cinco años en el campo permanecen al cuidado de sus padres, ya sea en la casa o en el trabajo, o con un tercero. Sólo 17 de cada 100 niños en la primera infancia van a una institución educativa, en donde desde esa temprana edad, ampliamente reconocida como determinante en la vida de un ser humano, pueden empezar a desarrollar sus capacidades.
En ese sentido, los departamentos más críticos son Vichada, Guaviare, Arauca y Tolima, donde menos de 4,5 % de los más pequeños van a una institución educativa. El Tolima, es de recordar, está en el séptimo lugar en los escalafones de las zonas donde más viviendas ocupadas hay en el rural disperso del país y donde existe mayor acceso a conexiones de energía eléctrica. Los otros tres departamentos, por el contrario, juntos, apenas llegan al 1,4 % de participación en el total de viviendas ocupadas en el campo y 0,8 % del área rural del país que tiene el servicio público.
La inasistencia continúa con un 20,3 % de niños entre 5 y 16 años que no reciben educación, lo que significa un descenso de siete puntos porcentuales con respecto a los datos del censo poblacional de hace diez años. Vichada, junto con Cesar y Magdalena, de nuevo se encuentra en la posición con mayor desventaja en asistencia escolar a esas edades.
Ese departamento, además, es el cuarto en el país con mayor proporción de menores de 15 años en su población, después de Amazonas, Vaupés, y Guainía, y el último en la lista de hogares con mayores de 60 años, pues sólo dos de cada diez tiene un adulto mayor. Es decir, uno de los departamentos que es contraejemplo de que el campo se está envejeciendo está entre los que menos educa a sus jóvenes.
En el mismo rango de menores entre 5 a 16 años, las brechas con los grupos étnicos se reducen, pues los niños que van al colegio o a algún lugar de educación son el 79,4 %. En esta población, los jóvenes entre 17 y 24 años que asisten a una institución educativa son el 31,9 %, es decir, el 68,1 % no asiste. La cifra para el total del rural disperso colombiano da cuenta de que casi 74 de cada 100 no reciben educación en esas edades, mientras que 26 de cada 100 sí lo hacen.
Paradójicamente, informó el DANE, “el archipiélago de San Andrés, Chocó, Guainía, La Guajira, Putumayo, Vichada, Valle del Cauca, Guaviare y Córdoba son los departamentos donde hubo mayor porcentaje de población entre 17 y 24 años que asistía a la educación, por encima del 30,2 %”. En cambio, en Atlántico, Cesar, Huila y Caquetá se observaron las menores tasas de asistencia. Y es paradójico porque, como quedó expuesto, Vichada se encuentra entre los que menos están educando a los más pequeños.
De todas formas, la proporción de muchachos que se educan conforme se vuelven mayores decrece abismalmente. Como han explicado ONG y expertos, el precario sistema educativo en la ruralidad, sumado a patrones culturales, empuja a los jóvenes hacia las ciudades o fuera de las aulas. “A medida que las niñas crecen, van asumiendo responsabilidades en el hogar y se van desescolarizando. Pero además no hay incentivos para continuar los estudios. No hay oportunidad de saltar a estudios universitarios ni de encontrar un empleo digno”, dijo a este diario Aida Pesquera, directora de Oxfam en Colombia, la semana pasada.
Es paradójico, además, que varios de los departamentos en donde hay más gente educándose entre los 17 y los 24 años están también entre los más pobres. La Guajira, con un 84,5 %; Vichada, con 80,6 %; Guainía, con 75,8 %, y Vaupés, con un 75,4 %, tuvieron los mayores índices de pobreza, según el Índice de Pobreza Multidimensional para la población del área rural dispersa censada. Cifras, por demás, muy lejanas de las que celebró el Gobierno la semana pasada. Entonces, el presidente Juan Manuel Santos anunció que por primera vez, con cerca de 28 % de pobres en Colombia y 30,5 % de la población en la clase media consolidada, esta última es más grande que el volumen de ciudadanos en la pobreza.
En la población que se autorreconoce como de algún grupo étnico, la alarmante cifra es 63,5 % de pobres. En total, la pobreza en el campo llega a 45,5 %, como ya había anticipado el DANE. Perfetti, asimismo, expuso que todos los departamentos presentaron incrementos en los ciudadanos que saben leer y escribir entre 2005 y 2014. La Guajira, que tiene la mayor proporción de personas de más de 15 años que no lee ni escribe, por ejemplo, incrementó 29 puntos porcentuales.
Las paradojas y en general los datos, como ha dicho el director del DANE, llaman a realizar estudios que analicen las realidades del campo. Pero, más que estudios, lo que se espera son acciones que atiendan las carencias que el censo ha señalado en aspectos tan básicos como la atención escolar y servicios públicos como la energía y el alcantarillado.