Imagine un mundo, fuera de las historias de la ciencia ficción, en el que las máquinas realmente fueran capaces de saber lo que usted siente y experimenta. Que para fines médicos, judiciales e incluso domésticos, los computadores recibieran entrenamiento y pudieran llevar a cabo los quehaceres con exactitud. Eso, a lo que ingenuamente —o no— nos hemos acercado en obras literarias y libretos de Hollywood, es una auténtica inquietud, una motivación para la comunidad científica de hoy, y las mentes colombianas no se están quedando fuera de la empresa.
En días pasados Google anunció que dos colombianos fueron premiados por su proyecto “Aprendizaje de unidades de acción dinámica para el reconocimiento de la expresión facial tridimensional”, que resultó ganador en el primer concurso Google Research Awards que la compañía de tecnología hace en América Latina. Se trata del profesor Pablo Arbeláez y el estudiante de maestría en ingeniería biomédica de la Universidad de los Andes Andrés Felipe Romero, quienes recibieron el reconocimiento junto con otros 11 ganadores de la región, de un total de 301 propuestas.
“El proyecto es acerca del reconocimiento de expresiones faciales, que son fundamentales para la comunicación no verbal entre humanos”, explica Arbeláez. Asegura que en el camino hacia la inteligencia artificial hay que ir paso a paso, por eso, si la humanidad espera que algún día la interacción con los computadores sea en efecto inteligente, primero es necesario que éstos entiendan qué significan a nivel emocional cosas como las contracciones y las microcontracciones que hacemos con el rostro.
El profesor Arbeláez, matemático de la Universidad de los Andes, trabajó siete años como investigador en la Universidad de California en Berkeley, hasta que hace más de un año, movido por el abundante talento que, asegura, hay en el país, decidió volver. Empezó entonces el trabajo conjunto con su estudiante Andrés Felipe Romero, sucreño y bioingeniero de la Universidad de Antioquia. “Hoy interactúas con un computador y te entiende cuando le hablas, pero ¿te gustaría vivir en un mundo en el que, aparte de que entienda cómo hablas, entienda cómo te sientes? A mí sí me gustaría vivir en ese mundo”, dice Romero.
Para él, el reconocimiento que hace Google abre la puerta para que compañías de esa talla lo tengan en el mapa. “Al menos mi sueño es trabajar en este tipo de empresas que son grandes en datos, recursos y capacidad de cómputo”, cuenta. “Y seguir trabajando en esto casi 24 horas diarias, porque uno nunca descansa. Es lo que lo apasiona”. Arbeláez y Romero son por ahora los únicos colombianos que recibirán financiamiento de un fondo de US$1 millón de Google en los próximos tres años para sacar adelante su idea.
“Creemos que se está haciendo investigación de excelencia en la región y queremos apoyarla”, afirma Berthier Ribeiro-Neto, director del Centro de Ingeniería de Google en América Latina. ¿Qué busca la compañía al impulsar estos estudios? “Estamos comprometidos con desarrollar nuevas tecnologías que ayuden a los usuarios a encontrar y usar la información. Los proyectos que apoyamos pertenecen a campos de investigación que son de particular interés para Google”, agrega Ribeiro-Neto.
De acuerdo con el profesor Arbeláez, para nadie es un secreto que en el país la situación para la investigación, la ciencia y la tecnología es crítica, “pero este tipo de iniciativas nos permiten hacer investigación de calidad”. En el proyecto de presupuesto para 2016 que está tramitando el Gobierno en el Congreso, $50.000 millones se adicionarán a Colciencias para centros de investigación.
Asimismo, la meta del Gobierno, que se plasmó en el Conpes 3834 de julio pasado, es que la inversión en este sector sea equivalente al 1% del PIB, con el apoyo y compromiso del sector privado. En días pasados, sin embargo, la periodista Lisbeth Fog expuso en este diario cómo desde la presidencia de Julio César Turbay Ayala la promesa de más de un punto del PIB para investigación no ha sido más que letra muerta.
Lo cierto es que el abanico de aplicaciones de estos desarrollos es lo que motiva a investigadores como Arbeláez, de 42 años, y Romero, de 25. “Uno se imagina que va a hacer un corazón artificial, cree que va a cambiar el mundo con la robótica. Luego va aterrizando y el interés se vuelve ‘¿cómo puedo aportar a la salud?’. En cuanto al mercado laboral, es un poco reducido en Colombia, pero uno sigue con los deseos de cambiar el mundo”, dice Romero.
A todos nos queda la expectativa de ese mundo en el que los programas de computador, que “ven” a través de una cámara, no sólo sepan si alguien está triste o feliz, si dice mentiras, si tiene sueño o está ebrio, sino que también den gran apoyo a la medicina, diagnosticando, por ejemplo, enfermedades mentales. Para Arbeláez, el mayor reto sigue siendo el ético. “Preguntas sobre qué es la conciencia y qué es el ser humano siguen abiertas. O el aspecto de que las máquinas se tomen el control, pero eso es menos probable. Pero a los humanos definitivamente nos tocará a cambiar para adaptarnos a vivir en un mundo con seres inteligentes distintos a nosotros”.