La Oficina de Información Energética de Estados Unidos (OIE) predijo que las importaciones netas de combustibles líquidos, incluidos los productos de petróleo, caerían a 6 millones de barriles diarios en 2014, su nivel más bajo desde 1987, y tan sólo la mitad de su punto más alto de 12 millones de barriles entre 2004 y 2007. Las cifras reflejan el crecimiento espectacular de la producción en Estados Unidos gracias al acceso a las reservas de “petróleo de esquisto”, utilizando fracturas hidráulicas y perforación horizontal en estados como Dakota del Norte y Texas.
Jack Gerard, director del Instituto Americano de Petróleo, el grupo de lobby de la industria, dijo que Estados Unidos está “en un punto de giro en la historia de la nación” que “realinearía el eje de la energía hacia Occidente y hacia nuestro control”.
El declive en la dependencia que tiene Estados Unidos de las importaciones traería beneficios, entre ellos una resistencia a las sacudidas en el precio del crudo y mejoras en la creación de empleo gracias al crecimiento en la industria petrolera.
El aumento en la producción de los Estados Unidos ha llevado a que algunos pronósticos, entre ellos el de la Agencia Internacional de Energía, el centro de pensamiento de los países ricos, auguren que para el fin de la década Estados Unidos será el productor más grande de petróleo en el mundo, por encima de Arabia Saudita y de Rusia.