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En menos de un mes, el director de la Misión Rural, José Antonio Ocampo, le entregará al presidente de la República, Juan Manuel Santos, los resultados de ese trabajo. En su visita al país, invitado por la Universidad Externado de Colombia, explicó que, entre otros, el informe propone la aceleración de la inclusión productiva de los trabajadores del campo. De esta forma, el sector agropecuario podrá aumentar su participación en el crecimiento económico, que en 2014 no superó el 3 %, cuando en la década de los 20 llegó a ser del orden del 60 %.
Según Ocampo, la dualidad entre propiedad rural extensa versus la micropropiedad se ha agudizado. Sin embargo, confiesa su esperanza de que en la implementación de los acuerdos de paz, que el presidente Juan Manuel Santos anunció serán firmados en marzo de 2016, este documento sea trascendente.
Sobre la situación actual de la economía del país asegura que durante la bonanza petrolera faltaron medidas contracíclicas para estimular el ahorro y que la sobrevaluación del peso tuvo efectos adversos para la industria y el campo.
¿Cuáles son las conclusiones de la Misión Rural?
Vamos a entregar el informe al presidente de la República, Juan Manuel Santos, el 4 de diciembre y es una propuesta integral para el desarrollo del campo colombiano que a nuestro juicio garantiza una reducción, y en algunos casos una eliminación, de la brecha con el área urbana al año 2030. Ofrece posibilidades de utilizar el sector agropecuario para desarrollar actividades a mayor escala para que se convierta en uno de los puntales de crecimiento económico. Es hacerle justicia a aquella afirmación de la FAO que dice que somos una de las grandes despensas del mundo pero que no se ha notado en los últimos 25 años, en los que el sector agropecuario ha tenido un crecimiento más bien decepcionante.
Uno de los temas que han destacado es la falta de acceso a los bienes y servicios públicos en las zonas rurales, ¿eso es una consecuencia exclusiva del conflicto armado?
No, es un tema histórico que tiene que ver con la escasa inversión que se ha hecho en bienes públicos como vías secundarias y terciarias. Particularmente, en estas últimas el rezago de Colombia es enorme. En términos de acceso de los pequeños productores a la asistencia técnica, es muy limitado. También se debe a los problemas históricos de la concentración de la propiedad rural y en los últimos años la fragmentación del minifundio. Tenemos una dualidad entre la propiedad rural extensa versus la micropropiedad que se ha agudizado.
Las propuestas del punto uno de La Habana, que tienen que ver con lo agrario, tienen relación con las de la Misión Rural, ¿se pueden desarrollar de manera paralela?
Desarrollamos la agenda como lo pidió el presidente Santos, pero cuando empezamos a trabajar no conocíamos el acuerdo uno. Nuestras propuestas contribuirán a la paz porque el conflicto colombiano ha sido, ante todo, un conflicto rural. Aparte de eso hay mucha confluencia entre las propuestas, pero las de nosotros son mucho más detalladas.
Uno de los debates que generó el censo agrario fue una supuesta restringida participación de las comunidades indígenas, ¿en el trabajo que usted dirigió cómo les va?
El trabajo nuestro tenía un consejo directivo con unos representantes nombrados por el Gobierno, tres del Ejecutivo y otros que representaban otros sectores o todo el mundo académico, digamos. Ahora, nuestras propuestas tienen implicaciones para los grupos étnicos en aspectos específicos que tienen que ver con la propiedad colectiva de la tierra y con las propuestas de inclusión social y colectiva. Digamos que este trabajo tiene que beneficiar a los grupos étnicos, porque son los más desfavorecidos.
Si hubiera que darle una definición más concreta a la Misión Rural, ¿cuál sería?
Es una propuesta que aspira a cerrar la brecha rural y urbana en temas básicos en un período de quince años pero sobre todo busca darle oportunidades económicas a la gente del campo, porque encontramos desde el principio que son más limitadas, la inclusión productiva ha avanzado menos que la social porque ésta ha tenido avances gracias a la Constitución de 1991. Busca hacerlo en un marco de un enfoque territorial participativo que pueda adaptarse a la heterogeneidad de los territorios, con una mayor participación que sea desde abajo, que además es el único posible. El desarrollo no se construye desde arriba, sino desde abajo. También estudiamos tres temas importantes, que son el agua, la erosión y la deforestación.
¿Los intereses políticos podrían convertirse en un obstáculo para la aplicación de las recomendaciones?
No, todo lo contrario. El proceso de paz es una oportunidad para que estos planes se pongan en marcha.
Aprovechando sus conocimientos sobre temas económicos, ¿cuáles son las lecciones que deja la caída de los precios del petróleo para los países productores?
Es curioso que pregunte por las lecciones. Esta coyuntura muestra lo dependientes que nos habíamos vuelto del petróleo, por lo tanto la principal lección es que hay que volver a la fortaleza básica, que es la diversificación productiva. Uno de los temas obsesivos para mí es que la diversificación productiva necesita tasas de cambio competitivas y siempre fui un crítico de la revaluación que teníamos, pero afortunadamente se corrigió. Ese era el principal problema de la política macroeconómica de Colombia. Hay que evitar períodos de sobrevaluación como el que tuvo el país antes de la crisis.
En la época del café teníamos una mayor obsesión por ahorrar durante las épocas de bonanza. Eso no se hizo igual de bien con la bonanza petrolera. Un mecanismo que en su momento creamos cuando yo era ministro de Hacienda, el Fondo de Estabilidad Petrolera se descontinuó y solo se restableció recientemente.
La regla fiscal tiene unos elementos anticíclicos interesantes, pero yo he sido un obsesionado a lo largo de mi vida profesional con el manejo anticíclico, que ante los auges se ahorre para evitar un ajuste demasiado fuerte durante las crisis, pero en este auge petrolero ahorramos menos de lo que teníamos que ahorrar.
¿Faltó previsión?
Tengo una obsesión porque me crié como economista en un país cafetero y sabía que las bonanzas no duraban y después venía la destorcida. Los productos básicos tienen ciclos de precios. La gente se olvida de que hemos tenido diez años de precios altos del petróleo, pero antes tuvimos casi 20 de bajos precios. Otro espejismo ha sido la idea de que siempre vamos a tener abundancia de recursos de capital. Tiene que haber prudencia en el manejo de estas bonanzas.
¿Cómo califica lo que se hizo en Colombia para atender la destorcida de los precios?
A mi juicio era necesario haber ahorrado más y evitar la sobrevaluación del peso durante estos períodos, porque fue falta para la industria y la agricultura.
¿Sufrimos una enfermedad holandesa?
El presidente dijo que teníamos una gripa holandesa, pero creo que era más que gripa. Esta es la oportunidad de volver a diversificarnos. He escrito hasta el cansancio que la gran fortaleza tiene que ser la diversificación productiva y eso es lo que tenemos que recuperar.
¿Qué opina del aumento de las tasas de interés que definió el Banco de la República ?
El Gobierno y el Banco de la República han tenido una situación muy difícil, porque la magnitud de la crisis resultó mucho más fuerte y además se le sumó el fenómeno de El Niño, que ha afectado la oferta de alimentos. Entiendo los dilemas del Banco. La fuente de alta inflación no es la demanda, sino dos fenómenos de oferta, de alimentos y la devaluación del peso. Si me pregunta por cuál mezcla de política hubiera optado, tal vez hubiera decidido un menor aumento de las tasas de interés pero, reitero, entiendo la dificultad del Emisor.