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Llega temprano, como cualquier empleado, a esa fábrica donde reposan los esfuerzos de una vida entera. A sus 94 años, don José María Acevedo sigue paseándose entre bandas transportadoras con lavadoras, neveras y estufas, y también por los alrededores de las instalaciones de la empresa de electrodomésticos más importante del país y que él mismo fundó: Haceb.
Para supervisar la producción y hablar con sus trabajadores, recorre el lugar en su “pichirilo”, un Renault 4 blanco en el que transportó insumos para la producción durante varios años, y en el que ahora va de un edificio a otro. Otras veces prefiere caminar, y lo hace apoyándose en su mano derecha, Rodrigo Zuleta, un allegado a su familia al que le dio la oportunidad de estudiar y que ahora es el gerente industrial de la compañía. “Don José quiso que me formara, me dio la posibilidad de viajar. ¡Yo conocí el mar en Barcelona!” dice, explicando que para ese personaje que acumula casi un siglo de experiencia en esta vida, lo esencial es compartir lo que tiene. “En un viaje lo más importante es la compañía, por eso yo me quise llevar a Rodrigo, y siempre me dio mucha alegría disfrutar con la gente lo que pude tener”, afirma el empresario.
Era 1938 cuando don José, después de haber sido empleado para un taller de reparación de artículos eléctricos, decidió independizarse en un espacio que le ofrecieron en otro taller, y por el que debía ceder 30% de las ganancias. Así empezó a gestarse una compañía que, 72 años más tarde, es sinónimo de tradición y, al mismo tiempo, de innovación. Dos años después, Acevedo inició el Taller Eléctrico Medellín y consiguió sus primeros clientes reparando electrodomésticos.
Y apareció una oportunidad de oro: debido a la Segunda Guerra Mundial, las importadoras de estufas disminuyeron sus ventas ante la creciente demanda de acero por parte de la industria armamentista. Así, tres años después, la empresa, que en un principio se llamo Jacev, fabricó su primera parrilla eléctrica. Ante la necesidad de competir contra productos importados, el nombre evolucionó a Haceb, persiguiendo la idea de un mayor prestigio, incluso internacional.
Don José María se crió bajo la tradición de una familia antioqueña, con un padre carpintero que le dejó, según él, la mejor herencia: ser honrado. Bajo esta premisa deshipotecó la casa de su mamá y expandió un emporio que hacia los años 50 se fortalecía con su forma de ver el negocio. “Siempre quise resolver las necesidades de la gente con menos posibilidades económicas y así desarrollamos una competitividad basada en el precio y la calidad. Además, fuimos los primeros en implementar estrategias posventa para asegurarle al cliente su satisfacción”, revela.
Hace algunos años dejó la gerencia de Haceb para darle paso a otro ciclo de buenas ideas, porque reconoce que a pesar de su experiencia no se las sabe todas: “Yo dejo que cada quien haga lo que sabe hacer”. Tal vez el reconocimiento a la labor de los empleados, ese que evidencia diariamente portando su mismo uniforme, sea la razón del liderazgo de su compañía, de la que todavía opina a pesar de su retiro.
También habla sobre mercados, oportunidades, crisis y todas las situaciones a las que se enfrentan los empresarios para solidificar lo que crearon: “Muchas veces se dijo que íbamos a quebrar con la oleada de electrodomésticos llegando de China, y muchos anticiparon el fin de la industria nacional. Todos se equivocaron. Tenemos 72 años de experiencia; si miro atrás, ningún año ha sido fácil y, pese a las dificultades, aquí seguiremos”.