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Pedro Gómez Barrero, el abogado que edificó toda una vida en la construcción, dejó de existir a los 94 años. Con la construcción de Unicentro revolucionó el comercio en el país: “Pasamos del desarrollo en calles contiguas, que venían desde la Colonia, al desarrollo de bloques urbanos sin interrumpir la viabilidad de la ciudad”, dijo en una entrevista con El Espectador.
Varias personas que trabajaron con Gómez coinciden en que parte de su longevidad estuvo relacionada con que “siempre estaba metido en un montón de cosas, pensando en proyectos, en nuevas ideas”, cuenta un ingeniero que trabajó en la organización durante más de una década. “Incluso cuando ya estaba entrado en años iba a caminar las obras y eso no es fácil: súbase por una escalera de obra, que es puro andamio, y ahí lo veía uno. Yo me acuerdo cuando estábamos haciendo Unicentro Pasto y ahí estaba, revisando cómo iban las construcciones. Era muy riguroso, muy exigente. Incluso al punto que muchos lo percibimos como malgeniado, pero su obsesión era que las cosas se hicieran bien”, cuenta.
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La organización Pedro Gómez tuvo unos días difíciles cuando, en los años 90, el sector de la construcción entró en crisis, de la mano con el resto del país. Para esa época, al igual que les sucedió a muchas otras empresas en la época, la quiebra vino a tocar la puerta. Fue un tiempo difícil, de reagruparse y aguantar lo peor del vendaval económico. “Debieron quedar una docena de empleados nada más”, cuenta un empleado de la época.
Luego de los peores años de la pesadilla económica de esa época, Gómez entró de nuevo al negocio, pero no como constructor, sino como promotor. Y desde ahí, poquito a poco y muy lentamente (parafraseando la canción) comenzó a recuperarse de nuevo. Pero había un problema: si bien él promovía los proyectos, la construcción estaba en manos de otros y eso empezó a dar dolores de cabeza aquí y allá.
La solución fue crear un brazo de interventoría dentro de Pedro Gómez, cosa que, si el proyecto no era construido por la organización, sí pudiera ser intervenido y auditado por ésta. La obsesión por la calidad era la fuerza detrás de este movimiento, que fue una apuesta ganadora al final, pues fue después de la quiebra que la organización realizó buena parte de los multicentros y grandes proyectos comerciales que hoy pueblan Colombia.
La lista es larga y el nombre Unicentro casi que puede ser sinónimo de urbanismo: Ibagué, Villavicencio, Pasto, Cúcuta, Tunja, Neiva, Pasto, por mencionar sólo algunas locaciones. A Unicentro se sumó la marca Santa Fe (Bogotá, Medellín) y después un formato más pequeño y local, llamado Mi Centro (Bosa y Funza).
Debajo de esta marea de construcción lo que había, claro, era el reconocimiento de marca de Unicentro, pero el motor de todo era el nombre Pedro Gómez: “Eso era impresionante, uno lanzaba un centro comercial y en el primer fin de semana de ventas se iba todo. Y estos eran lugares muy grandes, pero los locales se vendían de una de una porque todo el mundo sabía que estar en Unicentro era un gran negocio y que esos locales y los edificios eran buenos, iban a durar”, cuenta el ingeniero.
Lo de Unicentro, en Bogotá, fue un momento icónico en la construcción nacional, pues para la época de su inauguración, el comercio era lineal, un local al lado de otro en una vía, como la carrera 15, por ejemplo. La idea de Gómez fue comprimir esa experiencia, como en una misma calle, pero todo junto y en altura. “Pero no sólo fue juntar todo el comercio, sino que el centro ofrecía una experiencia que aún hoy es un concepto al que aspiran las ciudades: lugares que puedan ser autosostenibles. Usted piensa en Unicentro, pero al lado está Multicentro y la idea era tener vivienda, recreación, comercio, salud, educación, todo en una distancia que se pueda hacer a pie. Y esto era a mediados de los 70, cuando Bogotá no era el desastre que es hoy”, dice el ingeniero.
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Además de la construcción, la labor de Gómez se extiende a través de iniciativas como la Fundación Compartir. También fue miembro de juntas directivas de toda índole, incluyendo el consejo directivo de la Universidad de los Andes. También fue embajador en Venezuela y le tocó superar el problema de la corbeta Caldas que estuvo a punto de desatar una guerra entre Colombia y el vecino país.
“Mire, lo que pasa con él es que Colombia se vería diferente si él no hubiera existido. Cuando las personas se mueren hablan de legado. Bueno, lo que hizo don Pedro es una buena definición para esa palabra”, concluye el ingeniero.
