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El mapa del contrabando

Un traficante de cigarrillos le contó a cómo funciona la compra de cigarrillos en Maicao y qué deben hacer los contrabandistas para llegar hasta Bogotá. Crónica de un secreto conocido a viva voz.

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Edwin Bohórquez Aya
14 de noviembre de 2014 - 11:56 p. m.
El mapa del contrabando
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En Maicao el calor es rey. Los 30 grados centígrados que se posan en el ambiente hacen que los pobladores vistan de cortos, las neveras vivan atestadas de líquido y los viajantes, comerciantes no turistas, busquen la sombra de tienda en tienda. Maicao, que es más que unas agitadas calles de comercio donde hay que caminar en zigzag por entre los vendedores, es reconocido en el voz en voz como ‘La meca del contrabando’. Allí, desde Puerto Nuevo, llega la mercancía —incluidos los cigarrillos—, y se hacen los primeros negocios con los compradores que viajan desde Bogotá y Medellín en busca de ‘precios bajos’.

Oferta hay, y mucha. Pero los clientes grandes saben que los proveedores grandes están bajo el poder árabe. “Ellos nos dan muy buenos precios y tienen de todo, desde un cigarrillo hasta una botella de whisky, pañales, aceite, crema dental, leche en polvo, lo que sea”, relata Eudoro, contrabandista con 20 años en el negocio, que maneja un emporio económico en San Andresito de la calle 18, en Bogotá, y al que lo único que no le falta es la agenda de contactos para mover la ‘merca’, como le llama. Lo suyo es comprar, cargar camiones, esconder mercancía, pagar sobornos y vender al ‘comercio’ capitalino, porque el mercado de Barranquilla se lo deja a los locales de la Costa. No es rentable para él.

Aunque el negocio para los cigarrillos realmente comienza en Foz do Iguacú, en Brasil, Eudoro entra en él en las calles de Maicao. En su bolso, que más parece un carriel de finquero del tamaño de un cuaderno, varios fajos de dinero lo acompañan. Y una lista con los pedidos, claro, los que sus clientes en Bogotá y Medellín encargaron. La compra, a uno de los árabes, se hace efectiva cuando comienzan a cargar furgones, ‘merqueros’ con Chevrolet viejos a los que les han quitado las sillas traseras y, empíricamente, les abren espacio para lograr una buena bodega. Una que otra Turbo aparece en el mapa y una docena más de camionetas curtidas por la arena y la falta de agua. La vía es solitaria aunque parece que hablara porque los informantes son pan de cada día. Dos horas más tarde aterrizan unas 1.000, 1500 ‘pacas’ (paquetes de cigarrillos envueltos en bolsas de basura) en La Paz, Cesar.

Los carros, que ya son de confianza, llegan a hoteles —más bien moteles—, que justo apenas entran, se esconden después de que las construcciones cierren sus puertas. Los más organizados, porque han sido edificados con amplios lotes de fondo, tienen en el interior camiones sencillos, dobletroques, minimulas y tractomulas esperando para trasbordar la mercancía. “O el camión está vacío y se llena de la ‘merca’, o llega uno que viene cargado de algo, de transformadores de energía, de los mismos cigarrillos pero legales, de llantas o lo que sea. Entre esa carga se ‘encaletan’ las ‘pacas’”, relata con un dejo de obviedad.

Pero hay una opción adicional. En fábricas de remolques, en Bogotá y Cali, se hacen dobles fondos. Por la parte de adelante de la carrocería dejan un espacio de un metro o metro y medio, luego se instala una nueva madera, idéntica a la original, para que los policías cuando revisen desde atrás con linternas, no vean nada anormal. Adelante no pueden acceder a la requisa porque se instalan dos exhostos tipo chimenea, por donde sale el humo del motor, y quemaría a quien se acerque a él. Nadie lo nota por dentro y tampoco por fuera.

En esos ‘moteles’ los conductores aprovechan para dormir hasta que los informantes regados por la carretera llaman para contar si hay retenes, “Hay que quedarse quietos”. Una vez tienen semáforo verde, sale adelante de él una camioneta que, como cuenta Eudoro, “va frenteando”. Se refiere a que se estiman, en promedio, unos cinco retenes de Policía o Ejército entre La Paz (Cesar), y Bogotá o Medellín donde hay que repartir dinero. Aunque la misma Policía sabe que hay casos de corrupción, muchas veces los uniformados no tienen otra salida que recibir el dinero pues está en juego su vida con las mafias del negocio.

A la semana, cada contrabandista como Eudoro puede mover dos tractomulas completas de cigarrillos con ganancias que superan los $50 millones por carro. Los cigarrillos son rentables, pero también traen whisky y Smirnoff, que “se vende como pan caliente y más ahorita que viene diciembre”. Tienen varias rutas, todo depende de las ordenes de los informantes. Pueden venir por Bosconia, Carmen de Bolívar, Planeta Rica, Caucasia, Yarumal y Medellín. Para Bogotá bajan por el Magdalena Medio. Ya, en la capital, entran a parqueaderos de Fontibón, Puente Aranda y Santa Matilde. Rutas escolares, taxis, carros particulares y camionetas doble cabina reciben el contrabando. “Van hasta el Centro Comercial La Sabana y descargan. Ahí, en el comercio, ya se distribuye entre lo locales y listo”.

Entre carga y carga, de acuerdo con la Dian, el contrabando en Colombia supera los 6 mil millones de dólares al año, una cifra que representa aproximadamente el 10% de las importaciones legales al país. Los arroceros y las empresas de cigarrillos pierden cerca de 800 millones de dólares por este delito. El problema es tan grande que el año pasado se creó la Coalición Empresarial Contra el Contrabando, (CECC), donde se reune la Cámara de Comercio de Bogotá, British American Tobacco Colombia, Asograsas, Fedearroz, Fenavi, Asocaña y Fenalco, para combatirlo.

En sus cifras, respecto a cigarrillos, en Colombia el 14% del mercado nacional es de contrabando, “proviene principalmente de Paraguay y entra al país libre de impuestos a través de la Zona de Régimen Especial Aduanero de La Guajira para su consumo exclusivo en Uribia, Manaure o Maicao y/o su reexportación. En la mayoría de los casos esto no se cumple y el producto ingresa al resto del país de manera ilegal. Una de las marcas de contrabando, Ibiza (paraguaya), es la décima del mercado nacional (si se consideran tanto las marcas legales como las ilegales). Entre 2011 y 2012 el contrabando de cigarrillos creció en un 28%, afectando principalmente las rentas departamentales, las cuales han dejado de percibir más de $100 mil millones”.

Maicao, La Paz, la ruta, el contrabando, los árabes, los merqueros, los compradores y los contrabandistas, los consumidores y los afectados. El negocio, que es un secreto a viva voz, no es nuevo. Entonces, ¿qué pasa?

 

 

ebohorquez@elespectador.com

@EwinBohorquezA

Por Edwin Bohórquez Aya

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