El miedo por una guerra comercial

La economía mundial atraviesa por un periodo de tensión estos meses. La imposición de aranceles por parte de Estados Unidos, no solo a sus competidores sino también a sus aliados, y la decisión de estos de tomar represalias, podrían obstaculizar el crecimiento económico.

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Redacción Economía.
20 de junio de 2018 - 03:40 a. m.
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Según un informe de The New York Times estos conflictos tienen repercusiones en los tiempos de embarque en los puertos y terminales de carga aérea en todo el mundo, en los precios de las materias primas, en la dinámica de las ventas, en el número de pedidos que se hace a las fábricas y en las inversiones de estas mismas.

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El análisis pone en evidencia que la postura confrontativa del gobierno de Donald Trump es solo un medio para obligar a las empresas multinacionales a regresar la producción de las fábricas a las costas estadounidenses. El mismo Trump ha descrito las guerras comerciales como “fáciles de ganar” y ha justificado sus medidas en la necesidad de equilibrar los déficits de Estados Unidos con economías de gran escala como China y Alemania.

“Sin embargo, la ofensiva de Trump podría ser una táctica de negociación que amenace con provocar problemas económicos para obligar a que haya acuerdos, y no una medida que conduzca a una franca guerra comercial”, señala el artículo.

Una serie de empresarios y expertos entrevistados en el informe declaran que el impacto de tales decisiones se siente de inmediato y afecta los negocios de la gente.

Estados Unidos importó el año pasado más de US$600.000 millones en bienes y servicios de Canadá y México, más de US$500.000 millones de mercancía china y otros US$450.000 millones de la Unión Europea. “En total, eso suma casi dos tercios de todas las importaciones de Estados Unidos”.

Aun así, Estados Unidos tiene la capacidad de encontrar compradores locales para sus bienes y servicios cuando se reduzcan las oportunidades de exportación. Pero no se puede olvidar que “la historia ha demostrado que las guerras comerciales son costosas mientras aumentan los riesgos de hostilidades más abiertas”.

Y eso es precisamente lo que está sucediendo, principalmente porque aun cuando varias de esas medidas comerciales no han entrado en vigor, ya se sienten las consecuencias, lo que profundiza el temor y la incertidumbre de cara al futuro cercano. La sensación se refleja también en la movilización de mercancías, pues el tráfico de carga aérea muestra caídas pronunciadas, sobre todo en Europa y Asia, según la Asociación Internacional de Transporte Aéreo.

Así mismo, un indicador de comercio mundial monitoreado por Oxford Economics, empresa de investigación londinense, registró recientemente su actuación más débil desde principios de 2017.

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Marie Owen Thomsen, economista en jefe a nivel mundial en Indosuez Wealth Management en Ginebra, indicó que “tan solo hablar de proteccionismo crea problemas. Es un riesgo existencial para la economía mundial”.

Al respecto la directora del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde, manifestó: “no subestimemos el impacto macroeconómico de los conflictos comerciales. Sería grave, no solo si Estados Unidos actuara, sino en especial si otros países tomaran represalias, sobre todo los más afectados, como Canadá, Europa y Alemania”.

Solo por mencionar uno de los casos que detalla el informe, la decisión del gobierno de Trump de restablecer sanciones a Irán ha aumentado los precios del petróleo, lo que aumenta la presión sobre los importadores de todo el mundo. “La economía de Europa se está debilitando, y Alemania —la economía más grande del continente— es particularmente vulnerable. Los bancos centrales en Estados Unidos y Europa están retirando el dinero barato que enviaron a recorrer el sistema financiero global después de la crisis de 2008, lo que aumenta el costo de los préstamos”.

Así mismo, las empresas que fabrican acero y aluminio se declararon en alerta con la imposición de aranceles. La acerería de Edmonton, por ejemplo, vende una quinta parte a Estados Unidos, pero de forma repentina tuvo que cambiar el rumbo de los vagones en la frontera “incurriendo en cargos extras por carga que llegaron a 100.000 dólares canadienses (alrededor de US$76.000)”.

Y la bola de nieve llega hasta Europa, pues por una consecuencia indirecta de los aranceles el acero barato de China, que anteriormente se destinaba a Estados Unidos, ahora se dirige a su continente, inquietando a los fabricantes.

Incluso los compradores de acero y aluminio dentro de Estados Unidos consideran que los aranceles han incrementado los precios, lo que desalienta la inversión. “En los suburbios de Austin, Texas, Matt Bush, vicepresidente de una pequeña empresa que hace estructuras que se emplean en edificios de oficinas y locales comerciales, dijo que los aranceles del acero obligarían a su empresa a pagar hasta US$50.000 más al mes por el metal”.

En respuesta el gobierno mexicano recientemente impuso aranceles del 20 % a las manzanas estadounidenses en respuesta a los aranceles de Trump sobre el acero. Lo propio hizo China, que ante la demanda interna de carne de cerda incrementó significativamente los volúmenes de soya que compra a Estados Unidos, amenazó con impuestos a este grano como represalia y busca en Brasil y Argentina nuevos socios comerciales.

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Es una cadena de hostilidades comerciales que Trump describe como un correctivo necesario para los déficits comerciales de Estados Unidos con otros países. Pero podría no salirle tan bien al final dado que muchas importaciones son componentes que se emplean para fabricar bienes en las fábricas nacionales, además del hecho de que se perjudican sectores exportadores como el agropecuario y de que el impacto de las escaramuzas comerciales se está ampliando y golpeando a pequeñas empresas y consumidores.

Por Redacción Economía.

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