El pulso por la economía del mundo

China quiere revivir la Ruta de la Seda, la que alguna vez Marco Polo relató para Occidente. Estados Unidos juega sus cartas en Asia Pacífico, América Latina y Europa.

María Alejandra Medina C.
12 de julio de 2015 - 02:14 a. m.

 

La Ruta de la Seda, los caminos que con la abundancia de frutas y piedras preciosas, ríos llenos de truchas, aires más puros y hasta fuegos de otros colores deslumbraron a Marco Polo durante sus viajes desde Europa hasta el este de Asia, se proyecta próspera como nunca. Esos corredores comerciales que el mercader supo boyantes y establecidos por años, desde el siglo II a. de C., que generaron intercambios culturales inimaginables y transformaron las riquezas de las naciones al otro lado del mundo, perdieron el vigor hacia el siglo XV, pero hoy China quiere reinventarlos dentro del plan económico que ha sido catalogado como el más ambicioso hasta ahora.

La nueva Ruta de la Seda quiere conectar por tierra y por mar, pasando por África, el este de China con Europa occidental. El tejido será nada menos que con trenes de alta velocidad, redes de fibra óptica, oleoductos, gasoductos, puertos y aeropuertos. Como dijo Shuaihua Wallace Cheng, director del Centro Internacional para el Comercio y Desarrollo Sostenible de China, a la revista Yale Global, de la Universidad de Yale, el propósito no es sólo hacer conexiones por medio del comercio, la infraestructura, la inversión, el capital y las personas, sino crear “una comunidad que comparta intereses, destinos y responsabilidades”.

El proyecto fue anunciado por el presidente chino, Xi Jinping, en 2013 y contempla cerca de 12.000 kilómetros que integrarán a 4.400 millones de personas y economías que suman billones de dólares -se ha hablado desde US$2,1 billones hasta más de US$20 billones, de acuerdo con la revista Time-. Para que todo suceda, el año pasado se fundó el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura y un fondo de US$40.000 millones iniciales del bolsillo chino. Un total de 57 países están o han manifestado su intención de adherir a la iniciativa de financiamiento. En la lista están Israel y países europeos como Francia, Alemania, Reino Unido e Italia, en general economías que se la llevan bien con Estados Unidos, que al otro lado del planeta está frunciendo el ceño.

The Guardian reportó en marzo pasado que la Casa Blanca había emitido un pronunciamiento en el que decía que espera que el Reino Unido use su influencia para asegurar que altos estándares de gobernanza se instauren en el nuevo banco liderado por China. El Wall Street Journal, por su parte, ha dicho que Estados Unidos ha hecho lobby para frenar las intenciones del gigante asiático. “Si no escribimos las reglas, China las va a escribir en esa región”, dijo el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, según Time, en defensa del Acuerdo Estratégico Trans-Pacífico de Asociación Económica (TPP), el pacto al que la economía más grande del mundo está pensando entrar desde 2009.

El acuerdo multilateral de libre comercio TPP fue formado inicialmente por Chile, Brunéi, Nueva Zelanda y Singapur en 2006. Cinco países, Australia, Malasia, Perú, Vietnam y Estados Unidos han venido negociando su adhesión al pacto, que promete desmontar, según el Banco Interamericano de Desarrollo, “barreras” arancelarias y no arancelarias para el comercio y la inversión entre esos países con salida al océano Pacífico. México, Canadá y Japón están considerando entrar también.

En el artículo “Negociando a espaldas”, publicado por este diario, se recogía la preocupación que resulta de que lo que se está discutiendo en el TPP no se conozca a fondo y con transparencia. A partir de filtraciones de Wikileaks se ha podido establecer que se pretende, por ejemplo, crear propiedad intelectual sobre la información que circula en internet, lo que obligaría a los proveedores de la red a vigilar a los usuarios. Ben Beachy, analista de Public Citizen, una organización protectora del consumidor radicada en Washington, aseguró que el acuerdo, que reuniría a cerca del 40% del PIB mundial, fortalece a bancos, farmacéuticas, petroleras y la industria de biotecnología. “Es sin duda el tratado de libre comercio más sucio y nocivo que se haya firmado en la historia. Si se aprueba no habrá forma de regresar”, dijo Beachy.

El TPP, frente al que Colombia ha mostrado interés, ha propiciado conversaciones que hace años eran impensables. La semana pasada, Barack Obama recibió en la Casa Blanca a Nguyen Phu Trong, líder del Partido Comunista de Vietnam, para hablar, entre otras cosas, del acuerdo comercial. Como informó El País, de España, la oposición republicana de Estados Unidos, mayoría en el Congreso, que a la postre es quien dará o no el visto bueno al TPP, exigió a Obama que tocara el tema del respeto por los derechos humanos con Trong en su país.

Es de recordar que China, al igual que Vietnam, se rajó en derechos humanos en el reporte 2014-2015 de Amnistía Internacional. La organización encuentra en los dos casos severas restricciones, por ejemplo, a la libertad de expresión. Respecto al éxito del ambicioso plan chino, ha habido escepticismo también. “A pesar de que obviamente nos interesan inversiones específicas en la región, la ‘nueva Ruta de la Seda’ es el tipo de política estratégica que genera poco en el sentido obvio y directo de beneficios tangibles”, dijo a Forbes Jonathan Silver, de la firma de abogados Norton Rose Fulbright en Hong Kong.

El Banco Interamericano de Desarrollo no ha dejado de destacar lo valioso que el mercado asiático, particularmente China e India, se ha vuelto para América Latina, algo que ha estado impulsado “por una demanda sin precedentes de petróleo crudo y minerales”. Entre 2000 y 2013, el comercio de energía y minerales entre Asia y nuestra región creció a un promedio del 10,9% al año, con lo que llegó a US$33.000 millones en 2013. En cambio, el comercio de los mismos productos de Latinoamérica con el resto del mundo creció a un promedio de 1,5% en el mismo lapso. El BID habla de una “demanda sin precedentes” a corte del año en que apenas se estaba anunciando la nueva Ruta de la Seda, que demandará miles de millones de dólares en energía y materias primas.

La puesta en marcha de ambos proyectos, para Saúl Pineda, director del Centro de Pensamiento en Estrategias Competitivas de la Universidad del Rosario, es diciente de una geopolítica influenciada por el fracaso de los acuerdos multilaterales en la Organización Mundial del Comercio. “Al no llegar a un acuerdo global, ocurren movimientos multilaterales, pero de carácter regional”. Con el TPP, Estados Unidos trata de acercarse a las dinámicas economías del Pacífico, mientras que trata de mantener cerquita a Europa con la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión, un tratado de libre comercio que se está negociando con la Unión Europea.

Pero Europa también ha respondido al llamado de China. “En seis o siete años China va a sobrepasar a Estados Unidos como el PIB más importante del mundo. Los socios tradicionalmente de Estados Unidos se van preparando para esa realidad”, aseguró Pineda. Para Diana Gómez, directora de la Cátedra China de la Universidad Nacional, en este panorama, “estamos siendo testigos de la crisis de poder en Occidente”. Frente a las dudas que la nueva Ruta de la Seda puede despertar por su envergadura, Gómez dijo: “Conociendo la tradición china, la paciencia que tienen los chinos, esto no se va a hacer rápido ni fácil, pero se va a lograr. Pero Occidente, que es tan inmediatista, empieza a criticar por las dimensiones y la inversión que se necesita”.

Por María Alejandra Medina C.

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