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¿Cuál es el balance?
Uno: reiterar los líderes que el país necesita desde sus diferentes orillas, sus diferentes miradas y diferentes prioridades. Hay que aportarles mucho a esos procesos, nutrirlos en su balance personal, pero con una formación técnica de primer lugar, y en estos 10 años hemos visto que con eso se genera una transformación, no solo del líder, sino de sus familias, y ya comienza a ocupar posiciones de poder, a transformar la lectura de instituciones y a generar todo eso que hemos querido y que son los procesos de transformación y de nuevos referentes, que nos parece fundamental. Esto es incubar liderazgos individuales y colectivos que el país necesita. Y dos, tenemos una red regional y de líderes de comunidades excluidas, una de las más grandes del país, con una filosofía, con una mirada de solidaridad, de formación, pero también con líderes en las élites del país que han decidido involucrarse y aprender de ese otro país que, si bien analizaban, no reconocían ni se generaba una interacción positiva.
Nuestro énfasis ha sido en el Pacífico colombiano. Estuvimos en Caribe y tenemos núcleos de liderazgo en Medellín, en Cali, también ahora en Bogotá, pero 70 % de nuestra red está en el Pacífico. En nuestra primera etapa nos planteamos fortalecer el poder Pacífico con un gran énfasis en gobierno y ciudadanía, en la Escuela de Economía del Pacífico. Ya varios de los muchachos son alcaldes, son concejales, varios están como asesores de ministros, etc. Entonces la coyuntura de los 10 años nos lleva a plantearnos cuál es el siguiente nivel.
Para nosotros está en la cultura, y seguimos con el tema educativo, pero le metemos todo a cultura y ya el Pacífico es un poder cultural, entonces nos planteamos con una generación de líderes a ayudar para que pase de ser un poder a una potencia cultural, que hoy es un poder de resistencia, de supervivencia, de sanación, ese poder que en medio de tantas complejidades ha permitido que una región no se desborone. Entonces es pensar a futuro cómo pasas a ser potencia desde la experticia de los líderes de región, dialogando con ellos a nivel nacional y global.
Por eso tenemos una cohorte de 35 líderes que arrancan su maestría en gestión cultural y audiovisual en la Universidad Jorge Tadeo Lozano y van a estar pensando en esa agenda que nos ayude a pasar de ser un poder a una potencia.
¿Quiénes están ahí?
En ese grupo tenemos a Jhony Hendrix, nuestro director de cine; Nidia Góngora, quien estuvo nominada al Grammy ahora; tenemos un grupo que trabaja temas de víctimas en conflicto y cultura. Entonces hay una mezcla muy interesante, que están en la academia, en la radio, una mezcla de más de 20 municipios del Pacífico, desde Magüí, Guapi, etc. Ellos ya son líderes y lo que queremos es que ese liderazgo pase a un siguiente nivel.
¿Qué ejemplos nos puede dar de aquellos que lograron pasar del discurso a los hechos?
La nueva alcaldesa de Timbiquí o la de San José del Palmar, por poner dos ejemplos: mujeres que están en el territorio, que reciben la oportunidad de formarse y hacer una maestría en la universidad Icesi y que hoy ocupan un cargo de poder. Esa maestría era en gobierno y políticas públicas. Ellas diseñaron en su maestría su campaña y están ejerciendo el poder desde el conocimiento que recibieron. Así, tenemos una base de líderes jóvenes maravillosos, como Álvaro Arroyo, quien cuando arrancó con nosotros, hace unos seis o siete años, era coordinador juvenil del río Yurumanguí e hizo con nosotros la Escuela de Economía del Pacífico, la Escuela de Gobierno, todos los procesos de liderazgo juvenil, después la maestría, y hoy hace parte de la Alcaldía de Buenaventura, es asesor para el Ministerio de Comercio, tiene una gran proyección a sus 26 años y fue seleccionado como becario Mel King del MIT.
O aquí, en Bogotá, hay una ausencia de líderes del Pacífico que conocen el territorio, una ausencia en las instituciones que toman las decisiones. ¿Cuántas personas del Pacífico hay en el Ministerio de Hacienda? La respuesta puede ser muy poca o nula. O en Planeación. Entonces, para nosotros es muy importante formar una tecnocracia que esté generando transformaciones en el territorio, pero que al mismo tiempo haga parte de la institucionalidad y te integre.
¿Ahí tienen algún caso por resaltar?
En el Ministerio de Educación, que maneja todo el tema étnico afrocolombiano, Fernando Palacios es un ejemplo, líder en la red, con maestría en Eafit, conocía todo el tema ético, pero la educación ayudó para ocupar la posición y estar ayudando como asesor de la ministra en materia de educación.
O Maite Rosales, tumaqueña, egresada de la U. del Pacífico, que hizo procesos de formación en liderazgo con nosotros y hoy es la única investigadora asesora que trabaja en la Facultad de Administración de la U. de los Andes, apoyando un proyecto sobre revolución industrial y haciendo su maestría en gerencia del desarrollo.
Tenemos, en estos 10 años, graduandos, más de 120 magíster en gobierno de Icesi y Eafit, más de tres haciendo doctorado en la Complutense de Madrid o uno que fue seleccionado Global Fellow de la Universidad de Georgetown, Manuel Riveros, el gran dramaturgo del Pacífico. Hizo la maestría con nosotros. Son muchas las historias de transformación, de tantos líderes que están haciendo cosas.
Tienen un programa de becarios con el BBVA…
Eso ha sido muy interesante en el proceso y es ver cómo los liderazgos sociales se profesionalizan y empiezan a mirar su rol de manera más estratégica.
¿Cómo consiguen los recursos para financiar la educación de todos estos líderes?
Eso ha sido maletiando. Una mezcla de cosas. Todos ponemos: las universidades, nosotros hemos conseguido apoyo de la Fundación Ford, de la F. Suramericana y de otras grandes instituciones que nos han ayudado a jalonar todo estos procesos: el BBVA, la cooperación española, el BID. Hemos tenido unos 30 donantes que nos han aportado, todos en diferente medida, pero nos han ayudado. USAid, la Embajada de Holanda, eso nos permite decir que tenemos más de 3.000 liderazgos, 30 organizaciones en el Pacífico, y tenemos incidencia en más de 400 que se han fortalecido en muchos procesos. Todo esto con una inversión de más de US$10 millones.
¿Y cómo retribuyen a la fundación todos los beneficiarios? ¿Regresan como mentores?
Todos nuestros líderes firman cartas de compromiso autenticadas en notaría y todo, y es un servicio comunitario. Por ejemplo, los que hacen maestría deben hacer en los siguientes tres años más de 200 horas de servicio comunitario, fuera de lo que hacen ya en sus organizaciones. Por eso quiero resaltar que escogemos a quienes ya adelantan un proceso social, comunitario. Quien no lo tenga, en general no lo seleccionamos. Cuando ellos terminan, también hacen parte de los procesos de formación no formal juvenil, dictan la mitad de los módulos y se convierten en coach asesores de organizaciones que estemos creando. Entonces son los contadores o los abogados, por dar un ejemplo, de la Escuela de Robótica del Chocó, o de Jóvenes Creadores del Chocó, o de la Casa de la Memoria, y hacen un proceso de acompañamiento de acuerdo a su experticia. Y finalmente, con la nueva cohorte que sale del BBVA, ellos son los padrinos. Angélica Mayolo, que fue secretaria de Desarrollo Económico de Cali, líder de nuestra red, es madrina de una de las niñas que están en la universidad Icesi. Se reúnen a almorzar un vez al mes y asume el compromiso por cinco años para que salga bien en su carrera y después, para que se pueda ubicar profesionalmente. Entonces aquí lo que hay es solidaridad. Hay más de 100 líderes nacionales que abren un espacio para la red. Juan Camilo Cárdenas, en los Andes, creó todo lo de Semillero Pacífico, Palante Pacífico. Cada uno desde su rol asume la agenda solidaria.
¿Sirvió de algo en la consecución de recursos el haber sido la ministra de Cultura de Colombia?
Claro, por supuesto. Yo venía de trabajar en cooperación, coordinadora, asesora y directora en programas de cooperación. Ahí arranqué mi carrera, conocía la cooperación americana. Sin duda el ministerio me permitió agregar una cantidad de contactos, trabajar con muchas personas con las que tuve muy buenos resultados, y eso me permitió contarles, cuando terminé, en qué andaba: a ella le creemos y hagámosle. No solo fue el nombre sino el hacer cosas con esas personas durante el ministerio. Se logró una confianza para apoyar a una organización que apenas iba a existir, porque apenas se creaba.
Hablemos del largo plazo de Manos Visibles…
El año antepasado, el Foro Económico Mundial nos escogió como uno de los emprendimientos de innovación social más importantes de las Américas, entonces nuestra siguiente fase es que estamos en un trabajo, sobre todo con Brasil, porque ya tenemos líderes en once países de la diáspora africana trabajando por medio de un tema de intercambios. Queremos en esa siguiente fase buscar un poder más sostenido con otros contextos que le apuestan a ser más diversos y a empoderar a comunidades que han sido históricamente invisibilizadas o marginalizadas. Entonces, digamos que se viene todo un reto de trabajar más internacionalmente y se viene todo un tema de plantearnos con todo esto qué está pasando con el recrudecimiento del conflicto en el Pacífico, y que este 2020 no solo nos lo está mostrando con lo de Bojayá o en Tumaco con crisis humanitaria. Entonces viene la pregunta de el poder para qué, y cómo generamos que ese poder se vea en pensar en un Pacífico diferente dentro de 10 o 15 años y no como un ciclo de violencia. Esa no es una tarea fácil, pero creo que viene el repensar cómo el sistema educativo cambia para generar oportunidades que desarmen violencias y que las personas que lleguen a posiciones de poder de verdad hagan algo. El otro reto quizá es volver al Caribe, porque nos fuimos de allí cuando arrancamos a los tres años. Si bien hay un muy buen liderazgo, falta mucha integración social. Sigue siendo muy de élite y parte de los desafíos que tiene el Caribe es lograr que las bases empiecen a tomar también posiciones de poder, como ha pasado en el Pacífico. Entonces, si logramos hacer cosas en las dos costas y hacerlo internacional, creo que tenemos bastante trabajo para los próximos diez años.
Son muchos los movimientos sociales, y con ellos la protesta social, que les están exigiendo a sus líderes que estén a la altura de la realidad y, más aún, a los elegidos popularmente. ¿Cuál es el llamado de atención de Paula y de Manos Visibles al Gobierno actual?
Yo escribí una columna que se llama “Salgan ríos de mis ojos”, y fui bastante explícita: se requiere con urgencia una alta consejería para el Pacífico y armar una agenda, porque parte del problema que tenemos en la región es que la representación política del más alto nivel es casi inexistente, entonces ahí se requiere alguien que le haga seguimiento a la agenda, presencia, que piense las estrategias a mediano y largo plazo, y que puede articular la oferta de las entidades del Estado, no solamente desde lo militar, que es muy importante, pero se debe trabajar en cómo desarmar las violencias y generar programas con mayor impacto, porque tenemos indicadores de pobreza críticos. No hay nadie adentro que sea doliente de lo que está sucediendo y la cosa es que todo queda en algo muy reactivo: pasó esto y se movilizaron, porque en el Pacífico pasan ciclos, arranca arriba y va bajando: Buenaventura, Tumaco, vuelve la crisis humanitaria, un ciclo muy fuerte, y no tenemos que esperar a que todo se nos desmorone y todo se vuelva crítico para estar cada ocho días llamando la atención por un tema. Hay un tema de amenazas en líderes muy duro, y si nos quedamos sin voceros, ¿qué hacemos? Pensar en un país en equidad sin que el Pacífico mejore sus indicadores es inviable, no es posible. Hay que aprovechar estas nueva alcaldías y gobernaciones para que desde el principio haya un cambio positivo en la región, pero creo que eso necesita un liderazgo mucho más fuerte desde el Gobierno Nacional.