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Un estudio publicado en 2018, titulado “¿Cuánto vale una patente? Evidencia de la ‘lotería’ de patentes en los Estados Unidos” (What Is a Patent Worth? Evidence from the U.S. Patent “Lottery”), realizado por Joan Farre-Mensa, Deepak Hegde y Alexander Ljungqvist, demostró que las startups que obtienen patentes en Estados Unidos presentan, en promedio, un 55 % más de crecimiento en número de empleados y un 80 % más de ventas, cinco años después de la concesión de la patente. Además, los autores encontraron que estas empresas desarrollan con el tiempo un mayor apetito por la innovación, volviéndose estructuralmente más innovadoras.
El sistema de patentes funciona, en esencia, como un intercambio: el solicitante revela públicamente su conocimiento tecnológico de manera suficiente para que un experto pueda reproducir la invención, a cambio de un derecho exclusivo por un periodo limitado, que en Colombia es de 20 años contados desde la presentación de la solicitud. Antes de que se conceda la patente, la solicitud se publica, incorporándose al estado del arte.
Hoy existen múltiples bases de datos gratuitas —como Google Patents— que permiten consultar millones de solicitudes y patentes concedidas. Estas herramientas son utilizadas por empresarios, directores de I+D, investigadores e inversionistas para identificar soluciones técnicas, productos, procesos y tecnologías útiles para sus negocios. También permiten conocer quiénes son los titulares de cada tecnología, lo que facilita decidir dónde vale la pena innovar, adquirir licencias o incluso replicar invenciones que ya están en dominio público.
Las patentes conforman, así, un repositorio mundial de innovaciones técnicas, invaluable para quienes realmente desean innovar. Diversos estudios estiman que la información contenida en el sistema de patentes ahorra a los investigadores académicos al menos doce horas de trabajo por cada temática analizada.
Sin embargo, existe un aspecto que suele pasar inadvertido: las patentes también son indicadores de valor en el mercado. No todas las patentes son igualmente sólidas, ni todas representan grandes saltos tecnológicos; algunas solo constituyen innovación acumulativa, la más criticada. Pero lo cierto es que el simple hecho de contar con solicitudes de patente envía señales favorables al mercado: demuestra que el empresario comprende el sistema de propiedad intelectual, que su negocio busca barreras de entrada frente a competidores y que su equipo posee una orientación innovadora.
Desde la perspectiva de un inversionista de riesgo, una solicitud de patente reduce la incertidumbre. Cuando un emprendedor presenta su idea ante potenciales inversores, suele hacerlo con proyecciones financieras optimistas, conservadoras y pesimistas, acompañadas de información biográfica y, a veces, de ventas iniciales. Sin embargo, tales cifras no siempre resultan concluyentes.
Una buena presentación empresarial se asemeja a una entrevista laboral: aunque un candidato pueda destacar por su carisma o desempeño, la contratación sigue siendo una apuesta riesgosa. Por eso, mientras más alto es el cargo, se incorporan instrumentos que ayudan a reducir el riesgo, como pruebas psicométricas o de aptitud. En la inversión de riesgo ocurre lo mismo: un “pitch” brillante puede bastar para pequeñas inversiones, pero las de mayor envergadura exigen señales más tangibles de éxito futuro, entre ellas, la existencia de una solicitud de patente.
En ese sentido, las solicitudes de patente funcionan como un catalizador para la toma de decisiones de inversión. Ante dos startups con igual potencial, buen equipo y producto competitivo, el inversionista elegirá casi siempre aquella que tenga una patente solicitada o concedida.
Alguien podría objetar que no se han mencionado otras figuras de propiedad intelectual, como los diseños industriales o las marcas, pero lo cierto es que el alcance de protección de las patentes es mucho más amplio. La reputación de una marca es, además, altamente sensible a las variaciones del mercado, y una marca sólida suele consolidarse con el tiempo, cuando la empresa ya ha superado su etapa de startup.
Bill Gates solía afirmar que todo empresario debería entender la propiedad intelectual, sin delegar completamente este conocimiento en las áreas legal o de innovación. Corea del Sur ha ido incluso más allá, creando un Ministerio de Propiedad Intelectual. Quizá ha llegado el momento de que Colombia y América Latina piensen en horizontes similares.
* CEO de Clarke Modet