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Ver con ojos ajenos, hacer con manos propias

Ser empresario en un modelo capitalista es acción, es iniciativa individual con impacto colectivo. No es teoría. Depende de personas que visualizan y ejecutan.

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Ugo Posada, inversionista y mentor Endeavor
13 de marzo de 2025 - 12:34 p. m.
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Foto: El Espectador - José Vargas
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Soy receloso con los promedios, y cuidadoso con las conclusiones que de ellos se puede sacar. Como dijo Alfred Korzybski, un científico polaco-americano, “el mapa no es el terreno”, y no debemos confundir un modelo de la realidad con la realidad misma. El promedio es una herramienta muy útil para tener un primer acercamiento a una verdad, pero generalizar a partir de sumar y dividir puede confundirnos, y llevarnos a tener posiciones y tomar decisiones equivocadas.

Que vivimos en tiempos afortunados, lo creo. Que, como humanidad, bajo un modelo económico capitalista, somos más prósperos en general que en cualquier otro momento de la historia, lo defiendo. Que atravesamos una crisis ambiental que pone en riesgo nuestra supervivencia como raza, no lo niego. Que estamos experimentando un deterioro de la democracia, polarización, desesperanza y miedo, lamentablemente, lo comparto.

Hace poco conversé con Diego, un empresario preocupado por la sostenibilidad, sobre cómo una visión positiva del efecto del capitalismo no es equivocada, pero sí es incompleta. A pesar de tener más prosperidad en promedio, hay una brecha de inequidad que se expande. Más riqueza, pero menos personas con una mayor acumulación de recursos. También hablé con Isabel, una activista de los derechos de las minorías, acerca de cómo es más fácil creer que el mundo está mejor si uno personalmente está bien. Y entendí que si uno es un desplazado que dejó su minifundio en el Catatumbo para huir de una muerte segura, es difícil, en esa vida que le tocó vivir, asentir con el argumento de que el mundo está mejor que nunca. Hablé con Lina, una investigadora del conflicto armado en Colombia, quien ha sido testigo de horrores indescriptibles, quien me hizo entender que para una persona víctima de la violencia sexual, ver el mundo con un tinte de positivismo es una odisea. En algunos casos, a duras penas puede levantarse y vivir cada día.

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Los tres son excelentes personas, y los tres son escépticos del bienestar que trae el modelo capitalista. El promedio no les funciona, es una abstracción de la realidad, no es la realidad.

La vida es una lotería. A uno le pueden repartir buenas cartas, o contar con menos suerte. Es poco el control que tenemos como humanos del punto en que iniciamos el camino. Unos kilómetros de diferencia en el lugar de nacimiento minimizan o magnifican las oportunidades en la vida: la educación, el acceso a salud, el goce de espacios de recreo o la seguridad física. Lo que no cambia es la agencia de cada individuo, el poder de decisión de cada uno, de cómo vivimos nuestra vida, y no estoy hablando de positivismo o pesimismo, hablo de la escogencia en cómo vivimos y qué hacemos.

Me enorgullece Amalia, quien emplea miles de personas en la industria de la moda, y da sustento a muchas familias a través de su increíble creatividad e inagotable tesón. Aprecio a Alejandro, un exitoso ejecutivo del sector financiero quien además fundó una empresa de reciclaje para resolver un problema ambiental latente, la disposición contaminante de neumáticos usados. Admiro a Mateo, un empresario que enfoca su acción en territorios empobrecidos y quiere llevar prosperidad a zonas donde el capital fluye con menor raudal. Quiero emular a Martín, quien genera empleo de calidad en múltiples sectores de la economía, y quien también es escritor, promotor de arte y defensor de la conservación.

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A los cuatro por fortuna les tocó una buena mano, son optimistas y desde su punto de vista el mundo está mejor. Creen en el capitalismo, pero no asumen que todos están bien, ellos hacen, crean, construyen, y generan riqueza que se extiende más allá de su beneficio personal. Sería fácil generalizar y tildarlos de individuos que se enriquecen del esfuerzo de los demás. Al ver con sus ojos, es evidente que su hacer incorpora bondad, empatía, y un compromiso con mejorar el país; de que les vaya bien a ellos haciendo el bien a los demás. Ellos creen en el promedio, pero también en cada punto que constituye dicha ecuación. Su actuar mejora el sistema y también impacta la vida individual de las personas, hacen que la riqueza vaya en cascada.

Ser empresario en un modelo capitalista es acción, es iniciativa individual con impacto colectivo. No es teoría. Depende de personas que visualizan y ejecutan. Y aunque definitivamente no es un sistema perfecto, si es uno que puede generar prosperidad para los menos afortunados. Es un modelo potenciador, que jala a los individuos de la pobreza dándoles agencia, dándoles sentido, dándoles esperanza.

No generalicemos, ni para bien ni para mal. Des-promediemos, veamos con ojos ajenos y entendamos el punto de vista del otro, pero más importante que todo, no dejemos de hacer, y hacer el bien, todos los días.

*Ugo Posada, inversionista y mentor Endeavor.

Ser buen empresario, ser buena persona, ser buen colombiano

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Por Ugo Posada, inversionista y mentor Endeavor

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