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A veces, los cambios más profundos cambian todo el tablero de un sector. La posible fusión entre Tigo-UNE (Colombia Móvil) y Movistar (Telefónica Colombia) sería uno de ellos. Es un reordenamiento de la competitividad de las telecomunicaciones en el país. Uno que podría redefinir el bienestar de los usuarios a favor o en contra, las alternativas de los operadores y los riesgos de prácticas restrictivas de la competencia.
Este movimiento, que desde hace meses se cocina en los despachos de la Comisión de Regulación de Comunicaciones (CRC), tomó un giro clave con la publicación del concepto técnico emitido por la entidad. Aunque no tiene carácter vinculante —la última palabra la tiene la Superintendencia de Industria y Comercio (SIC)—, el análisis de la CRC pone el reflector sobre los puntos neurálgicos del mercado, donde la competencia es un pilar funcional del sistema.
“La integración entre TIGO-UNE y MOVISTAR puede constituirse en una oportunidad para mejorar la eficiencia del sector, siempre que se adopten medidas oportunas y articuladas entre las entidades administrativas competentes que garanticen condiciones de competencia sostenibles y transparentes en todos los mercados involucrados que garanticen la pluralidad de agentes para propender por entornos eficientes”, señala la entidad.
La CRC estudió 17 mercados donde operan ambas compañías: 6 de carácter mayorista (servicios e infraestructura entre empresas) y 11 minoristas (dirigidos al usuario final). En la mayoría, concluyó, no hay riesgos evidentes de competencia. Pero tres segmentos encendieron alarmas.
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Alta tensión, cortocircuito
Primero, el mercado mayorista de acceso y originación móvil. Allí, la concentración crecería de forma drástica. El índice Herfindahl-Hirschman (HHI) —un termómetro que mide el grado de competencia en un mercado, y que en teoría no debería superar los 2.500 puntos— pasaría de 3.445 a 6.258 tras la fusión. Un golpe directo al corazón del pluralismo empresarial.
En la práctica, esto implicaría que la empresa fusionada acapararía buena parte de los ingresos por servicios de Roaming Automático Nacional y de acceso a Operadores Móviles Virtuales (OMV). Con COMCEL y WOM al margen de este juego, los OMV —que dependen de la infraestructura ajena para operar— quedarían atados a una sola red dominante.
Unir ambas señales tendría vastas complicaciones contra la competencia.
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El segundo foco crítico es el mercado minorista de servicios móviles, el más masivo y estratégico del sector. Para diciembre de 2024, COMCEL controlaba 51,65 % del mercado, Tigo-UNE 21,59 % y Movistar 16,84 %.
La fusión daría origen a un competidor con 38,43 % de participación, generando un alza de 727 puntos en el índice HHI, que alcanzaría los 4.203. La CRC advierte que esas posibles eficiencias —reducción de costos, más cobertura, mejor servicio— podrían tener un efecto colateral: facilitar la coordinación bajo cuerdas entre operadores dominantes, diluyendo la presión competitiva real.
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Tercero, el mercado de internet fijo residencial. Aquí la preocupación es geográfica: en ciudades como Medellín, Barranquilla, Bucaramanga o Cartagena, donde ya hay alta densidad poblacional y un mercado robusto, la integración provocaría un salto en la concentración de la oferta.
Con menos opciones y mayor poder por parte de la empresa fusionada, los incentivos para competir en precio o calidad se reducirían.
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Un cable delgado: ¿oportunidad o amenaza?
El concepto técnico de la CRC no condena la fusión. Su lectura sugiere un equilibrio inestable, con el potencial de eficiencias versus el riesgo de un mercado menos dinámico.
Habla, por ejemplo, de escenarios donde la integración podría traducirse en mejores precios o cobertura, pero también de otros donde el peso combinado de dos gigantes limite las opciones para nuevos entrantes y concentre demasiado poder en pocas manos.
Las fusiones pueden fortalecer la inversión, acelerar la innovación tecnológica y reducir duplicidades operativas, pero la incertidumbre en la alta concentración sería la norma.
La Superintendencia de Industria y Comercio tiene ahora la responsabilidad de decidir si la integración puede proceder y bajo qué condiciones. Lo hará con base en análisis de competencia, impacto en los consumidores y posibles medidas de mitigación. Puede autorizarla, rechazarla o aprobarla con restricciones.
Una tarea harta espinosa, pues acaparar un solo competidor (como en el caso de COMCEL) con más de la mitad del mercado, acapara ruido en contraste con el porcentaje de 38,4 % que tendría la fusión.
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