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El rol de una empresa puede ir más allá de ofrecer un producto o prestar un servicio. Hay compañías que dejan una huella más profunda a través de las inversiones sociales voluntarias, es decir, acciones sostenidas que buscan mejorar la calidad de vida de las comunidades, impulsar la educación y reducir las brechas sociales, entre otros objetivos.
Según el más reciente reporte de la ANDI, las inversiones sociales voluntarias pueden mover más de COP 5,8 billones al año, lo que se traduce en un incremento interanual del 58,46 %. Para la asociación de empresarios, esto es muestra de que, en Colombia, el compromiso con la sociedad, mediante los programas sociales, está ayudando a mejorar la calidad de vida y el bienestar de las comunidades.
La encuesta realizada por la asociación revela que el 66 % de las empresas destina recursos a acciones de Responsabilidad Social Empresarial (RSE) orientadas a gestionar y mitigar los impactos derivados de su actividad económica. Además, el 61 % invierte en programas dirigidos a empleados y sus familias, con el propósito de mejorar su bienestar y fortalecer sus capacidades, mientras que el 53 % canaliza fondos hacia iniciativas filantrópicas o donaciones con propósito social.
En conjunto, los resultados muestran que la mayoría de las compañías diversifica sus inversiones sociales, beneficiando distintos frentes de manera simultánea.
En el marco del ‘Foro Pensando Colombia’, organizado por Foros El Espectador, Caracol Televisión y la Organización Internacional del Trabajo, el director ejecutivo de la Fundación Santo Domingo, José Francisco Aguirre, señaló que es importante que, en las inversiones sociales, las comunidades objetivo sean vistas como beneficiarias y no como necesitadas, ya que esa concepción termina siendo nociva.
“Quienes reciben apoyo deben ser vistos como actores activos del cambio, capaces de liderar proyectos, emprender iniciativas y apropiarse de los resultados alcanzados”, resaltó al explicar que este tipo de apuestas genera un impacto más profundo y relaciones más sólidas que cuando las personas solo son tratadas como beneficiarias pasivas de ayudas.
Uno de los ejemplos de empresas que, en Colombia, le apuesta a la inversión social es Autogermana,una compañía 100% colombiana que desde hace más de 40 años es el importador oficial de las marcas del BMW Group. En entrevista con El Espectador, la líder de sostenibilidad de esta compañía, Marcela Bonilla, explicó cómo vienen consolidando su estrategia de sostenibilidad en materia ambiental y social.
Entre sus iniciativas destaca Impulsando Carreras, un proyecto que refleja el compromiso de Autogermana con la educación y la generación de oportunidades en comunidades como el barrio El Codito, en Bogotá.
“En este momento estamos beneficiando a 82 niños, niñas y adolescentes entre los 7 y 17 años, generando un impacto positivo que también se extiende a sus familias”, detalla.
A través de este programa de acompañamiento educativo dirigido a esta población, se busca garantizar que culminen su educación básica y media, y cuenten con las herramientas necesarias para acceder a la educación superior. De esta manera, la compañía contribuye al desarrollo personal de los participantes y a la ampliación de sus oportunidades de futuro.
En las próximas etapas, la empresa espera fortalecer la proyección laboral de los participantes del programa, brindándoles herramientas que faciliten su inserción en el mundo laboral e incluso la posibilidad de vincularse a Autogermana.
Esto es importante pues, según información del Banco de Desarrollo de América Latina y El Caribe (CAF), en Colombia, solo el 12 % de los hijos de quienes no lograron acceder a educación superior logran romper con ese ciclo.
Para Autogermana es clave contar con el apoyo de socios expertos en este campo para alcanzar los objetivos trazados. Es por eso que en esta misión trabajan en conjunto con Gabrica y la Fundación los Pisingos, expertos en brindar atención a esta población.
En las apuestas de ver al beneficiario con un rol activo, Bonilla señala que estas comunidades son agentes de cambio que, en la medida en que se van involucrando se logra una sostenibilidad mayor en el proyecto.
“Eso ha sido parte fundamental para el éxito del proyecto. Teníamos una tasa de reprobación muy alta, superior al 50%, casi sobre el 60 %. Ahora, en la última entrega de boletines estuvimos sobre el 21 %. Este impacto ha sido gracias a que los padres se han involucrado. Con ellos tenemos una comunicación recurrente”, explica.
¿Cómo hacer inversión social?
Al ser Colombia un país de micro, pequeñas y medianas empresas, esta líder recomienda que, sin importar la escala, todas las compañías deberían tener programas de inversión social con los cuales beneficien a sus comunidades.
Lo primero que se debe hacer es definir la necesidad que se quiere atender, así como las acciones que se pueden emprender para mitigarlas.
También sugiere que el dinero invertido se vea como una apuesta a largo plazo, porque es normal que al principio sea percibido más como un gasto. Pero por sobre todo, lo que más recomienda es definir una clara motivación “¿Qué me impulsa a realizar esta inversión social?”, definir eso es clave, resalta la líder empresarial, pues eso se convertirá en el motor que impulsará la estrategia en el largo plazo.
Buscar apoyo también es necesario. Para ello, resulta clave asociarse con otras empresas que maximicen la inversión y el impacto, así como de actores expertos en el campo que se quiere abordar, como pueden serlo las fundaciones.
El estudio de la ANDI detalla que, en la mayoría de los casos, las empresas realizan alianzas con Fundaciones y Organizaciones No Gubernamentales - ONGs (60%), Gobierno local (34%), otras empresas de su área de influencia (31%) y otras empresas de su sector económico (30%).
En este punto, resultan clave los estímulos que ofrece el Gobierno, pues muchas empresas acceden a beneficios e incentivos tributarios por adelantar este tipo de iniciativas sociales.
“El relacionamiento con estos actores busca garantizar la cooperación y complementariedad en situaciones alineadas a los intereses de la empresa y que garantice la pertinencia y cercanía con los grupos de interés”, concluye.
En un país donde las brechas aún persisten, la inversión social empresarial se convierte en una herramienta poderosa para transformar realidades. Las empresas que asumen este compromiso no solo fortalecen su reputación: ayudan a construir un país más equitativo y sostenible.
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