¿Es sano un crecimiento económico impulsado por la deuda?

El PIB creció 3,3 % durante el tercer trimestre. Hay temores por la expansión del sector financiero, un factor que podría indicar un aumento desmedido del crédito entre los colombianos y lanza dudas sobre los buenos datos en cifras de comercio.

Diego Guevara* / @diegoguevaro
21 de noviembre de 2019 - 12:00 a. m.
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La cifra del 3,3 % de crecimiento económico presentada por el DANE para el tercer trimestre del 2019 apareció la semana anterior como una luz de optimismo en un panorama económico internacional difícil, con nubarrones para varias economías de la región y pronósticos complejos en términos globales. También fue un dato alentador para el Gobierno de cara al paro convocado para este 21 de noviembre, llamado que ha tomado dimensiones impensables y cuenta con un amplio apoyo por parte de diferentes sectores de la población.

A la luz de una comparación rápida con la región, la de Colombia se presenta como una cifra superior a la de todo el vecindario. El Gobierno ha tomado este hecho para recalcar más el buen desempeño de la economía nacional.

En derecho propio, la cifra de crecimiento es buena y resalta aún más al mirar cómo está la situación en el vecindario. No obstante, al examinar a fondo los datos hay una preocupación que comparten varios analistas: es un crecimiento impulsado principalmente por el sector financiero.

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Para el tercer trimestre de este año, este sector creció a un ritmo del 8,2 %, mientras que otros renglones claves, como la construcción, siguen en un terreno complicado con un registro del -2,6 %; la industria mostró un pírrico 1,5 % para este periodo.

Por otro lado, a pesar de que el precio del petróleo se ha mantenido en un promedio aproximado de US$55 por barril a lo largo del año, la otrora locomotora minero-energética solo crece 1 % y está entre los sectores de menor crecimiento.

La preocupación con los datos del PIB es que, al examinar más de cerca las cifras, se observa que el gran motor del crecimiento es un sector concentrado en pocas manos y no intensivo en mano de obra, como lo es el financiero.

También se puede ver que para el tercer trimestre este sector ha crecido a partir de una mayor colocación de cartera. No hay que olvidar que, según un informe de la OCDE, Colombia tiene uno de los mayores márgenes de intermediación entre los miembros de la organización, con una tasa de alrededor del 8 %, mientras que el promedio entre los países del organismo orbita el 3 %; incluso tenemos cifras muy altas en comparación con México y Brasil.

Una parte importante del crecimiento del último trimestre depende de la extracción de rentas de los colombianos vía crédito caro. Y esto es más cierto cuando el otro sector que crece robustamente en el PIB es el de ventas mayoristas y minoristas, en los cuales el crédito opera como combustible de la actividad económica.

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Hay que tener en cuenta que hoy muchas de las dinámicas de consumo están ligadas al consumo del entorno y, así no se tenga liquidez suficiente, cada vez una mayor porción de colombianos recurre al crédito para mantener su consumo en bienes que ven en su entorno.

En la teoría económica, esto fue denominado por Duesenberry (a mitad del siglo XX) como la hipótesis de ingreso y consumo relativo. Esta es una idea que en la debacle financiera de 2008 en Estados Unidos se asoció a la dinámica de “keep up with the Joneses”, o mantener los patrones de consumo de los vecinos o personas cercanas como referencia de acumulación, pero apalancada en el crédito.

No resulta nada descabellado, entonces, pensar que hoy en Colombia, y ante una mayor profundización financiera, tenemos nuestra versión de “manténgase a la par con los Urrutia”, pero a través del crédito. Mas allá de las dinámicas de consumo, la deuda también aparece en la sociedad colombiana para que algunos ciudadanos accedan a los servicios de salud y educación que no son cubiertos por el Estado.

Las dinámicas de endeudamiento son cada vez transversales a todos los actores e incluso el mismo sector financiero hoy también esta endeudado con el resto del mundo: cerca de una cuarta parte de la deuda externa privada del país es del sector financiero, un rubro que, además, viene creciendo.

En 2010 la deuda externa del sector financiero era cerca de US$6.000 millones y en junio de 2019, según datos del Banco de la República, estaba cerca de US$16.000 millones. Esta dinámica se hace problemática, pues ante un fuerte choque externo, en el que se cierren fuentes de financiamiento, el sector que hoy impulsa la economía puede no estar tan blindado como parece.

El sector financiero opera como un actor importante en todo andamiaje económico. Pero su crecimiento no necesariamente implica expansiones en términos como empleo o mejoría económica para varios sectores de la población. Esto se explica en buena parte por su alta concentración: cerca del 77 % del negocio bancario reposa en cuatro actores.

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Según datos de la Superintendencia Financiera, en junio de 2018, el 26 % de la cartera estaba en manos de Bancolombia, 25 % en el grupo Aval, 15 % en Davivienda y 11 % en BBVA. Esto sin olvidar que los fondos privados de pensión, otro de los grandes negocios financieros, están altamente concentrados en dos actores (Porvenir y Protección), que a su vez están ligados a los grupos económicos que también dominan el negocio bancario.

Por eso la cifra de crecimiento del 3,3 % es un dato que debe ser leído con cautela, pues trae indicadores de alerta en el fondo, como la expansión de sectores concentrados y el nivel de deuda con el cual se impulsa el consumo y el comercio al por mayor y al por menor.

Hoy se tiene un crecimiento concentrado y con pésima distribución, más aún cuando ha quedado demostrado que la teoría del goteo, que plantea que la riqueza bajará de los niveles más altos hacia los más bajos de la población, no funciona en la práctica.

*Profesor de la Escuela de Economía de la Universidad Nacional de Colombia.

Por Diego Guevara* / @diegoguevaro

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