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Project Syndicate: En junio de 2020, usted anunció la llegada de “una era de gobierno más grande y quizá más audaz” como resultado de la respuesta pública a la pandemia de covid-19. Han pasado más de dos años. ¿Cree usted que el potencial de la pandemia para actuar como catalizador de un “gran reinicio” (una “mayor colaboración entre las empresas, las instituciones públicas y de gobierno y los trabajadores”) se hizo realidad, se desperdició o quedó a mitad de camino? ¿Qué más se puede hacer para acelerar este proceso?
Saadia Zahidi: En los últimos dos años, hubo más gasto público que antes de la pandemia, porque había necesidad de dar apoyo a hogares y empresas. Pero esto no siempre estuvo acompañado por ideas visionarias en relación con el mejor modo de usar los recursos públicos para generar resiliencia y abrir nuevas sendas de crecimiento para el futuro. Algunos países hicieron inversiones en estrategias para la transición verde (descarbonización) y en infraestructuras tradicionales, pero pocos invirtieron en transformar la infraestructura social, pese a que la pandemia expuso debilidades en las redes de seguridad social y en los sectores del cuidado personal, la salud y la educación.
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Dada la veloz evolución del mercado laboral, se necesitan acciones mucho más audaces que favorezcan el desarrollo de capital humano, entre ellas la mejora de competencias laborales (upskilling) y el apoyo a la transición entre empleos por medio de la colaboración entre el Estado, las empresas y los trabajadores. Esta mentalidad de invertir en el futuro (incluso a pesar de las crisis inmediatas) determinará la salud sistémica de nuestras sociedades por muchas generaciones.
Un área en la que un gobierno “más grande” y “más audaz” puede hacer hoy una diferencia es en la respuesta a la crisis del costo de vida que, como usted señaló hace poco, afecta sobre todo a las personas más vulnerables y exige “apoyo específico a los que más lo necesitan”. Más allá del hecho de que no hay soluciones universales, ¿qué enfoques le parecen más prometedores? ¿Ve usted potencial en propuestas de poner precio máximo a bienes esenciales como la energía?
La crisis del costo de vida, en la que disminuyen el salario real y el poder adquisitivo en un contexto de encarecimiento de los alimentos y de la energía, afecta sobre todo a los miembros más jóvenes y vulnerables de la sociedad. Pero las autoridades tienen que encontrar un equilibrio muy difícil: deben proteger a los vulnerables y al mismo tiempo controlar la deuda pública y garantizar que las políticas fiscales no dejen de estar alineadas con los objetivos de la política monetaria.
Además de fortalecer las redes de seguridad social (prestaciones de desempleo mejoradas, transferencias directas de efectivo, subvenciones a las labores de cuidado, a la energía y a los alimentos), también hay que hacerlas más personalizadas y selectivas, para que sean eficientes. Eso permitirá responder a las necesidades de las personas más vulnerables y, al mismo tiempo, minimizar los efectos inflacionarios de los programas y eliminar el derroche. En las economías avanzadas y en los grandes mercados emergentes con buena infraestructura digital, los gobiernos ya tienen los datos y la tecnología necesarios para garantizar que estas formas de apoyo lleguen al lugar correcto.
En 2014, usted y Laura Tyson resaltaron que para la falta de crecimiento hay un remedio al que no se le presta atención suficiente: aumentar la participación y el avance de las mujeres en la economía. Cuatro años después, usted publicó el libro “Fifty Million Rising: The New Generation of Working Women Transforming the Muslim World” (Cincuenta millones en ascenso: la nueva generación de trabajadoras que están transformando el mundo musulmán), centrado en los cambios en la naturaleza del trabajo y del empleo para las mujeres musulmanas. ¿Qué factores estructurales hicieron posible esta revolución? ¿Qué impacto pueden tener sobre ella las crisis actuales, de la pandemia de covid-19 a los “shocks” de precios de los alimentos y de la energía?
La clave para el fortalecimiento del capital humano femenino en muchos países musulmanes fue el veloz aumento del acceso de las niñas a educación. Al mismo tiempo, la globalización y la revolución digital crearon muchas oportunidades nuevas para las mujeres jóvenes. Sumados, estos cambios impulsaron un aumento de la cantidad de mujeres trabajadoras y sembraron las semillas de una revolución económica. En 2002, entre los 30 mayores países emergentes de mayoría musulmana, había 100 millones de mujeres trabajando. En 2018 la cifra era 155 millones, que equivale a un mercado de US$1 billón.
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Las disrupciones de los últimos dos años pueden tener efectos ambiguos. Por un lado, los hogares tendrán más necesidad de dos ingresos para hacer frente al aumento del costo de vida. Por el otro, durante la pandemia las mujeres asumieron una mayor parte de las labores de cuidado personal y también están más expuestas al impacto de una crisis alimentaria. En las economías petroleras, es probable que la tendencia hacia la integración económica de las mujeres se acelere aún más.
El último informe de perspectivas de los economistas principales del Foro Económico Mundial advierte que hay una probabilidad creciente de impagos de deuda. Mientras el endurecimiento monetario eleva el costo del servicio de las deudas soberanas, una inminente recesión amenaza debilitar los ingresos fiscales y aumentar aún más el peso de las deudas. ¿Qué intervenciones para ayudar a los países con problemas son más urgentes?
El Fondo Monetario Internacional calcula que en 2022 la deuda pública mundial llegará al 91 % del PIB, unos 7,5 puntos porcentuales más que antes de la pandemia, y estima que alrededor del 60 % de los países de bajos ingresos ya tienen problemas de deuda o están en alto riesgo de tenerlos. En el contexto de un importante endurecimiento monetario, necesitamos una manera más responsable de encarar la reducción del déficit y la consolidación fiscal.
Una herramienta que se puede usar para apoyar a los países con problemas es el marco común del G20 para el tratamiento de deudas, pero solo en la medida en que haya más coordinación y adopción de todas las partes pertinentes. También se necesita una mayor coordinación y una visión más audaz en relación con el crecimiento futuro, para aumentar los flujos de financiación climática que requieren los países en desarrollo para adelantar sus esfuerzos de mitigación y adaptación.
En una entrevista que dio en 2019, usted cuenta el momento, durante su infancia en Pakistán, en el que se dio cuenta de todas las oportunidades que tenía a su alcance. ¿Cómo ejemplifica esa experiencia el “efecto modelo de rol”, que usted considera un factor del fenómeno que describe en “Fifty Million Rising”? ¿Cómo se puede fortalecer ese efecto o aprovecharlo para ayudar a los países a obtener los beneficios económicos y sociales de una mayor participación femenina en la fuerza laboral?
Que la mitad de la población del mundo tenga acceso a conectividad digital global implica que hay información en todas partes y que se pueden encontrar modelos de rol en una comunidad global, en vez de hallarlos solo en la familia o el vecindario. Pero los modelos de rol por sí solos no bastan si las condiciones locales no permiten convertir la inspiración en acciones. La receta para ayudar a los países a obtener los beneficios económicos y sociales de una mayor participación femenina en la fuerza laboral es compleja. Incluye: más educación, sobre todo en el área CTIM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemática) y en habilidades digitales; una ampliación de la conectividad digital y de la infraestructura de la economía del cuidado; transporte público seguro, más financiación para empresas de propiedad femenina, y lugares de trabajo que aseguren el equilibrio entre el trabajo y la vida personal e igualdad de oportunidades.
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“Fifty Million Rising” refuta muchos supuestos habituales en relación con los países musulmanes, entre ellos Irán. En un momento en que las mujeres iraníes realizan las mayores protestas que haya visto el país en años, ¿hay historias, tendencias o estadísticas que indiquen un cambio del rol femenino?
La tasa bruta de inscripción femenina en las universidades iraníes pasó de menos del 20 % en 2000 a casi el 70 % en 2015. En Irán, el 34 % de los estudiantes del área CTIM son mujeres, contra solo el 30 % en los Estados Unidos. He conocido por todo el país a muchas mujeres inspiradoras (emprendedoras, estudiantes, ingenieras, arquitectas) que están decidiendo su futuro económico a pesar de las restricciones.
En el mundo musulmán, la lucha por la igualdad, hasta ahora, se ha desarrollado mediante batallas silenciosas en el lugar de trabajo, más que en forma visible en las calles. La economía le está ganando a la cultura, pero también la moldea. Las ambiciones educativas y una creciente autonomía económica sientan las bases para que las mujeres jóvenes exijan sus derechos sociales. Esto explica en parte lo que estamos viendo en Irán.
*Copyright: Project Syndicate, 2022. www.project-syndicate.org