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El crédito es la apuesta más común para escapar de la pobreza en un país donde 16 millones de personas aún viven en ella. Hoy, la Fundación Microfinanzas BBVA, a través de Bancamía, presentó los resultados más recientes de su impacto en más de 1,6 millones de personas atendidas. El informe revela la anatomía de un ecosistema que intenta equilibrar los platos rotos del mercado laboral.
En Colombia, 79 % del empleo viene de micro, pequeñas y medianas empresas, y más de la mitad es informal. Pero ¿cuál es el rol de las microfinanzas en este rompecabezas? Estefanía García, directora de impacto de la Fundación, señala los tres ejes que sostienen la idea: desarrollo de negocio, salud financiera y bienestar. Esa es la tríada del cambio.
Según el informe, 87 % de los usuarios del banco emprende por necesidad, no por vocación. Es decir, el negocio no es un sueño, sino un refugio ante la ausencia de empleo.
En ese contexto, más de siete de cada 10 clientes vive en condiciones de vulnerabilidad económica. Y peor aún, la brecha: más de la mitad son mujeres, muchas con educación primaria como techo y una carga histórica de exclusión financiera.
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De la supervivencia al crecimiento
Los resultados muestran avances concretos. Entre 2023 y 2025, los emprendedores atendidos pasaron de generar excedentes del 14 % a 24 %, y de incrementar ventas de 9 % a 18 %. Pero la forma es más interesante que el fondo.
Pese a ello, lo importante es la sostenibilidad en el tiempo. Al comenzar en pobreza extrema, muchos clientes duplican o triplican sus ingresos tras seis préstamos consecutivos. Cada ciclo, de aproximadamente un año, abre una nueva puerta económica. En tres años, muchos cruzan la línea de pobreza.
Una progresión que, no exenta de volatilidad, demuestra que el capital enfocado puede lograr transformar la realidad económica de los hogares.
Pero el ascenso no siempre es lineal. García detalló que uno de cada tres clientes presenta alta volatilidad en sus ingresos y uno de cada 10 cae nuevamente en pobreza después de mejorar. No es tarea fácil. El informe resalta que 71 % de los hogares tiene ingresos irregulares que solo alcanzan para nueve meses del año.
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Pese a ello, el optimismo marca la brújula: 86 % siente que cumple sus metas financieras y 80 % cree que sus ingresos mejorarán. Sin embargo, solo uno de cada cinco clientes podría sostenerse más de seis meses con sus horros. Y más de la mitad no tiene ninguno.
Un contraste punzante, mientras la esperanza crece, los colchones financieros siguen frágiles. Y el banco lo sabe.
Erradicar la pobreza es uno de los mayores retos que enfrentan los países. En Colombia, la incidencia de la pobreza ha sido de 39,7 % en 2021, de 36,6 % en 2022 y de 33 % en 2023, según el DANE.
El Observatorio Fiscal de la Universidad Javeriana detalló en un informe que el costo de erradicar la pobreza extrema en el país oscila entre $11 billones y $19 billones, mientras que para la pobreza monetaria los montos son de entre $41 y $87 billones.
El cálculo tuvo en cuenta que la Gran Encuesta Integrada de Hogares (GEIH) del DANE para 2023, estableció que la línea de pobreza extrema fue de $218.846, mientras que la línea de pobreza monetaria fue de $435.375.
Aun así, la pobreza multidimensional (más allá de la monetaria) ha disminuido a lo largo del tiempo. En 2024, se ubicó en 11,5 %, una reducción de 0,6 % frente a los datos de 2023 que, en su momento, eran el punto más bajo de este indicador en una década.
Más micronegocios, menos ingresos
Este retrato cobra sentido cuando se cruzan los datos del DANE. En el primer trimestre de 2025, el número de micronegocios aumentó 8,3 %, pero el empleo cayó 0,6 %. Más negocios, menos trabajo, en pocas palabras. Además, por cada $100 que facturaban hace un año, hoy apenas entran $91.
Sectores como el comercio crecieron en número de unidades, pero vieron una caída de ingresos de 13,1 %. Las “otras actividades de servicios” —educación informal, cultura, salud— se desplomaron 23 %. Lo que aumenta no es necesariamente la productividad, sino el autoempleo como último recurso.
En ese panorama, el modelo de microfinanzas toma un matiz de color importante: no solo busca insertar personas en el circuito financiero, sino blindarlas del círculo vicioso de informalidad, ingresos precarios y vulnerabilidad perpetua.
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Mujeres, educación y digitalización
Las mujeres siguen siendo mayoría entre los beneficiarios, pero con barreras propias: invierten menos y lo hacen menos en sus negocios. Además, la mejora educativa avanza lentamente, apenas 4 % en cuatro años. La inclusión digital, en cambio, ha ganado terreno, uno de cada tres clientes ya usa canales virtuales, y 27 % de las transacciones son digitales. Un avance crucial para llegar a las zonas rurales donde no hay ventanillas, pero sí celulares.
El panorama sigue hostil, pero en medio de una economía en que el autoempleo ya representa una salida más común al desempleo, las iniciativas de inclusión financiera y microfinanzas operan como una red de contención, una especie de amortiguador en la que los hogares pobres tienen que sobrevivir con una mayor tasa de congelamiento en sus ingresos y bienestar social.
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