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Las elecciones nacionales de Grecia han sido presentadas como un referendo definitivo sobre el futuro del país en la Eurozona, y quizás sobre el futuro del euro. Sin embargo, es probable que los votos de ayer den inicio a los que podrían ser días, incluso meses, de duras negociaciones entre Grecia y sus acreedores internacionales.
Este desenlace podría ahorrarle a ese país y a la Unión Europea (UE) la catástrofe de una salida rápida y caótica de la Eurozona. No obstante, implica prolongar la incertidumbre que ha sacudido a los mercados financieros durante las últimas semanas, extendiendo el contagio de la crisis de deuda soberana hacia economías mucho más grandes, como España e Italia.
“Es errónea la expectativa de que esto se solucione a corto plazo”, dijo Mujtaba Rahman, analista del Grupo Eurasia, quien predijo que Grecia y sus acreedores bien podrían negociar durante meses los términos del rescate de 174 mil millones de euros.
Durante ese tiempo los mercados estarán “al borde del precipicio”, dijo Rahman, mientras analizan las señales contradictorias que provienen del nuevo gobierno en Grecia y de sus acreedores, a medida que se aproxima un pago de intereses por deuda de 3.900 millones de euros al Banco Central Europeo (BCE), a realizarse en agosto.
El impopular rescate que ofrecieron la UE y el Fondo Monetario Internacional ha dominado la campaña, en la que Alexis Tsipras, el líder de Syriza, la coalición de izquierda, obtuvo una enorme popularidad en las encuestas por su promesa de “hacerlo trizas”. Sin embargo, más tarde su principal rival, Antonis Samaras, líder del partido de centro derecha Nueva Democracia, prometió buscar mejores términos.
Una recesión más profunda de lo esperado y meses de parálisis política han desviado sustancialmente a Grecia de cumplir con las condiciones originales, que incluyen objetivos fiscales austeros y profundas reformas estructurales para el sobredimensionado sector público del país, así como privatizaciones masivas.
Pero aunque los griegos odien el rescate, el abismal déficit fiscal del país implicaba que el dinero para pagar lo más básico sin asistencia extranjera pronto se acabaría. Tsipras parece haberlo reconocido hace poco y ha suavizado su retórica. La ayuda internacional es vital para el sistema bancario de Grecia, lo que quiere decir que el BCE jugará un papel decisivo para definir el futuro del país. El sistema financiero griego depende de la liquidez del BCE, y si éste decide detener la financiación, el país colapsa.
El viernes, Mario Draghi, su presidente, dijo que “seguiría aportando liquidez para los bancos que así lo necesiten”. Pero si el futuro del rescate internacional está en duda, el BCE podría considerar que los bancos de Grecia no fueran idóneos para recibir su apoyo. Sin embargo, no es claro exactamente en qué punto interrumpiría su liquidez hacia los bancos griegos, forzando la salida del país de la Eurozona.
También es probable que los acreedores de Grecia lleguen a la mesa de negociaciones. A pesar de estar exasperados, aceptan que sigue siendo demasiado arriesgado soltar a Atenas sin desatar réplicas que empeoren la crisis. El Bundesbank de Alemania ya ha dado señales de que está perdiendo la paciencia.
“A los dos lados les interesa llegar a un acuerdo”, dijo Guntram Wolff, director encargado de Bruegel, un centro de pensamiento de Bruselas.
La UE tiene sus propias “líneas rojas”. Relajar los términos para que impliquen más dinero hacia Grecia generaría la indignación de los votantes de Alemania, Holanda y otros países acreedores.
Los líderes de la UE han evitado, de forma muy calculada, hacer comentarios sobre sus planes. Temían que, con tan sólo reconocer que podían estar dispuestos a revisar el rescate, validarían el argumento de Tsipras y mejorarían su posición en los días previos a las elecciones.
Pero tras bambalinas han estado ocupados debatiendo concesiones para ofrecer antes de que haya un nuevo gobierno en Grecia. La estrategia es que el gobierno tendría que volver a comprometerse con el diseño principal del rescate.
Según altos funcionarios en Bruselas y Berlín, algunos de los beneficios que podrían ofrecer son tasas de interés más bajas y el aumento del tiempo de vencimiento de los préstamos, pero no se podría hablar de cambios o extensiones a los objetivos fiscales.
Si las negociaciones se empantanan, la UE podría presionar a Grecia.
El mes pasado los estados miembros congelaron 1.000 millones de euros del desembolso de un préstamo, esperando los resultados de las elecciones. Sin estos fondos, Grecia no podrá pagar sus salarios y sus pensiones, y mucho menos las redenciones de los bonos.
Sin embargo, como ya lo ha dejado claro Tsipras, apretar demasiado podría generar la reacción contraria si conduce a un cese de pagos que sacuda a los mercados financieros.
Los retornos sobre los bonos españoles, que han llegado a niveles peligrosamente altos, serán un recordatorio sobrio de la vulnerabilidad del bloque euro.
También conspira a favor de Grecia el hecho de que, mientras que muchos de sus socios de la Eurozona la quieren por fuera del club de la moneda única, nadie quiere asumir la responsabilidad de ser quien la saque.