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La expresión “crisis financiera” se suele asociar con acontecimientos dramáticos como corridas bancarias y derrumbes de precios de activos. Multitud de esos episodios aparecen descritos en dos clásicos de Charles Kindleberger: La crisis económica, 1929-1939 y Manías, pánicos y cracs, y en mi propio trabajo con Kenneth Rogoff: Esta vez es distinto. En años recientes, la locución “momento Lehman” se ha vuelto muy común para referirse a la crisis financiera global de 2007-09, y hasta llegó a inspirar una obra de teatro en Broadway.
Pero algunas crisis financieras no son tan dramáticas como los momentos Lehman. Una desaceleración económica persistente puede provocar un deterioro considerable de la calidad de los activos, sobre todo cuando empresas y hogares están muy apalancados. Además, años de préstamos bancarios a empresas privadas o estatales improductivas (lo segundo no es infrecuente en algunos países en desarrollo) terminan generando un daño acumulado sobre los balances.