La emprendedora que viajó desde Soacha a Nueva York

Es Jéssica Hernández, creó un negocio de alquiler de lavadoras y confección de ropa. Su historia es tan inspiradora que fue a la ONU a contarla.

Edwin Bohórquez Aya / @EdwinBohorquezA
25 de abril de 2018 - 12:40 p. m.
Jéssica Hernández,  gracias al BBVA y Bancamía, fue elegida para contar su historia en la ONU. Gustavo Torrijos  El Espectador
Jéssica Hernández, gracias al BBVA y Bancamía, fue elegida para contar su historia en la ONU. Gustavo Torrijos El Espectador
Foto: GUSTAVO TORRIJOS

¿Quién es Jéssica Hernández?

Yo soy una mujer emprendedora que tiene dos negocios, uno de alquiler de lavadoras y otro venta de ropa. Tengo cuatro hijos (7, 6, 4 y 3 años), 28 años y trabajo horas extras en el barrio.

¿Dónde vive?

En Altos de la Florida, Soacha.

¿Cómo funciona el negocio de las lavadoras?

La idea surgió en un momento en que yo necesitaba una lavadora, entonces era una necesidad mía, y por eso entiendo a todo el mundo. Nació con un proyecto que hicieron la ONU y Acnur de empoderamiento femenino. Eran 35 emprendedores y mi proyecto de alquilar lavadoras salió favorecido. Empecé a alquilar tres máquinas. Aparte de eso también lavo ropa en mi casa. Fue una necesidad básica con ayuda externa.

Vi unas imágenes en las que está cargando la lavadora, incluso cuando estaba embarazada…

Sí, yo las cargo al hombro. Van a la casa, o me llaman y la piden, entonces yo la alquilo a $2.000 la hora, 3 por $5.000 o 6 por $10.000. Y sí, me tocó los dos últimos embarazos, el de Sofía y el de Camilo, cargarlas al hombro. A lo último decidí hacer un carrito parecido a una “zorrita”, era más fácil llevarlas así debido a la barriga.

¿Cuándo fue que entró el sistema financiero a ayudarla?

Eso es algo muy bonito. Cuando fui a pedir mi primer préstamo, tenía varias lavadoras dañadas, entonces lo pedí para arreglar los motores y para comprar una nueva máquina. Yo no tenía vida crediticia, entonces ellos fueron hasta mi casa, me hicieron un estado de cuenta con las facturas que manejaba y me dijeron sobre cuánto podía endeudarme para no sobreendeudarme; de cómo podía pagar mis cuotas, cumplir con el banco y progresar. Eso es muy chévere, que le digan a uno: “Sí le puedo prestar”, porque uno sólo es gasto y más gasto. Por el hecho de ser mujer y cabeza de hogar, como que lo tienen a uno excluido, dicen que uno es irresponsable; pero resulta que cuando uno está comprometido con la vida y con sacar a sus hijos adelante, todo lo puede lograr.

Y entró al negocio de la ropa...

Ese fue mi segundo emprendimiento. Yo me mandé a operar para no tener más bebés, entonces pasaba que cuando hacía fuerza me dolía la barriga, parte del abdomen, y aparte de eso también la espalda. A eso había que sumar que el clima me afectaba los pulmones, entonces el estado de salud no era muy bueno. La que era mi suegra estaba confeccionando en ese momento y ella fue la que me dijo: “Jessi, ¿por qué no cambia? Usted debe estar en la casa y si se va, yo no me puedo hacer responsable de los niños”. Yo dije: “Hagámosle”. Empezamos a vender a personas de la comunidad, tuvimos un buen cliente y ahí vamos progresando poco a poco.

¿Ahí volvió al sistema financiero?

Sí, la fundación Microfinanzas BBVA, con sede en Colombia con Bancamía, ellos me hicieron el primer préstamo y el segundo también. Me hicieron otra vez un balance y todo salió bien.

¿Cómo llegó Jéssica y su historia a la ONU, en Nueva York?

Yo dije: “de verdad, ¿me van a llevar por allá?”. Fue muy chévere, porque uno no imagina qué alcance puede llegar a tener la historia de uno. Y el hecho de que me eligieran dentro de tantos emprendedores que hay no solo en este país, sino en otros cinco de Latinoamérica, pues me sentí bendecida y afortunada. Yo me entrevisté con María Emma Mejía y fue algo muy chévere escuchar a otras mujeres contar su historia de “sí se puede”. Que las demás personas se emocionen con uno y que vean que los sueños se pueden cumplir cuando uno desea realmente hacerlo.

¿Cuáles son sus sueños?

Todo esto comenzó por la necesidad básica de cuidar a mis hijos, por el sustento, pero también por ayudar a los demás, para que otras personas vean que pueden encontrar un refugio y una solución a sus problemas económicos. Mi mayor sueño es ver a mis hijos estudiados, que se gradúen de la universidad, son hartos, cuatro, y aparte de eso es construir mi casa. Formar mi empresa y poder ayudar a más mujeres como yo para que ellas también salgan adelante y progresen.

¿Qué quiere estudiar y cuál es su proyecto de vida?

Terminar mercadeo y ventas, pero por la necesidad del negocio, también confección industrial. La educación es la ventana del mundo. Y, además, idiomas.

¿Cuántas máquinas tiene?

Lavadoras son siete y máquinas... pues estoy haciendo un taller en mi casa. Yo comencé con las máquinas de mi suegra, mías son dos y de ella son dos. Entonces son cuatro.

¿Cómo se ve en el futuro?

Tantas cosas. Estudiando, saliendo adelante con todo lo que le digo, con muchas personas cosiendo conmigo, y dedicándoles más tiempo a mis hijos, porque esa carrera dura toda la vida.

¿Cómo lleva su mensaje a las otras personas, el contar su historia de que sí se puede desde que uno quiera?

Hay personas que se ahogan dentro de problemas chiquiticos. Yo les digo que el estar bien mental y emocionalmente depende de uno, que es el que se pone la traba. A veces uno permite que las otras personas, con sus críticas negativas, lo afecten, pero uno tiene que ser fuerte mentalmente y emocionalmente para aceptar solo lo bueno y en todo ver lo positivo, las críticas sólo ayudan a ser mejor cada día. La meta es tratar de aprender algo nuevo todos los días, algo diferente, por pequeño que sea. Siempre querer estudiar. Y querer mejorarse. Y de hecho, para las que somos madres cabezas de hogar, nuestra razón son nuestros hijos.

¿Cómo impacta a la comunidad?

La comunidad ha reaccionado muy bien, a favor, no hace falta el mal comentario, pero no me afecta.

¿Y el negocio de la ropa?

Hacemos todo. Compramos las telas en el Policarpa y hacemos desde cero todo. Por eso gusta tanto, porque la diseñamos, hacemos pantalones para niños, vestidos, entonces con eso vamos poco a poco. Y con las lavadoras ya las aprendí a arreglar cuando se dañan, entonces divido el tiempo 50-50 entre los dos negocios.

¿Los niños ya estudian?

Karen Julieth, de 8 años, está haciendo tercero de primaria; Justin Andrés, que tiene 6, está haciendo primero. Les va bien en el colegio.

¿Cuál es la sensación cuando la gente la toma de referencia, de ejemplo, de que sí se puede?

Es una sensación muy chévere, porque es transmitir lo que yo tengo y sé de alguien que lo necesita. Que echar para adelante no depende del que esté al lado, sino de uno mismo.

Por Edwin Bohórquez Aya / @EdwinBohorquezA

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