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Hasta hace poco tiempo Karthik Rajaram era el típico ejemplo del migrante exitoso. Nació en India y tras concluir los estudios universitarios en su país se dirigió a Los Ángeles, donde obtuvo una maestría en finanzas. Trabajó para Sony Pictures y la PricewaterhouseCoopers. En 2001, el Daily Telegraph de Londres lo calificó como un ganador, en un artículo que relataba los excelentes rendimientos de su firma de consultoría.
Pero el sueño americano llegó a su fin. Después de lograr ganancias de US$1,2 millones por sus negocios y cerca de US$500 mil por la venta de su casa, Rajaram perdió su trabajo y la explosión de la burbuja hipotecaria le impidió conseguir un nuevo empleo.
A esto se sumó la crisis bursátil, que le empezó a generar fuertes pérdidas de sus inversiones. El pasado lunes, mientras el Dow Jones se desplomaba por debajo de los 10 mil puntos, la Policía de Los Ángeles ingresó a la residencia de los Rajaram, en un típico suburbio californiano, y encontró uno a unos los cuerpos de Karthik, su esposa, los tres hijos de la pareja, su suegra y dos notas en las que confirmaba el asesinato de sus seres más queridos y su suicidio, debido, en buena parte, a la crisis de los mercados.
Para Rafael Salamanca, miembro de la Asociación Colombiana de Psiquiatría, esta reacción es factible en momentos de pérdidas importantes. “Esto tiene que ver con la triada de salud, dinero y amor. De acuerdo con el valor que cada persona les dé a estos elementos va a depender su actuación ante su pérdida. En el caso de la sociedad estadounidense, el tener es más valorado que el ser y eso genera este tipo de reacciones”.
La situación de Karthik Rajaram no es aislada. Con anterioridad una mujer de 90 años del estado de Ohio se suicidó minutos después de recibir la notificación de que había perdido la casa en la que vivió durante los últimos 38 años.
Según el siquiatra Germán Valencia, en momentos como estos las personas pueden desarrollar enfermedades mentales que se disparan con situaciones como el desempleo o la pérdida la vivienda.
La directora de la Organización Mundial de la Salud, Margaret Chan, también lanzó una alerta sobre las consecuencias mentales de la crisis financiera e indicó que la atención a estos trastornos no es una caridad, sino un deber moral y ético.
La locura por causas económicas ya se había manifestado en la Gran Depresión de 1929 cuando se indica que varios inversionistas se suicidaron lanzándose desde sus oficinas. Aunque no existen pruebas de esto, lo que sí es evidente es que las crisis financieras dejan como saldo mucho más que pérdidas económicas.